Feijóo, ¿poco serio?
Ayer tomé una limonada aliñada con Heine, un alemán guapísimo que me contó que su cuna se mecía entre los siglos XVIII y XIX. Hablaba muy rápido y se reía a carcajada limpia. Le miraba divertida y también un poco asustada. Aludía mucho a su abuelo, que debió ser un señor muy exigente. Contó que, cuando alguien le interrumpía, apuntaba en su libreta el nombre y, junto a él, las siglas «ps» (poco serio); ideas infantiles, poco serias: «ps». Lo afirmaba tan categóricamente, que una temía que sacara la misteriosa libreta, a semejanza de su antepasado, y apuntara allí mi nombre. Me atreví a confesarle mi temor, y su risa fue como un estruendo ensordecedor. «Mira, Zamora, como me caes bien, te voy a poner ejemplos claros de lo que sería ‘ps’ para mi abuelo». Suspiré aliviada y me relajé un poco en mi butaca.
Con su acento germano, unos ojos azules invasivos y unas manos inmensas que agarraban la copa como si se fuera a escapar, comenzó a elucubrar sobre la frivolidad actual con la que se abordan cuestiones profesionales: «Ahora resulta que cualquier actividad queda justificada con la diversión, una manera agradable de pasar el tiempo». Por sus explicaciones, me imaginaba a un cirujano cardiovascular que, al salir de quirófano y ser preguntado por los familiares del paciente por la operación, respondiera contundente: «Me lo he pasado muy bien». O un bombero que, tras apagar un incendio voraz, afirmara sonriente la misma frasecita, mientras se remangase la camisa para que se le vieran los músculos. De lejos, se vería la UCI móvil llevándose a las víctimas.
Heine, que cada vez me hablaba más bajo y más cerca, continuó: «Aplicándolo al tema más candente que existe -la política-, el presidente del Partido Popular, tras el debate en Atresmedia el pasado 10 de julio, dijo a cámara, de la forma más natural, que se lo había pasado muy bien. No daba crédito al escucharlo. Es decir que, en el encuentro profesional en el que se iba a jugar no sólo su carrera política, sino también la deriva del país, él había visto un pasatiempo divertido. Se le hubiera secado aún más la boca si supiera lo que pensamos algunos de esa torpe levedad al concebir algo tan importante. Puedo entender que disfrutara al sentir que dominaba el debate la mayor parte del tiempo, pero de eso a decir como resumen ‘Me lo he pasado muy bien’ hay un abismo inabarcable, que, a mi entender, le aleja mucho de la seriedad que se espera de un presidente del Gobierno. Claro que viendo lo que hay, cualquier cosa será siempre mejor».
Recordé que la misma frase se la había escuchado a una veterana periodista del mundo de la cultura en la presentación de su libro el pasado junio en el Ateneo de Madrid. Se lo comenté a Heine, y éste remató mi pensamiento: «Resumir el proceso de creación de un trabajo literario, científico o, incluso, periodístico en un ‘Me lo he pasado muy bien’, delata la poca valía del trabajo en sí. Claro que comprendo que se pueda disfrutar en el proceso, yo lo hago y hasta cotas insospechadas, pero lo último que se me ocurriría decir como balance de mi trabajo es que me ha hecho pasarlo bien. Lo considero un insulto para el público, porque les estás diciendo que el resultado es lo de menos, que tú has disfrutado y eso es lo verdaderamente importante». Muy germánico, mi nuevo amigo, estaba tan imbuido en su explicación que parecía que se le paralizaban los músculos respiratorios, como si tuviera un pulmón de acero.
«El arrogante despecho que encierra la frasecita no es otro que un desprecio equivocado hacia el trabajo. Querer agradar, tener éxito, recibir elogios y aplausos está muy bien, pero esa frase, en realidad, consigue todo lo contrario. Es como coger el foco, darle la vuelta y ponerlo en uno mismo. ‘Aquí vosotros no importáis, lo que de verdad es trascendente es que yo me divierta, y así ha sido’. Egocentrismo del malo, malísimo; torpe interpretación de la complacencia, infantilismo atroz. Es algo así como si la reina de un país posa con sus dos hijas adolescentes y, en lugar de ocupar su sitio de progenitora respetable, -dejando la indumentaria más desenfadada y llamativa para las jóvenes, que ya bastante tienen con las inseguridades propias de su edad-, quiere dejar claro, a través de su ropa y actitud, que ella también se lo sigue pasando muy bien». En este momento, justo en el momento, cantó el gallo. Era hora de levantarme, por fin podía frivolizar un poco mis pensamientos. Salí a navegar, el inmenso océano me esperaba, qué paz, ahí sí, seguro que me lo iba a pasar muy bien.