El fin de los matices
Reflexionaba el otro día en el Comité Federal del Partido Socialista Obrero Español sobre varias cuestiones que me parecen importantes en estos momentos de la vida política y social de nuestro país. Una de ellas tiene que ver con la complejidad de la situación frente a la simpleza de las respuestas que se ponen encima de la mesa. Vivimos una realidad de una alta complejidad. No puede ser despachada solamente con una afirmación o una negación. Hemos llegado hasta tal punto de simplicidad en nuestra manera de afrontar los retos que se nos presentan como pueblo que aparecen como diferencias abismales lo que son solamente matices. El matiz ha desaparecido de nuestro lenguaje y, con él, se han ido las escasas posibilidades que ya de por sí tenemos los españoles de ponernos de acuerdo en algo de un tiempo a esta parte.
La falta de rigor y la ausencia de contraste en la vida política están detrás de cada juicio. El pasado domingo alguien me insultaba en las redes sociales después de leer una referencia a una entrevista que me había hecho la periodista Isabel Gemio en Onda Cero. Le pedí por favor que tuviera el detalle de escucharla entera. Poco después me pidió disculpas porque entendía que dichas en el contexto son perfectamente asumibles. Ése es el mejor resumen de lo que está pasando. Ha desaparecido el contexto de la vida política española. Han desaparecido los matices. Sólo hay blanco o negro. Ya no queda gama de grises. Las redes sociales que han contribuido tanto a esta nueva sociedad están provocando una enorme simplificación de los conceptos. De tal suerte que poco más que “un sí o un no” son las posiciones a elegir. Pues lo siento, pero el futuro de un país no puede depender solamente de eso.
Tarradellas dijo aquello de que en “en política es pot fer tot, menys el ridicul”. La política lo admite todo, menos la ausencia de política. La política es la búsqueda permanente de acuerdos. ¿Qué hubiera sido de este país si la receta a lo largo de su reciente historia democrática hubiera sido solamente un sí o un no? Tenemos varios problemas delante de nosotros. Un procedimiento sancionador de Bruselas que incluye la probable paralización de los fondos europeos, el Brexit y sus consecuencias, la parálisis inversora en España ante la ausencia de estabilidad política y de seguridad jurídica. ¿Alguien piensa que la respuesta a esos grandes retos puede seguir dependiendo solamente de un sí o no?
Y algo que nadie está diciendo. Esta situación perjudica especialmente ahora, cuando tanto se necesita de la política. Es esa parte más humilde de la sociedad, de la que en estos tiempos postelectorales ya nadie habla, la que más necesita el correcto funcionamiento de las instituciones y la defensa de la solidaridad que se ejercita a través de las leyes. Estaremos un año al menos sin decretos relevantes para la vida de la gente. Lucharé con todas mis fuerzas para evitar una terceras elecciones en España. Porque como decía el president de la Generalitat de Catalunya en política se puede hacer todo menos el ridículo. Menos aún cuando ese ridículo situaría a este país al borde del abismo. Cuando un pueblo deja de creer en sus instituciones —y los partidos políticos son una parte de ellas— se produce un hueco que es más fácil de rellenar con demagogia y populismos. ¿Siguen pensando que España y su enorme complejidad sólo es cuestión de sí o no?