Del barrio de La Estrella a Moncloa
Recientemente, un Felipe González arrollador acudía al programa de Antena 3 El Hormiguero, donde demostró encontrarse en perfecta forma física, política e intelectual. Con este motivo, voy a recordar mi relación personal que durante su época como presidente del Gobierno mantuve no solamente con él, también con su entonces esposa, Carmen, desde horas después de tomar posesión del palacio de La Moncloa.
Mi buena relación con el matrimonio y que, en vísperas de su nombramiento, había compartido un agradable encuentro en su modestísimo pisito de Pez Volador, en el madrileño barrio de La Estrella, me permitió ser el periodista que realizara la primera entrevista y el primer reportaje del nuevo presidente socialista del Gobierno en su hogar institucional, a los ocho días exactamente, de aquella entrada en plena noche en La Moncloa.
– ¿Se sintieron cohibidos, abrumados al verse finalmente solos en el palacio?
– Un poco si. Mas que cohibidos, diría que abrumados. El espectáculo de los niños entrando de noche fue muy duro. Tal vez hubiera sido mejor haberlo hecho de día, cuando se ven las cosas mas claras, una verdad de perogrullo, pero que es verdad. Veníamos de un pisito normalito de Pez Volador, que tú conociste. Y, de repente, nos vimos en aquellos grandes salones con sólo una maletita, como si fuéramos de fin de semana, mirando aquellos techos tan altos, muy distintos de los de nuestro piso, y los grandes cuadros en las paredes… Era una situación un poco especial. Los críos estaban muy nerviosos. Era lógico, por ese cambio tan brusco. Por nuestra parte, como personas mayores, teníamos más capacidad de racionalizar. El impacto que se produjo era más razonable en nosotros que en los niños.
Abusando de la confianza, sobre todo, con Carmen, por la que siempre he sentido un cariño y una admiración muy especial, me atreví a hacerle una pregunta muy íntima:
– ¿Cuál fue la relación afectiva del matrimonio aquella noche tan especial?
Una sonrisa cómplice y nerviosa se produjo en el matrimonio antes de que ella respondiera:
– El hecho de estar en un lugar extraño, en un nuevo ambiente, yo creo que une y aproxima mucho. Sucede cuando te encuentras en la habitación de un hotel a mucha distancia de donde normalmente vives. Claro que te sientes más unida a tu pareja…
Felipe González y el Quijote
– ¿A quién le costó más conciliar el sueño?-, les pregunté a los dos.
– A mí, siempre-, contestó Felipe. No esa noche, sino siempre. Eso es habitual…. En esto, Carmen tiene una salud de hierro. Duerme más y mejor. Yo combato la falta de sueño leyendo.- ¿Qué leyó esa noche?
– Como en aquella maletita no llegaron los libros, me dediqué a leer algunos informes que llevaba en la cartera. A la noche siguiente, la segunda que dormíamos en La Moncloa, leí el último capítulo de El Quijote.
– ¿Por qué el último?
– Este capítulo tiene una enorme belleza. La recuperación de la cordura de don Quijote y las bromas con sus amigos de siempre… Me parece tan impresionante y le da a uno una dimensión de profundidad, de distancia en el tiempo que es completamente necesaria para mantener el sosiego. Ese don Quijote que ve aproximar la muerte y, con ella, la recuperación de la lucidez me parece una maravilla.
La Moncloa, según Felipe González
Aquel día y en aquellos momentos me interesaba mucho saber, por boca del propio presidente, qué sintió, a nivel humano, al encontrarse con su familia en La Moncloa
Debo decirte que es una sensación relativamente extraña. Por origen, es difícil adaptarse a una casa que tiene un poco aire de palacio. Digo un poco porque a veces, desde fuera, se puede tener la falsa imagen de que esto es un inmenso palacio, pero, sin duda alguna, entre lo que supone esta casa con algunos salones recargados y lo que era el piso en el que vivíamos en el barrio de La Estrella había una distancia considerable. Yo creo que los que más pronto se han adaptado, afortunadamente, han sido los niños, capaces de cambiar de vida con una enorme facilidad.
