Un domingo decisivo

Un domingo decisivo

En el momento en el que se publique este artículo, los distintos partidos estarán comenzando sus respectivos cierres de campaña. Tras dos semanas de campaña oficial, a la que hay que añadir muchas semanas más de precampaña, llegamos a la recta final con todo en el aire. Nunca unas elecciones generales han sido tan imprevisibles como las de este domingo.

Nunca. Todo se va a jugar en un puñado de escaños, especialmente en los que se reparten en las circunscripciones pequeñas, donde la ley electoral se vuelve más mayoritaria y el partido que queda primero suele llevarse el escaño final. Ese escaño final puntúa doble, porque lo pierde el segundo y lo gana el primero, de manera que la distancia entre ambos, partiendo de un hipotético empate, se dobla. Por eso es importante que cada elector, cada votante, cada ciudadano, tenga muy claro qué quiere para España, para su familia, para él, en los próximos cuatro años, porque, de esa manera, le convendrá orientar el voto en un sentido o en otro.

Es obvio que si un ciudadano opta por un gobierno que se base en el intervencionismo, en el gasto público para aumentar la demanda a costa de incrementar déficit y deuda, y también los impuestos, entonces su opción es clara: PSOE y Podemos, cualquiera de ellos, puede ser una opción para dicho elector, pues ambos representan esa política económica. Ese elector, además, deberá compartir con dichas formaciones la idea de una España federal, incluso la idea de la celebración de un referéndum en Cataluña, en línea con lo manifestado por Iceta, por ejemplo, o los paños calientes con los que Sánchez ha tratado siempre al independentismo, a cambio de sus votos en la moción de censura, en sus meses de gobierno y en los votos que volverá a recibir si gana, a cambio de posibles indultos, entre otras cosas.

Si un ciudadano simpatiza con el centroderecha, si sus ideas son liberal conservadoras, debe analizar muy bien qué efecto puede tener su voto, porque si opta por las opciones con menos representación dentro de dicho bloque de centroderecha, puede encontrarse con el hecho de que su voto termine yendo a parar, por omisión, a Sánchez, ya que en los restos conseguiría el último diputado en muchas circunscripciones, elemento que llevaría a la victoria y al Gobierno a Sánchez y a sus socios de la moción de censura.

Ese ciudadano, que no quiere impuestos altos, sino bajos; que no quiere más derroche, sino buenos servicios públicos esenciales; que no quiere más déficit y deuda, sino prosperidad; que no quiere una recesión, sino riqueza; y que no quiere paro, sino empleo, si con su voto provoca que gobiernen los partidos que harán lo que él no quiere, se horrorizará. Pero esa desesperación llegaría tarde, porque el lunes no devuelven el voto. No hay segunda vuelta. Eso sólo sucedió en una ocasión, las generales de 1989 en Melilla, por las reclamaciones electorales presentadas, y allí pudo haber rectificación, pero ahora no. Por eso, es muy importante que los electores piensen bien qué les conviene votar para lograr su objetivo. Los votantes de izquierda lo tienen fácil: PSOE y Podemos son complementarios en el voto, apenas se restan escaños en estas elecciones.

El votante de centroderecha tiene que afinar más, pues cada voto de centroderecha que no vaya al PP puede hacer que gobierne la izquierda. En los electores está la decisión en cada caso, con el conocimiento de que no habrá segunda oportunidad para rectificar el voto.

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