El expolio catalanista del canto de La Sibila
En la Navidad de 2021 uno de los medios satélite al servicio del expolio catalanista subvencionado por la Generalidad de Cataluña titulaba la siguiente noticia: “El ‘Canto de la Sibila’ resonará esta Navidad por todo el país” (www.vilaweb.cat). Entendiendo por “país” lo que indican los diccionarios de la Real Academia (Diccionario de la Legua Española: “1. Territorio constituido en Estado soberano. 2. Territorio, con características geográficas y culturales propias, que puede constituir una entidad política dentro de un Estado”; Diccionario panhispánico del español jurídico: “Nación, región, provincia o territorio que forma una unidad geográfica, política y cultural”), ¿de qué “país” se podría tratar, dado que en Mallorca, Barcelona, León, Valencia y Toledo el “Canto de la Sibila” suena cada Nochebuena? ¿Podría ser España? Pues, no. Se trata de la imaginaria unidad política y cultural de los “Países Catalanes”, ya que el mismo digital nos ofrece “una lista de los diversos puntos del país donde podemos ver la interpretación de esta pieza medieval”. En ella podemos comprobar que además de incluir diversas localidades catalanas, añade otras que no lo son: las mallorquinas de Palma de Mallorca, Campos, Montuiri, Pollensa y Lluch y las valencianas de Onteniente y Valencia.
Además el digital coloca a Mallorca (único lugar de España que ha conservado el “Canto de la Sibila” durante más de siete siglos en su liturgia religiosa navideña) como uno más del montón. Cuando, debido a su fuerte arraigo popular (cada Nochebuena se canta la profecía del Fin del Mundo en todas las iglesias y parroquias de la isla), desde Mallorca se consiguió que en noviembre del año 2010 “El Canto de la Sibila en Mallorca” fuese declarado “Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad” por la UNESCO (https://ich.unesco.org/es/RL/el-canto-de-la-sibila-de-mallorca-00360). Para rematar, no podían faltar los titulares del expolio catalanista como este: “El Canto de la Sibila: la Navidad Catalana es Patrimonio Inmaterial de la Humanidad” (www.liceomagazine.com). O estos otros del Ayuntamiento de Barcelona, “El Canto de la Sibila da el pistoletazo de salida a la Navidad” y que “el canto de la sibila fue declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad” (www.barcelona.cat). Ni Navidad Catalana, ni Patrimonio de la Humanidad. El “Canto” que es Patrimonio Inmaterial es el que se celebra en Mallorca, sólo el de Mallorca.
El camino hacia la anhelada unidad política de los Países Catalanes pasa por la “unidad cultural”, que el catalanismo viene construyendo desde la “Renaixença”, mediante la tergiversación y falsificación de la historia, el cambio de nombre de la Corona de Aragón, el invento de la milenaria Cataluña, la apropiación de autores valencianos y mallorquines como parte de la literatura catalana y, sobre todo, a partir de las supuestas conquistas catalanas de Mallorca y de Valencia, la supresión de las seculares denominaciones del lengua mallorquina y lengua valenciana (era la lengua de los antiguos reinos de Mallorca y de Valencia) a lo que se añade la imposición del estándar de la lengua catalana en Baleares y Valencia de la mano de una clase intelectual y política totalmente subordinada culturalmente a Cataluña. Con la reintroducción artificial del “Canto de la Sibila” en comarcas valencianas y catalanas se busca uniformizar una “Navidad Catalana” representada en el “Canto”. Pero los expoliadores se olvidan que también se ha recuperado en Toledo y en León.
Pero, ¿cómo nos han de extrañar estos titulares barceloneses de su “Sibila catalana”? Si las autoridades catalanistas mallorquinas son las primeras en regalar la Sibila, como ya hicieron con Ramón Llull, al catalanismo. Así fue, en el año 2015 el presidente pancatalanista del Consejo de Mallorca, Miguel Enseñat, en el marco de la conmemoración del “Año Llull” (el pack era completo: Llull+Sibila), entregó la celebración del “Canto de la Sibila de Mallorca” al Casal Catalán de Bruselas: “Este acontecimiento está organizado por el Casal Catalán de Bruselas, junto con la diócesis de Bruselas, y cuenta con el apoyo de la Generalidad de Cataluña, el Consejo Insular de Mallorca y el Centro Baleares Europa”.
