¿Hará caso alguna vez Sánchez al Consejo de Estado?

¿Hará caso alguna vez Sánchez al Consejo de Estado?

El Consejo de Estado ha propinado un sonoro bofetón a la ley  del ‘sólo sí es sí» -«sólo se entenderá que hay consentimiento cuando se haya manifestado libremente mediante actos que, en atención a las circunstancias del caso, expresen de manera clara la voluntad de la persona»- al considerar, como defendía OKDIARIO en su editorial, que supone un ataque a la línea de flotación de la presunción de inocencia incompatible con los más elementales derechos constitucionales.

Que el Consejo de Estado, presidido por una socialista como Teresa Fernández de la Vega, se muestre de forma tan contundente en contra de la ley perpetrada por el Ministerio de Igualdad de Irene Montero, demuestra a las claras que la norma es un bodrio jurídico marcada por el sectarismo más recalcitrante. Sánchez tiene que impedir su entrada en vigor, porque los argumentos del Consejo de Estado son meridianos y alertan de que la ley puede permitir la inversión de la carga de la prueba; esto es, convertir la presunción de inocencia en una presunción de culpabilidad. Pero, además, la nueva ley orgánica de garantía integral de la libertad sexual de Irene Montero permitirá acreditar la existencia de «situaciones de violencias sexuales» sin la mediación de un juez, lo que supone que la consideración de víctima de violencia sexual no vendrá determinada sólo por un pronunciamiento judicial, sino que sin sentencia podrán acreditarse situaciones de violencia sexual «.

O sea, el Ministerio de Igualdad ningunea la figura de los jueces para que sean las administraciones quienes acrediten la condición de víctima de violencia. El feminismo radical tritura uno de los pilares del Estado de Derecho y nos sitúa delante de un escenario inquietante en el que, como subraya el Consejo de Estado, el concepto de «consentimiento» resulta «oscuro». Que es una manera educada de decirle al Gobierno que es un barbaridad se mire por donde se mire. Sánchez aún está a tiempo de impedir una ley que es, sencilllamente, infumable.

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