El ‘guerracivilismo’ de Sánchez pincha en hueso

La «memoria democrática» del Gobierno socialcomunista no buscó nunca reparar el dolor de las familias ni hacer justicia. Ha sido -y es- una descomunal estrategia de propaganda para tensionar al máximo a la sociedad española y rentabilizar electoralmente el guerracivilismo que caracteriza a un Ejecutivo que decidió hurgar en las heridas del pasado ante su incapacidad evidente para hacer frente a los problemas de la sociedad española. La «memoria democrática» de Sánchez ha sido -y es- un burdo ejercicio de sectarismo ideológico adornado de gestos fatuos que no han contribuido a otra cosa que a mostrar el rostro revanchista de un Gobierno reaccionario en el fondo y en las formas. Franco fue la añagaza, pero después de su exhumación todo ha quedado en nada, porque hasta los más allegados a las víctimas de la Guerra Civil y la dictadura se han sentido utilizados.
Así, no es de extrañar que el Gobierno sólo cuente actualmente con 82 solicitudes para la exhumación de restos en el Valle de los Caídos, de las cuales 78 tienen una resolución estimatoria. En total, un 0,23% de las familias. El Ejecutivo, cabe recordar, destinó recientemente una subvención de 665.000 euros para la financiación de estos trabajos. Desde 1959 fueron trasladados los restos de más de 33.000 personas desde fosas comunes para ser inhumados en las criptas del Valle de los Caídos, pero desde entonces ese número apenas se ha incrementado en una veintena. Todo un fracaso de la «memoria democrática» de Pedro Sánchez que, además, ya sabe que es técnicamente imposible identificar los restos mortales de los osarios.
Y es que los informes eran taxativos: «La identificación individual de los restos óseos depositados en las criptas y/o capillas queda casi imposibilitada, dado el estado de los columbarios observados y el esparcimiento de los restos por las criptas y/o capillas». El Gobierno socialcomunista lo sabía, pero aun así decidió seguir adelante con unas exhumaciones de una complejidad enorme que no ofrecían ninguna garantía. Y el resultado no puede ser más decepcionante, un fracaso descomunal que pone de manifiesto que Sánchez no buscó nunca reparar el dolor de las familias, sino utilizarlas miserablemente para su estrategia guerracivilista.
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