Cuando le pregunté si consideraba La Moncloa un verdadero hogar me respondió:
– Podría llegar a serlo si se le da el toque humano y familiar de toda vivienda, de todo hogar. Pero no si faltan tus libros o el sillón en el que uno acostumbra a sentarse, o las fotografías y cuadros que tanto te acompañan…
Aunque siempre habrá que mantener un equilibrio de respeto a lo que significa esta casa como sede de la presidencia del Gobierno y la necesidad de crear un ambiente familiar y un ambiente de hogar.
Lógicamente hablamos de sus sentimientos al oír en el Congreso de los Diputados la proclamación de su nombre como nuevo Presidente del Gobierno español.
– Me sentí abrumado y preocupado. Esa fue la más íntima sensación. También se que lo normal, políticamente, es decir lo contrario. Es decir, que me sentía satisfecho y esas cosas que se suelen decir. La verdad es que me sentí preocupado por las responsabilidades que tenía encima, pero, al mismo tiempo, tengo que decirte que poseo el gas suficiente, esperanza suficiente, como para afrontar mi responsabilidad.
– Pero ¿no pensó en nada?
– No lo sé, porque en el momento en que se acabó la votación de investidura, yo bajé la escalerilla que me separaba del piso llano del hemiciclo y me encontré con periodistas de radio, tevisión y prensa en general que me abordaron haciéndome preguntas. Por lo tanto, no me dejaron espacio mental para pensar.
– ¿Por qué eligió el estamento militar, precisamente la División Brunete, para su primer acto oficial después de su proclamación como Presidente del Gobierno?
– Yo quise, desde el principio establecer una relación clara y sincera con las Fuerzas Armadas. Me parecía un momento oportuno. Y la División Brunete se trataba de una división importante. Y yo diría que algo mas. Una División que había sufrido en los últimos meses situaciones muy tensas. Por tanto, como yo hago desde el principio una apuesta de confianza, con mi presencia quería reforzar esa apuesta de confianza en la buena relación entre el poder político y las Fuerzas Armadas, desde luego en el futuro de España.
– ¿Pretendía hacerle llegar a las Fuerzas Armadas algún mensaje con su presencia?
– La verdad es que toda actuación pública de un presidente de Gobierno, tiene inexorablemente un significado. Y, desde luego, en este caso, el significado que acabo de explicarle. Creo que hay que huir de la arrogancia y de la adulación. Yo he querido transmitir que estaba ocupando un puesto de servicio a España y que, en ese puesto de servicio, tengo responsabilidades sobre todos los estamentos de la nación y hay uno que es fundamental, las Fuerzas Armadas. Quien olvida eso, olvida dos cosas importantes: la Historia y el futuro.
Esa profesora llamada Carmen
– ¿Te hubiera gustado quedarte a vivir en el piso del barrio de La Estrella como hizo la esposa del Presidente italiano Sandro Pertini que sigue viviendo en su casa de la Fontana de Trevi ?- le pregunté a Carmen.
– Hombre, si se pudiera escoger, evidentemente sí. Pero aquel pisito no reunía condiciones de seguridad.
Y una pregunta muy relacionada con lo que está sucediendo hoy con Begoña Gómez y su trabajo.
– ¿Cree que podrá continuar ejerciendo su profesión?
– Eso quisiera pero el horario de mi trabajo es un horario nocturno muy difícil de compaginar con algunas asistencias que exige el protocolo. De todas formas, yo no lo dejaría nunca por cuestión de imagen o de lo que puedan o no dejar de pensar la gente. En definitiva, yo creo que no he sido elegida para ningún puesto. Es decir, el venir a Moncloa supone un cambio, en cierta medida, pero no totalmente porque ello es un asunto privado para mí. Y el que deje o no mi trabajo, yo creo que no es un asunto de incumbencia de la nación sino de mi marido y mío.
Carmen siempre fue la compañera fiel e incondicional de Felipe. Ella siempre estaba ahí, cerca, aunque sin exhibicionismos de pareja perfecta ni matrimonio de libro, según María Ángeles López de Celis, 32 años en la Secretaría de cinco primeras damas de la democracia.
«La opinión pública no entendió nunca las razones por las que Carmen Romero no daba saltos de alegría por estar casada con un hombre como Felipe González».
Ella, sí es licenciada, no como Begoña. Y lo es en Filología inglesa y profesora agregada del Instituto Calderón de la Barca de Madrid hasta 1988.
