Gen caníbal en el centroderecha

Las querellas intestinas inevitables (nada deseables) en los partidos no es asunto que al columnista interese especialmente. Salvo cuando afectan al devenir general del interés público o golpean de lleno a expectativas políticas de millones de votantes.
Es el caso. Carmen Posadas escribió hace unas horas en Abc acerca del gen caníbal que acude con regularidad a horadar los cimientos del Partido Popular, aunque tampoco en este asunto el partido de centroderecha tiene la exclusiva, pero sí se da más cobertura mediática con ribetes de escándalo que en otras formaciones.
Por si no hubiera bastante con esa guerra absurda y hasta ficticia entre los jerarcas de Génova 13 y las baronías de la Puerta del Sol reaparece (¿se trata de la misma cosa y las mismas personas?) la ex portavoz parlamentaria de Casado echando arena en los engranajes, justamente, oiga, cuando más nítida aparece la posibilidad de alternancia en el objetivo máximo de echar a Sánchez del poder.
Llueve sobre mojado con la susodicha. Lo hizo cuando Mariano Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría descubrieron las auténticas intenciones de la diputada y lo hace ahora la misma persona que dijo aquello de que “Con Casado ha vuelto el auténtico PP…”. ¿Se ha marcado el presidente del PP a la que ella apoyó incondicionalmente? Quizá no esté puesto al día, pero, sinceramente, nadie me ha informado al respecto. ¿Se ha marchado el PP de Casado porque ella ahora no es la jefa de la bancada popular? Sorprenden (sic) tales procederes; cuando ella tuvo la vara de mando del Grupo Parlamentario a su alrededor no se movía ni dios so pena de averno.
Lo que realmente sorprende en una mujer inteligente y leída, que lo es, -¡quizá una miaja menos de lo que ella misma piensa acerca de sí misma!- es que las mesnadas populares y también entre las rogelias vayan a creerse que sus sofocos se deben sólo y únicamente a que piense que García Egea, Casado, Gamarra, etc… son tan estultos como malvados. No, oiga, no.
El látigo flamígero que blande con ocasión y sin ella se conduce por otros registros. Si Rajoy era un simplón; Soraya una indocumentada; Casado un pamplinas y Egea un siniestro quizá hubiera de pensar el respetable que detrás de su verbo fluido, repleto de ácido sulfúrico, y sus proclamas maximalistas pudiera esconderse otro interés. Legítimo, por supuesto.
Una persona que ha pasado por la Oxford University no debería desconocer el viejo adagio de los generales romanos: ¡Vae victis!