¿Estaríamos mejor sin Cataluña?

Cataluña

La gran historiadora e intelectual Elvira Roca se ha atrevido a poner el cascabel a un gatito desmayao. En su opinión, con argumentos, “yo votaría a favor de que Cataluña se fuera, estaríamos muchísimo mejor…”.

Un país, asegura, no puede subsistir con ese cáncer en su interior, con “un nacionalismo que es el alimento de la horda, que atora el cerebro… No debería asustarnos un referéndum, y si se van, mejor para nosotros y peor para ellos…”.

Esto no lo afirma un chisgarabís al pairo, sino una historiadora de fuste y con profundo conocimiento de lo que ha sido y es España. Así a bote pronto, Roca enlaza con el sentir de millones de españoles, hartos ya de estar hartos de las melonadas de los Rufián, Puigdemont, y toda esa patulea indepe con apellidos de Jaén. Frente a ese sentimiento generalizado en el resto de España se alza la razón de Estado y también es entendible. El columnista también cree que viviríamos mejor -desde luego con más salud mental- si Cataluña se fuera hacia un Estado de 28.000 kilómetros cuadrados y con menos importancia mundial que Andorra. Su turra permanente durante siglos, especialmente desde la restauración democrática en España, ha terminado por producir una catalanofobia perfectamente descriptible desde Finisterre al Cabo de Gata.

Sucede, sin embargo, que más de la mitad de los catalanes quieren seguir unidos con el resto de compatriotas y esa sí es una razón poderosa para continuar juntos. Lo que están consiguiendo los fatuos racistas y xenófobos es destrozarse entre ellos mismos. El espectáculo de los republicanos miserables, espada en mano, contra los más miserables pujolistas, por dinero y poder, es grandioso e inconmensurable. Ni siquiera son capaces de guardar las formas.

Sin sus aliados en el resto de España -Zapatero/Sánchez-, la patulea sería patulea sin sordina. Nada, el hazmerreír mundial. Corruptos de vuelos gallináceos. Es lo que hay. El Estado no debe bajar la guardia en defensa de los ciudadanos que quieren tener la doble militancia y una única nacionalidad. Las vísceras deben supeditarse a la razón. Porque en esta ocasión es una razón de Estado y europea.

Están locos, ahítos de dinero y mando. Se conforman con su corral y su pequeño predio donde sembrar patatas. Sí, son un coñazo de siglos. Paciencia y argolla frente al golpismo tribal y antidemocrático, tan antiguo como el carlismo mismo. No queda otra.

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