«Yo soy una mujer con una familia aunque no me gusta ni exhibirme ni exhibirla. Porque yo no soy una mujer sola, soy una mujer que tiene un marido y una familia»
Carmen Romero se negó siempre a convertirse en personaje público y a renunciar a su vida privada. Por ello me puntualizó:
– Yo creo que el protocolo no me obliga a que acompañe siempre a mi marido. Creo que estos temas del protocolo me dejan bastante margen. No creo que sea obligatorio a que yo acompañe a mi marido cada vez que sale. Se que lo han hecho otras esposas pero no es obligatorio, no lo impone ningún protocolo. Yo creo que debo estar con mi marido, aparte de siempre que me apetezca estarlo, cuando yo crea que es bueno que lo esté. Yo he sido y él está aquí y puede atestiguarlo, tremendamente respetuosa con su trabajo. Jamás en la vida he hecho comentario alguno porque, entre otras cosas, no creo que esa sea mi función. Siempre he tenido una delicadeza enorme para no meterme en asuntos que no me incumben. Por supuesto que nunca voy a dejar de trabajar aunque sea la mujer de un Presidente del Gobierno porque todo es pasajero y pasados unos años él dejaría de ser el señor Presidente y yo tendría que volver a mi profesión. Y si esto es tan transitorio, solamente dejaría de trabajar si realmente fuese incompatible. No comprendo por qué el desempeño de una función pública como la de mi marido tiene que variar sustancialmente mi vida. A no ser que circunstancias de seguridad lo impidiera.
El primer bonsai
Tras un viaje por países asiáticos, fui invitado, junto con Carmen, mi mujer, a un almuerzo en La Moncloa. Lógicamente. hablamos mucho del viaje y, por supuesto, no faltó la pregunta de siempre: que había comprado.
– Dos bonsáis-, les contesté. Aunque al lector le sorprenda, no habían oído jamás hablar de este arbolito oriental. Pero les vi tan interesados que les comenté que les enviaría uno. Tenían tantas ganas de ver cómo era que mandaron a recogerlo. Como consecuencia de aquel regalo, conservo la carta que Carmen Romero redactó en los siguientes términos: «Jaime, el bosai es maravilloso… Me llevé una gran sorpresa porque no imaginaba que lo recordarías… Gracias por todo».
Este fue el primer bonsai del presidente Felipe González y el origen de la fabulosa colección que llegó a tener en La Moncloa y que más tarde donaría al Jardín Botánico de Madrid.
Era tan entrañable mi relación con el matrimonio que varias veces me hicieron llegar su deseo de conocer a Julio Iglesias. En uno de sus viajes a Madrid, le pedí a Carmen que organizara una reunión en Moncloa. Y allí que fuimos los tres.
¡Que tristeza comparar la calidad humana y política del actual presidente Pedro Sánchez y la del inolvidable Felipe González! Y de Begoña Gómez y Carmen Romero, mejor no hablar. No encontraría palabras para calificar a una y a otra.
Chsss…
¡Que nivelazos intelectuales en el Parlamento español! Por un lado, el ministro de Cultura atacando al Partido Popular con Milei y la ministra vicepresidenta mandando a la mierda a la oposición, tras la réplica de Feijoo a Sánchez.
«El máximo objetivo del Rey no puede ser el futuro reinado de su hija, sino el servicio a su país». (Pilar González de Gregorio, hija de la duquesa de Medina Sidonia).
Tres de los seis hijos del que fuera el matrimonio más famoso de Hollywood han renunciado al apellido de su padre.
Malos tiempos para la monarquía inglesa, según los expertos en la casa real británica: «La familia real ha perdido la confianza de los británicos».
Nunca la política exterior de España ha estado peor representada que por napoleoncho, como apodan al actual titular.
Estimado Manso, creo que te has excedido calificando en la portada de Yo Dona a Tamara como «la otra reina». Le va mejor lo de «marquesa total», como la califica Javier Cid en su crónica.
La actual reina consorte de Reino Unido es la última soberana en comprometerse con el bienestar animal renunciando a los abrigos de pieles.
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Ha reconocido que se enteró en la Caja Mágica, donde estuvo sentada junto a los padres de Teresita, la mujer del alcalde madrileño, que su abuelo «fue noviete de mi madre».
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