España con Sánchez al frente de la UE…

España con Sánchez al frente de la UE…

Esta semana, miércoles y jueves, Sánchez vuelve a irse de gira europea, ahora a Viena, Zagreb y Liubliana para ir preparando la campaña electoral en la que quiere convertir el segundo semestre de este año durante el que ejercerá, en representación de España, la presidencia rotatoria del Consejo Europeo que nos corresponde. Es oportuno, pues, recordar que presenta una tarjeta de visita que no debiera parecer atractiva para sus anfitriones tan próximos al grupo de Visegrado, al gobernar España con unos socios cuya ideología comunista fue condenada por el Parlamento Europeo en una Resolución del 19 de septiembre de 2019 junto al nazismo. Condena que esos países promovieron precisamente por haber vivido en sus carnes la realidad del paraíso terrenal que prometen esos actuales socios de su Gobierno. Aunque es obligado reconocer que esa anomalía política no parecía incomodar mucho a los aliados de la OTAN con ocasión de la Cumbre celebrada en Madrid el pasado año, ya que el sanchismo actúa cual una coalición de dos Gobiernos yuxtapuestos cohesionados por el disfrute del poder por encima de contradicciones y divisiones políticas internas. En la citada Cumbre, la facción comunista no estuvo presente, como tampoco lo estuvo en la reciente Cumbre bilateral hispano-marroquí en Rabat, lo que es un despropósito en unas políticas de Estado como la exterior y la de seguridad y defensa. Es otra muestra evidente de la carencia de «sentido de Estado» por parte del ejecutivo sanchista, que parece contar con que ese sentido que considera de facto que sí posee el PP, actuará como muleta que le salve en esas situaciones de dificultad extrema, bien sea con el voto favorable de la oposición al gasto de Defensa, o ayudándole a rectificar la chapuza histórica del sí es sí en el Congreso.

Todo ello obliga a plantearse cuando menos la reflexión de si es acertada esa forma de proceder del PP, ya que nada hay más opuesto al interés general de España que ayudar a sostener a Sánchez en el Gobierno, juicio que se acrecienta aún más cuando se considera que sus aliados parlamentarios prioritarios son nada menos que los separatistas de ERC y los de Bildu. Ya ahora, con la perspectiva de estar en el cuarto y último año de la legislatura, se puede afirmar  que la pervivencia de ese oxímoron -contradicción in terminis- del  Gobierno del  sanchismo es una prueba diaria de la situación social y cultural  en que nos encontramos, y no sólo en España sino en la UE. A nivel nacional, por cuanto en democracia se puede sostener que cada pueblo tiene el Gobierno que merece, ya que le vota; y a nivel de la UE porque ésta se ha convertido en un simple monaguillo al servicio de los intereses geoestratégicos de los Estados Unidos que, al tiempo que mira con lupa al Estado de Derecho de Hungría y Polonia, por ejemplo, en España hace la vista gorda.

No es casualidad para ello en absoluto que esos países no se sujeten a la dictadura de la corrección política que pasa por someterse, entre otros, a los dogmas laicos de la ideología de género y ahora del aborto, que Macron propugna incluir nada menos que en la Carta de los DD.HH. fundamentales de la UE. Por eso Sánchez proclama orgulloso en su solapa la Agenda 2030, que gestiona la comunista podemita Ione Belarra en su Gobierno, como antes Pablo Iglesias, lo que plantea la duda  de si, estando en esas manos, puede considerarse  seria, solvente y atractiva esa estrategia para diseñar el futuro prometido para la presente década.

Esta semana ha sido un reflejo de esta Europa, que con una mano presta ayuda solidaria a Turquía -menor a Siria-, sumida en una enorme catástrofe humanitaria, mientras con la otra mano envía tanques a Ucrania y debate si también cazas, para dar continuidad indefinida en su territorio a la tragedia de una guerra entre EEUU y Rusia por sus respectivos intereses. Para que no falte nada en esta situación nacional y continental que atravesamos, las dos únicas superpotencias geopolíticas -China y Estados Unidos- parecen entretenerse jugando una guerra de globos aerostáticos espías que muestra el nivel de desconfianza mutua existente entre ambas.

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