¿Enfermeros asesinos?

enfermeros israelíes
  • Teresa Giménez Barbat
  • Escritora y política. Miembro fundador de Ciutadans de Catalunya, asociación cívica que dio origen al partido político Ciudadanos. Ex eurodiputada por UPyD. Escribo sobre política nacional e internacional.

No sé si han tenido noticia de algo que ha causado conmoción en las redes. Dos enfermeros del Hospital Bankstown en Sidney confesaban desenfadadamente en un vídeo que se negarían a tratar, ¡incluso que matarían!, a los israelíes que acudieran a su centro para recibir atención médica. Se trataba de un hombre y de una mujer que aparecía en las imágenes con la cabeza cubierta con el preceptivo pañuelo. Esta es la primera vez en la historia de Australia que los trabajadores de la salud han declarado abiertamente su intención de asesinar a pacientes en función de su nacionalidad. Como dice la australiana Claire Lehman en Quillette, ver personal de enfermería con uniforme del gobierno de Nueva Gales del Sur declarando intenciones asesinas representa «una ruptura fundamental en el pacto social». Claire dice que el hecho de pagar los altos impuestos que respaldan el sistema de asistencia social, escuelas, hospitales y planes de discapacidad enfatiza que «estamos todos juntos en esto». Y esta es la clave: por eso nuestra parte, el mundo disfrutaba de una cultura de las llamadas «de alta confianza». Naciones con sistemas de bienestar sólidos fundamentados en valores.

Sí. La sociedad del bienestar que disfrutamos tuvo un fuerte impulso después de la Segunda Guerra Mundial como un compromiso de solidaridad y de caja común ante los sinsabores de la vida entre personas que eran muy parecidas y que compartían los mismos principios. ¿Qué será de nosotros si desaparecen? El escritor Daniel Friedman dice en X que «la inmigración incontrolada envenena el carácter nacional y convierte muy rápidamente una sociedad de alta confianza en una sociedad de baja confianza y baja cohesión». ¿La amenaza viene solamente, como en el caso australiano, de la inmigración musulmana? Un amigo médico, muy disgustado por lo sucedido, me dice que está de acuerdo con que el Islam plantea un problema incontestable. Pero que nuestra sociedad ya es un caldo de cultivo para el sectarismo criminal. La ideología woke nos ha perjudicado mucho, dice. Y me refiere varios ejemplos. Paypal, me recuerda, quiso poner en marcha una política que multaría a clientes que difundieran «desinformación». Para ellos, «desinformación» podría haber sido simplemente opinar en voz alta que un hombre que se siente mujer no es una mujer. O la demonización de la «derecha» por parte de personas que exhiben una superioridad moral. Parece que algunos olviden que la gente que no es de nuestra tribu política tiene el mismo derecho que nosotros a ser respondidos y atendidos. Mi amigo se pregunta: «¿Vamos a una sociedad donde un bombero va a decir que no apaga un fuego porque el dueño de la casa es del PP o porque es gay o católico?».

Claro que el caso de los enfermeros australianos rebasa todo lo soportable, en primer lugar, porque es ya real. Ha sucedido. El primer ministro australiano, Anthony Albanese, calificó las imágenes del video como «repugnantes y vergonzosas». Y a esos enfermeros, Ahmad Rashad Nadir y Sarah Abu Lebdeh, se les ha expulsado para siempre el sector sanitario australiano. El tal Nadir, originario de Afganistán, ha asegurado ahora que sus impactantes amenazas eran una «broma».

Pero vaya broma. El incidente ocurre en un contexto de creciente antisemitismo en Australia, al que sólo le faltaba el terrorismo sanitario. Si un sector de los australianos, los judíos en este caso, no puede acceder de forma segura a la sanidad pública, ¿qué tipo de éxito multicultural es este? Por primera vez, los australianos tendrán que considerar por precaución las creencias étnicas y políticas de sus trabajadores de la salud. No es, precisamente, un avance. Pero no habrá más remedio por culpa de unos recién llegados que han violado el pacto social, rechazando los valores puntales de su país de acogida, pensando sólo en disfrutar de sus beneficios. De broma, nada.

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