Las empresas son el motor de la economía

Las empresas son el motor de la economía

En estos momentos en los que la economía se tambalea debido al cierre productivo sufrido, a la lentitud en la reapertura y a la inseguridad jurídica creada por los cambios de criterio del Gobierno y las manifestaciones constantes de algunos de sus miembros en lo referente a las nacionalizaciones, subidas de impuestos o derogación de la reforma laboral, las empresas han inaugurado una cumbre empresarial (“Empresas españolas liderando el futuro”), organizada por la CEOE, para poner de manifiesto por dónde debe ir la economía y qué se precisa para que se remonte de manera rápida y robusta.

En primer lugar, y aunque en esta cumbre veremos a las grandes compañías, lo que se necesita es que la liquidez pueda llegar a tiempo a las pymes y autónomos, que son los que más dificultades de financiación tienen y quienes más complicado acceden a la misma, además de en condiciones menos favorables. Desgraciadamente, el Gobierno se ha quedado corto tanto en el montante como en la agilidad, y eso ha podido hacer que muchas empresas vayan a terminar cerrando.

En segundo lugar, todas las empresas han pedido seguridad jurídica y certidumbre, porque son dos elementos esenciales para captar la confianza de los agentes económicos: para que los inversores inviertan, los consumidores consuman, se adelanten así, unas buenas expectativas y, con ello, una mejora en la actividad económica y el empleo.

En tercer lugar, han pedido reformas que permitan agilizar todo el entramado económico, para que pueda expandirse un efecto multiplicador mayor de las inversiones que realizan las empresas y su impacto económico. Las empresas se han comprometido a apostar por la inversión, pero deben tener seguro el marco económico en el que se va a desarrollar, en el que no puede haber ni una duda ni intromisión pública.

En cuarto lugar, han pedido que no se toque lo que ha funcionado, como ha sido la reforma laboral de 2012. Cada vez que el Gobierno insiste en la idea de derogarla -y ahí está el compromiso que el PSOE firmó con Podemos y Bildu para hacerlo- incorpora reticencias a la inversión, la actividad y la creación de puestos de trabajo.

En quinto lugar, insisten en que no se puede llevar a cabo una subida de impuestos: ni de Sociedades, que frenará inversiones y las expulsará; ni de IRPF, que mermará el poder adquisitivo de los consumidores, con lo que al disminuir su consumo provocará una caída de la actividad y del empleo; ni de los servicios bancarios o digitales, pues lo único que se conseguirá con ello, es que termine repercutiéndose al usuario o que la empresa afectada se marche, que desembocaría en menos actividad y menos empleo.

En definitiva, se requiere un cambio completo de la política económica del Gobierno, secuestrada por el dogmatismo de Podemos, ya que sus ministros insisten, una y otra vez, en incorporar un intervencionismo a la economía muy preocupante, con el ánimo de intervenir en todo lo que puedan. Eso sólo nos conduciría a la ruina y al paro masivo. Tenemos por delante un horizonte sombrío, pues la caída de este año va a ser importante, la mayor desde la Guerra, con un desempleo que va a estar cerca de los cinco millones de personas, y un déficit y deuda desorbitados. O se cambia la política económica hacia una de flexibilidad, reformas, seguridad, certidumbre e impuestos bajos, o lo peor será el largo período en el que permaneceremos estancados tras la abrupta caída, que haría que el desempleo se mantuviese en niveles elevadísimos durante largo tiempo. Todavía se puede evitar, pero, para ello, el Gobierno tiene que rectificar.

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