Así es, ya tenemos que el Canto de la Sibila es una “pieza catalana”. En su página web www.conselldemallorca.cat nos detalla que la Sibila “fue una de las dramatizaciones medievales navideñas que más arraigaron en la península, sobre todo en Cataluña, desde donde llegó a Mallorca después de la conquista de Jaime I”. El tema es que el Canto de la Sibila llegó durante la Edad Media a todos los reinos peninsulares, sin excepción, y a partir del siglo XVI sólo quedó en Toledo (hasta finales del siglo XVIII), en Braga (hasta mediados siglo XX) y en Mallorca.
El origen del Canto de la Sibila se remonta al siglo V, concretamente en los versos de la Sibila Eritrea (conocidos como “La señal del Juicio” que San Agustín incluyó en su obra “La ciudad de Dios contra los paganos”). En ellos la Sibila relataba las señales que anunciarían el Fin del Mundo. Posteriormente el obispo de Cartago incluyó los versos en su “Sermo de Symbolo” (herramienta para convertir a los judíos al cristianismo). En el siglo VIII resurgió el interés por la profecía de la Sibila ya que en torno al año 800 era la fecha calculada para el Fin del Mundo. Pero aquí seguimos.
La lectura resumida del “Sermo” derivó en una interpretación cantoral llamada “Ordo prophetarum” (Procesión de los profetas) en donde se incluía el “Canto de la Sibila”.
Los testimonios más antiguos de su canto datan de finales del siglo IX y están custodiados en la Abadía de Saint-Oyan (Borgoña) y en el monasterio de San Marcial de Limoges (Occitania). El “Sermo” pasó desde Francia a Occitania siguiendo el flujo cultural que corría desde el norte del Imperio carolingio hacia el sur, para llegar hasta Italia y la Marca Hispánica, y posteriormente hasta Aragón, León, Castilla y Portugal.
Debido a su popularidad, a partir del siglo XII, los versos de “La señal del Juicio” se tradujeron del latín a las distintas lenguas romances. La primera lengua a la que se tradujo fue a la lengua de oc (en Montpellier se conserva un leccionario en la Abadía de Aniane). Así se puede comprobar en los diversos homiliarios, breviarios, ceremoniales, consuetas y leccionarios (en latín y en vulgar) existentes en Montecasino, París, Arlés, Ruán, Laón, Sigüenza, Barcelona, Vic, Ripoll, Toledo, León, Burgos, Álava, Tarragona, Huesca, Calahorra, Tarazona, Mallorca…
El “Canto dela Sibila” llegó a Mallorca después de la conquista aragonesa de Jaime I de 1229 con los nuevos pobladores catalanes, occitanos, leridanos, aragoneses y roselloneses. El primer documento mallorquín que hace referencia al “Sermo” data del siglo XIV, en el que se precisaba que la música de los versos de “La señal del Juicio” podía ser cantada en latín o en mallorquín. El texto más antiguo conservado en Mallorca está redactado en lengua mallorquina y data de principios del siglo XV. También en la Península la versión más antigua en lengua romance data del siglo XV y es en lengua catalana.
En el siglo XVI, a consecuencia de la reforma producida en el Concilio de Trento que introdujo el Breviario Romano se suprimió, en 1568, en todo el orbe cristiano el “Ordo Prophetarum” (“Canto de la Sibila” incluido), excepto en Mallorca, Cerdeña, Toledo y Braga, debido al gran peso de la tradición. Aun así, en 1572 llegó a Mallorca su prohibición de mano del obispo Diego Arnedo. Pero la tradición aún pesaba y en la vigilia de Navidad de 1575, el nuevo obispo de Mallorca, el valenciano Juan Vich, lo restableció. Y lo hizo a imagen y semejanza de cómo se hacía en su tierra natal, Valencia. Fue a partir de esta época en que se acuñó la denominación de “Canto de la Sibila”, única parte superviviente del secular “Sermo de symbolo”. Posteriormente se volvió a suprimir en 1666. Hasta que en 1692 se reinstauró definitivamente hasta nuestros días.
La Sibila Eritrea profetizó el Fin del Mundo, pero se dejó en el tintero que su Canto se convertiría en una parte de la “Navidad Catalana” de los imaginarios “Países Catalanes”, en otro botín del incesante expolio catalanista.