La decadencia acelerada se instala en la España sanchista

Imagen urbi et orbi de caos, falta de gobernabilidad con fuste, incompetencia generalizada en puestos claves, con la sensación de que no hay nadie al mando. Sánchez podrá perorar horas y horas en la tribuna del Congreso, su Brunete mediática repetir como papagayos los bulos gubernamentales, pero tras siete años de poder es difícil que sus trágalas hagan mella en nadie libre y medianamente informado.

Ni todos los relatos, redactados por expertos muy caros de nuevo cuño que insisten en despreciar la verdad, ni todas las propagandas, ni todos los bulos esparcidos por doquier y groseramente (Efe/Rtve/Prisa) pueden ocultar ya la incapacidad manifiesta de un Gobierno agotado, carcomido por sus propias infidelidades, rodeado por la corrupción y la incompetencia.

¿De qué presume Sánchez? ¿Sobre qué argumentos se basan los conspiranoicos con Óscar Puente a la cabeza que están dispuestos a poner el sentido común en almoneda para defender a capa y espada una gestión gubernamental nefasta? Argumentos falsos que saltan por los aires cuando se produce el histórico primer apagón en toda España y los carísimos trenes de Alta Velocidad quedan varados día sí y noche también.

La mentira es, quizá, el acompañamiento más letal en el entorno sanchista. ¿Quién puede creer ya a un mentiroso compulsivo y permanente? Su locura por el poder ha conducido a la gran nación española a un camino sin posibilidad de retorno, abocada a seguir la senda de la corrupción y a no recuperar el crédito de las políticas públicas en la persona que encarna la primera capacidad ejecutiva de España.

Sus deudos, que son multitud, alimentados con miles de millones de los recursos públicos, se equivocan si creen que retorciendo la verdad pueden permanecer in aeternum sentados en el poder. La decadencia y el caos es un detritus amarillo imposible de soportar para siempre.

Esta España no da más de sí. Y ellos, salvo Sánchez, todavía no lo saben.