De la crisis financiera a la metamorfosis económica

De la crisis financiera a la metamorfosis económica

¡Cómo pasan los años y cómo cambian las cosas!, recordando la singular interpretación del dúo formado por Rocío Dúrcal y Julio Iglesias. Parece que fue ayer por la tarde… Aquel 15 de septiembre en el que cristalizó uno de los más grandes golpes al sistema financiero norteamericano que de retruque afectó al mundo occidental. Lehman Brothers, al filo de la ética financiera, había forzado la máquina de la creación de instrumentos financieros. La basura tóxica encarnada en productos financieros sin una mínima solvencia las memorables y envenenadas subprime —en suma, esas hipotecas residuales, segundas o terceras, cuartas o quintas, vaya usted a saber— se estuchaban convenientemente, se estructuraba un apetecible y acaramelado producto financiero y, decorado con gusto, se canalizaba hacia los mercados financieros. Luego, ya era responsabilidad de los mercaderes financieros conseguir que el extraño artilugio financiero se colocara por acá, por allá y por acullá, como así acabo siendo. Los maquillajes contables suelen elaborarse con potingues de igual potencia que la dinamita, aunque cercenados al ámbito estrictamente financiero.

Nuestro sistema financiero, a los pocos días —el 24 de septiembre de 2008— de estallar el affaire Lehman Brothers  —15 de septiembre de 2008— y que los sólidos muros de Wall Street temblaran, se decía, en el mismo Manhattan, que gracias, entre otros factores, a las cuentas públicas españolas saneadas, quizá fuera el más sólido de la comunidad internacional. Eran tiempos aquellos en que el crédito andaba desbocado, la solvencia de los prestatarios apenas era objeto de control y la banca, si bien es preciso acotar el término, en honor a la verdad, a las tradicionales y ya prácticamente desaparecidas cajas de ahorro, se comportaba dadivosa, generosa y hacía gala de una exuberancia a raudales. De aquellos barros, estos lodos. A lo largo el trienio 2008 – 2010, el crédito bancario al sector privado oscilaba, millón de euros arriba, millón de euros abajo, en torno a 1,8 y 1,9 billones. Hoy, a 30 de junio se sitúa en menos de 1,3 billones de euros. El recorte en el grifo de la financiación bancaria ha representado un tremendo batacazo para las economías empresariales y las familiares. Concretamente, la financiación bancaria para actividades productivas – empresas – que en 2010 alcanzaba 1,013 billones de euros actualmente se ha encogido a 616.000 millones.

Un nuevo orden

Un nuevo orden se ha impuesto en la banca española, como en el resto de la europea, que de trabajar con aquellos tipos de interés de antaño, manejando recursos materiales y efectivos humanos sobredimensionados se vio forzada a proceder a una severa cura de adelgazamiento. Si en 2008 España contaba con 62 entidades, en 2016 solo tenemos 19. A corto o medio plazo, todo apunta a que aún se reducirá más el número de operadores bancarios en nuestro país. Las fusiones que las entidades lleven a cabo, en el futuro, no serán ofensivas en el sentido de ir hacia delante sino más bien defensivas en pos de la protección. Que unas entidades, las más poderosas —cuyos nombres huelga mencionar al estar en la mente de todos nosotros— acaben engullendo a las más frágiles o débiles, deparará un mapa bancario controlado y dominado por unos pocos bancos, que hará bueno ese reciente pronunciamiento de Mario Draghi enfatizando que todavía sobran bancos en Europa. Esas fusiones defensivas acarrearán más despidos y más cierres de oficinas, junto con la desaparición de algún nombre histórico de nuestro sistema financiero que aún intenta aguantar estoicamente.

La banca hoy se mueve en una zona de arenas movedizas. Por un lado, recortando plantillas y vendiendo activos. La recesión cristaliza en la atonía del negocio y en la reducción de sus volúmenes. Si en 2008 los productos financieros —ingresos— de las entidades de depósito españolas, en su mercado doméstico, depararon ingresos cercanos a los 142.000 millones de euros, la caída en picado de los mismos ha sido pronunciada e imparable. En 2015, los productos financieros ascendieron a menos de 44.000 millones de euros. La secuela inmediata de ese descenso de los ingresos bancarios se traslada al capítulo de los costes financieros: de aquellos intereses satisfechos en 2008 por casi 107.000 millones de euros, en 2015 han disminuido a 17.000 millones.

La reconversión de la industria bancaria pasa por el reto de la digitalización que entraña cierres de oficinas y nuevos y rompedores decorados para las sucursales que aguanten en pie… De 2008 a hoy han desaparecido 14.811 y se han eliminado más de 70.000 empleados, algo así como un tercio de los que colaboraban antes del estallido de la burbuja.

Los cambios en el negocio de la banca son incesantes, imparables y, hasta cierto punto, disruptivos. Los estrechamientos de los márgenes constituyen un hándicap a contrarrestar ingeniando nuevos productos o igual exprimiendo las comisiones por todos los conceptos a la máxima potencia.

Entretanto, esa revolución bancaria, eufemísticamente calificada como de reestructuración, se debate en unos mares del dinero que andan revueltos. Los bancos son como aquellos puentes de Simon & Garfunkel sobre aguas turbulentas. La débil rentabilidad del sector financiero, por mor de los tipos de interés, juega en su contra —a su cotización en Bolsa hay que remitirse— la elevada morosidad que se detecta en bancos de Chipre, Grecia, Portugal, aún Irlanda y esa especie de bomba de relojería que pudiera ser Italia, con alguna prestigiosa entidad en la cuerda floja y en trance de rescate, pone de manifiesto que aún restan ímprobos esfuerzos en aras del saneamiento de la banca europea, con la periférica en plena diana.

La política excesivamente acomodaticia de los bancos centrales, centrada en nuestro caso al papel del Banco Central Europeo, deviene en una suerte de dinero gratis con todos los riesgos que tal decisión, a medio y largo plazo, cuando el dinero deje de ser gratis, causará. Compra de bonos públicos y asimismo de corporativos, de empresas privadas, junto con la existencia de tasas de interés negativas alteran radicalmente las coordenadas del negocio financiero.

No agravemos más ese paisaje volviendo a apelar a nuestros sentimientos europeístas y al aumento de los riesgos políticos con los populismos, las divisiones, los refugiados y el terrorismo que acecha a Europa. Dejémoslo aquí por hoy…

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