La falta de argumentos del catalanismo

Libre elección de lengua
edito-ue-sanchez INTERIOR (1)

Ayunos de cualquier razón pedagógica, didáctica, práctica, jurídica, judicial, estatutaria y constitucional en su defensa a ultranza de la inmersión lingüística obligatoria, un abuso llevado al límite de lo que en un principio estaba destinado a ser un modelo de conjunción lingüística con un equilibrio entre las dos lenguas cooficiales, el movimiento catalanista organizado está recurriendo a una propaganda sencillamente repulsiva que estigmatiza la libertad de elección y la convierte en una «segregación», incluso en un aphartheid lingüístico.

Más repulsivo resulta todavía si recordamos que hace veinticinco años, con la transferencia de la competencia de Educación a las Islas, el mismo movimiento catalanista apelaba al derecho a estudiar en la lengua
materna por ser el mejor vehículo pedagógico para aprender, un derecho que hoy niega a los alumnos castellanohablantes, la mayoría de los alumnos escolarizados en Baleares.

Quienes se han movido de posición a lo largo de estos veinticinco años han sido los catalanistas y, de no haber conocido su verdadero rostro supremacista, sería legítimo preguntarse por qué han pasado de
reivindicar la enseñanza en la lengua materna a finales de los noventa a entender que la enseñanza en la lengua materna de los castellanohablantes provocará ahora una «fractura social», un quebranto en la convivencia, «descohesión social» o la división en dos comunidades lingüísticas irreconciliables. Han pasado de apelar a la razón y a la pedagogía a devenir en unos agoreros de las siete plagas de Egipto si «se ataca al catalán», en su retórica flamígera y desesperada. El catalanismo ya no engaña a nadie: cree legítima la imposición del catalán e ilegítimos el bilingüismo y la cooficialidad. Una lengua, una nación, un Estado, este es el eterno trasfondo del nacionalismo desnudo, sea en Cataluña, en Vascongadas y en Baleares.

El catalanismo es insaciable y no está dispuesto a renunciar a ninguna de sus posiciones conquistadas. Es estrambótico pensar que la llegada de una cooficialidad real a las administraciones públicas pueda perjudicar a nadie. Se trata de una ampliación de derechos que no perjudica en nada a los catalanohablantes que podrán seguir dirigiéndose a la Administración en la lengua que quieran. La atención al público correrá a cargo de
funcionarios bilingües que atenderán en cualquiera de las dos lenguas, no como hasta ahora.

La eliminación del requisito de los certificados de catalán para el acceso a la función pública para convertirse en un mérito abre la puerta a que una multitud de personas que hasta ahora no podían acceder a los codiciados
puestos de la Administración balear ahora sí tengan oportunidad de hacerlo, otra ampliación de derechos que no afectará al ciudadano de a pie que podrá dirigirse a todas las administraciones en las dos lenguas cooficiales.

El nacionalismo, sin embargo, está tratando de explotar políticamente estas ampliaciones de derechos lingüísticos a los castellanohablantes, sin mengua alguna para los catalanohablantes, ni en la enseñanza ni en la
Administración, para galvanizar otra marea verde plagada de victimismo y resentimiento entre los balearohablantes a quienes, en su verborrea de combate, un Govern del PP secuestrado por Vox estaría humillando en su identidad al «atacar el mallorquín».

El uso del artículo salado y la apelación al idioma «mallorquín» en sus panfletos propagandísticos resultan sencillamente asombrosos de parte de quienes siempre han despreciado sistemáticamente las modalidades insulares y que, naturalmente, nunca han llevado a las aulas pero que ahora resucitan para alimentar y extender la guerra lingüística a mallorquines que abominan del catalanismo pero que aspiran a movilizar contra las políticas en favor del bilingüismo del Govern, despertando en ellos la llama del resentimiento identitario.

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