Dimisiones ya

Dimisiones ya
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Cada vez que Pedro Sánchez entona sus soporíferas peroratas de “copia y pega” recurre a la manida expresión de “moral de victoria”. Yo no quiero un Gobierno con moral de victoria, no. Entre otras cosas, porque no es cierto. Si existiera moral de victoria no estarían todos desaparecidos, embarrancados cual Titanic en el iceberg del coronavirus. De hecho, nadie diría que contamos con 23 ministros si no fuera por los 20 millones de euros que cuestan al año, millones que seguimos sufragando mientras la mayoría de ellos siguen sumidos en la irrelevancia. Yo, como muchos de los ciudadanos, quiero un Gobierno moral, un Gobierno de servidores públicos modelo y ejemplo para la ciudadanía. Pero ese no es el camino que Sánchez e Iglesias han elegido para salir del atolladero. Desde una arrogancia y ensorbebecimiento impropios de los cargos públicos, Sánchez e Iglesias siguen sin pedir perdón y sin depurar responsabilidades un mes después de habernos arrastrado al precipicio. El coronavirus no lo inventaron ellos, pero sí que es de ellos la cadena de negligencias, imprevisiones, errores, improvisaciones y desprotección generalizada a la población y sus sanitarios.

“El nivel de indignación social es tal que al final este señor, por vergüenza, ha tenido que retirarse, pero creo que es evidente que se cometieron negligencias y que esas negligencias son en última instancia responsabilidad de un Gobierno que tendría que haber pedido perdón a la sociedad y a las familias”. Estas palabras no son de ahora, ni corresponden con la dimisión de ningún miembro del Gobierno. Fueron pronunciadas por Pablo Iglesias para referirse a Federico Trillo y al Gobierno de Rajoy diez años después del accidente del Yak-42. Añadió, “las familias exigen justicia y dignidad y que este país tenga un Gobierno a su altura moral”. Sin embargo, como miembro actual de la ‘casta’ de la Moncloa, se arroja el valor de usar otros términos para ocultar su nivel de incompetencia. Ahora sigue la estrategia de su ‘comandante en jefe’ Sánchez, echa del argumentario de la factoría Redondo e intenta colocarse a la altura de países vecinos para decir que nadie estaba preparado para el coronavirus. Por ello, cada vez que Iglesias o cualquier miembro del Gobierno nos venga con esta clase de bulos o desinformaciones hay que rebatírselo con hechos y números: España es el país con la mayor tasa de muertos del mundo porque el Gobierno socialcomunista reaccionó tarde.

A sabiendas de sentirse perjudicado, la mejor salida que ha encontrado Pablo Iglesias ahora es promover su sueño revolucionario bolivariano en España. Menos mal que lo del ‘escrache’ a modo de cacerolada al jefe del Estado le salió mal, pero fue la primera intentona. Su opción B, pasa por crear una red clientelar de voto cautivo con lo de la renta mínima vital. Iglesias sabe que para controlar un pueblo e intentar hacerlo servil no hay mejor cosa que empobrecerlo. Es el camino seguido en los tiempos de la URSS, la Cuba de Castro o la Venezuela de Chávez. Puro manual de comunismo. Que la economía española entre en estado de hibernación y la cifra de parados alcance los 3,5 millones es algo que el líder de Podemos busca rentabilizar. Sin embargo, los contrapesos con los que se va a encontrar por el camino serán fuertes: oposición política, sociedad civil, sistema judicial y una UE que no estará nunca dispuesta a sufragar los despilfarros del Gobierno español. El dinero del rescate, porque llamémosle por su nombre a pesar de las capas de maquillaje con que los órganos de propaganda del Gobierno pintan el dinero que vendrá de Bruselas, no será asumido finalmente por todos los miembros de la UE como suele ocurrir. Nadie paga una fiesta de la que no va a participar. Y eso el gobierno español lo sabe, pero lo esconde para dentro de unos meses intentar echarle los parados y las quiebras empresariales a la cara de Bruselas. Todavía somos parte de la Europa política y deseo que por mucho tiempo, pero desde fuera como desde aquí se espera que el Gobierno haga tres cosas básicas: pedir perdón a las familias de los fallecidos y al resto de la sociedad por los errores cometidos, acometer las destituciones necesarias y abrir las ventanas de los despachos para que entre el aire regenerador que necesita España a modo de elecciones.

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