¡Fórmense señores y señoras, fórmense!

¡Fórmense señores y señoras, fórmense!

Hoy vengo citadora, pero la ocasión es grave y lo merece. Porque «la democracia debe guardarse de dos excesos: el espíritu de desigualdad, que la conduce a la aristocracia, y el espíritu de igualdad extrema, que la conduce al despotismo», en palabras de Charles Louis de Secondat, señor de la Brède y barón de Montesquieu.

Pero… «la gente tiene el Gobierno que se merece», como escribió él mismo, de modo que ¡Feliz despotismo 2023! Especialmente para los que aún defienden a un Gobierno que para asegurar su permanencia y cimentar su mayoría en el Congreso está dinamitando la democracia en nuestras sumisas narices.

Un momento, ¿es que todavía existen los votantes del PSOE? Claro que sí…Lo sé, lo sé… Parece imposible con todas las evidencias de las que disponen en contra de un partido que ha apostatado de sí mismo y del cual reniegan hasta sus paradigmas más tradicionales… Pero haberlos haylos y tienen como denominador común un odio tan irracional a la duda, al análisis de los hechos y a lo que entienden por la derecha, que apoyarían al PSOE, aunque entre sus filas anduviera Bin Laden y aunque Sanchez se abriera una cuenta en tiktok asesinando abuelitas. Ceguera, resentimiento y desinformación.

El problema del abuso de poder que tenemos ahora mismo en España y la ausencia de reacción por parte de los españoles tiene que ver sobre todo con la incultura. La sociedad española estudia poco, lee poco y sabe menos. Para el español promedio, y tiene sentido, el conocimiento está sobrevalorado porque da por hecho que sólo valen la pena aquellas cosas que producen dinero: la erudición no nos pagará la hipoteca ni nos llevará de vacaciones. Sin embargo, esta situación de ingenuidad intelectual y moral, nos hace más vulnerables como sociedad y como individuos que la pobreza misma porque nos hace manipulables.

Como dijo John Locke, «el conocimiento es la única defensa ante el peligroso mundo» y por eso, y por los abusivos movimientos de nuestro ejecutivo, permítanme un repaso algo condescendiente por el espíritu de la separación de los poderes y el porqué de su importancia.

Tomemos cualquier libro escolar, al menos de los de mis tiempos y ¡voilà! Los poderes ejecutivo, legislativo y judicial deben ser distintos e independientes entre sí para que cada uno de ellos se encuentre, bajo la atenta vigilancia de los otros. Esta fue la más conocida aportación de Montesquieu (aunque hay otras y aunque se habla de ello desde los griegos).

Su trabajo, como el de J. Locke, ha influido en la construcción de las constituciones de la mayoría de los países civilizados y es un referente para todos los que buscan la justicia y la libertad; bueno, para todos menos para nuestro presidente, que nos lleva de la mano y, con cara de, tranquilos que soy feminista, hacia el despotismo, término acuñado también por el francés: «Démosle a un hombre la oportunidad de ser injusto, y no la desaprovechará» porque «los intereses particulares hacen olvidar fácilmente los públicos».

Hoy la coalición pretende hacerse con una mayoría ideológica afín a sus intereses en ambas instituciones, Tribunal y CGPJ mientras que a nosotros se nos hace la picha un lío por paletos.

«Cuando los poderes legislativo y ejecutivo se hallan reunidos en una misma persona o corporación, entonces no hay libertad, porque es de temer que el monarca o el senado hagan leyes tiránicas para ejecutarlas del mismo modo.
Así sucede también cuando el poder judicial no está separado del poder legislativo y del ejecutivo. Estando unido al primero, el imperio sobre la vida y la libertad de los ciudadanos sería arbitrario, por ser uno mismo el juez y el legislador y, estando unido al segundo, sería tiránico, por cuanto gozaría el juez de la fuerza misma que un agresor.

En el Estado en que un hombre solo, o una sola corporación de próceres, o de nobles, o del pueblo administrase los tres poderes, y tuviese la facultad de hacer las leyes, de ejecutar las resoluciones públicas y de juzgar los crímenes y contiendas de los particulares, todo se perdería enteramente». El espíritu de las Leyes, 1748.

Y digo yo que si el TC cuya única función es defender la Constitución de los poderes del Estado no funciona, que lo vuelen también y hagan un centro cívico con piscina cubierta o una pista de hielo, eso sí, con perspectiva de género.

¿Saben por qué aparecen los tiranos? Porque a veces, los ciudadanos nos instalamos en la indolencia, cuando los políticos nos compran, con nuestro propio dinero. Y cuando los ciudadanos carecen de las mínimas nociones de historia o economía, pensando que el salario mínimo se puede subir a placer, sin consecuencias para el tejido empresarial y que los despidos son culpa de los malvados empresarios.

Como diría la secretaria de Estado de Igualdad… Angela Rodriguez Pam: «¡Fórmense!».

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