Homenaje a Toni Deyá

En la tarde de ayer, a las siete, cuando el sol todavía brilla y el calor se apacigua para convertirse en caricia, así es la primavera en la isla, Mallorca despedía a uno de sus hijos más queridos con un funeral en la iglesia de Santa Eulalia, en Palma, que congregó a una multitud que llenaba no sólo la nave central del templo, también las capillas y los exteriores para honrar a un hombre que hizo feliz a mucha gente.
Siento un enorme cariño por sus hermanos, a dos de ellos ya se los he presentado, Nacho Deyá y Lluc Deyá, y hoy con respeto hacia ellos y con el respeto aún mayor que siento por los que se han ido, dejando un recuerdo dulce, voy a contarles quién era ese hombre, que con su muerte ha conmocionado al Puerto de mi pueblo, U Moll, al mundo del golf, al mar y a una gran cantidad de gente que le conocía y le echará de menos.
Me temo que ni Toni ni los suyos pretendían ser nada, pero el caso es que lo son. Su historia demuestra que la entrega, al servicio de España como legionario tiene un porqué, que le lleva a disfrutar del golf y del mar de la misma manera que la vocación de servir a su país con orgullo. Todo en la vida se puede vivir con orgullo, incluso la muerte, que no es el final.
Como me escribía uno de sus familiares agradeciendo las muestras de cariño que estaban recibiendo, se ha ido un gran legionario y también un gran piloto, y sobre todo un gran patriota. Como le gustaba decir llevaba días calentando motores y con ganas de despegar. Ocurrió el pasado sábado. Los cercanos se pudieron despedir de él, pero no fue hasta la llegada de su hijo Luis, que tomó altura hacia un lugar mejor donde seguramente seguirá haciendo felices a muchas personas.
Como les contaba al principio de esta crónica homenaje a un hombre y a una familia, sé que Toni luchó mucho y que ya merecía descansar dejando un bonito recuerdo. Su barco sigue amarrado en el Club Náutico del Puerto de Pollença. Nada del otro mundo, no, pero sí un barco digno de ser llamado como tal porque se construyó para navegar la mar disfrutándola. Ser amante del cielo y amante del mar debe ser algo parecido.
He volado en aviones de aeromodelismo biplaza o en simples avionetas cruzando países, y es mágico cuando mar y tierra se juntan en variedades de azules con destellos luminosos y caballos blancos, arriba y abajo. Como en la vida. El Real Club Náutico de Pollença quiso homenajearle con la bandera que lo corona a media asta. El resto de banderas que la acompañan permanecieron altas, al viento, en su sitio, haciéndose respetar, que seguramente es como le habría gustado verlas a Toni Deyá Frutos.
También el mundo del golf se puso de luto, comenzando por el Club de Golf de Pollença, vuelvo a repetir con orgullo, mi pueblo, y el de él, puesto que lo había elegido. Digo con orgullo porque no hay mejor lugar en la tierra. Sé que sus compañeros de green ya le echan de menos, que las partidas no serán lo mismo sin él. Fue siempre un hombre elegante en todo lo que hizo. Un señor de los de verdad que no necesitan mostrarlo de manera artificial, porque a la legua se distingue eso que llamamos clase sin saber muy bien qué es. Allure dicen los franceses.
Ese don que generalmente se hereda conquistó a todos, su club, el de Pollença, a la entrada del pueblo, bajo las faldas del Puig de María y con vistas al mar, aquí tengo la tierra bajo mis pies, veo el mar y siento el cielo que me deja volarlo, pienso, ha decidido colocar una placa en su honor, tal era su carisma, para que permanezca allí su nombre y su recuerdo para siempre. Habrá un torneo anual que llevará su nombre. En el Facebook del club se puede leer: «Su verdadero legado trasciende el ámbito deportivo. Toni ha sido y será un ejemplo de entusiasmo, cercanía y autenticidad, así como de patriotismo y lealtad. Fue alguien que más allá de su pasión por el golf y la náutica, supo cultivar vínculos sinceros, tender la mano con generosidad y transmitir alegría en cada encuentro». Su director, Raimundo Pérez Hernández, le da las gracias, alaba su generosidad y excelencia, vitalidad, generosidad y amistad. Y acaba sus letras con un Descanse en Paz que todos le deseamos.
Miren, cuando una persona es despedida con tanto cariño, por algo es. Si la gente se comporta así, sobre todo en Pollença donde es muy difícil ser aceptado, querido y valorado, por barreras que los siglos venideros no conseguirán derribar, barreras tan respetables que no se pueden ni mencionar porque pertenecen a la idiosincrasia de un lugar muy excelente y muy particular, hay que inclinar la cabeza y decir: Toni has jugado el partido de la vida con maestría, desde el cielo, la tierra y el mar. ¡Qué gran suerte saberlo apreciar!
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