El carisma de Mañueco

El carisma de Mañueco
El carisma de Mañueco

En un país decente y neutral el carisma se lo suelen llevar los dirigentes que bajan los impuestos, no los que mejor besan a los púberes o prometen puentes donde no hay ríos. Así sucedió con la Thatcher, que en principio era un mal remedo de la Reina Isabel, bolsito incluido, o de Reagan, al que la izquierda yanqui, la que cobraba del Soviet Supremo, le encargó una campaña difamatoria en la que lo más bonito que se le llamó fue “vaquero analfabeto”. Aquí, en este país ocurrió lo contrario: el carisma fue confiscado por la voracidad lujuriosa de  Montoro, depredador fiscal ya convertido en precursor  del sanchismo. El tal carecía de carisma, ni tampoco lo quería, lo suyo era, como sus herederos de la coalición social-leninista, echar mano a la cartera de los indefensos y agredidos contribuyentes. El carisma político es todo lo contrario a Montoro y Montero; es Ayuso y su estupendo cómplice Fernández Mañueco del que dicen sus detractores que es muy soso, y que entusiasma menos que Luk de Jong en el Barça, o sea, nada de nada. Ojo que tienen.

A Mañueco le han hecho un regalo electoral sin precedentes los bodoques de la citada coyunda. Todo a cuenta de la arremetida del inane y peligroso estalinista Garzón contra los filetes que nos comemos, él que se zampó en su lujosa boda, plena de chaqués de sastrería y trajes fameninos de marca progre, unos cuantos solomillos del mejor ganado de Guadarrama. Y  no paran; los comunistas y sus conmilitones de Sánchez nunca terminan de j… la marrana. Ahora se han inventado que las pobres víctimas de un accidente de circulación que, tras sus encierros hospitalarios y sus bajas profesionales cobren una indemnización de su seguro forren a la pantagruélica Hacienda con una muy buena parte del dinero que reciben de su mutua. Todavía no se ha atrevido el trío maléfico Sánchez-Calviño-Montero a revelar hasta qué punto los deudos también se tendrán que pasar por la caja del Fisco. Todo llegará sin embargo. Ya pagamos por el aire que respiramos, que si es malo nos va a costar una pasta, y nos sacarán las muelas en el caso de que ¡estúpidos de nosotros! Pertenezcamos a esa clase menor de autónomos que, en verdad, aquí somos tratados como la más arrabalera casta de la India.

Y el atraco se va a culminar de la siguiente manera: si cobras mil, te sacarán trescientos de la buchaca; si tres mil, no menos de mil, y no digo ya si eres un privilegiado que llega a los diez mil, entonces el Gobierno y el denigrante ministro de la Seguridad Social y de no sé cuántas cosas más, se lo llevará todo como por ensalmo, encima escuchando a este gerifalte que “que buenos somos que promovemos la igualdad”. Y el atraco no termina así porque el propósito del aún presidente del Gobierno es hacer que todas las regiones que no pertenecen a su disciplina, vuelvan a instituir los impuestos de Donaciones y Sucesiones, hachazos que posibilitan que un pobre contribuyente pague dos y tres veces por el mismo cargo. Es decir, goma 2 contra los ciudadanos.

Pero claro está: resulta que quien tiene carisma es el chulapo de Tetuán, tan guapo él, tan televisivo que, según proclama una periodista arrebolada: “Se le come la cámara”. Pues a ver si le devora de una vez, pensamos muchos. Él sí que tiene carisma, se sube a nuestros aviones, se calza las gafas de sol de mafioso hortera y se pone “modo Kennedy”. Recuerdo personalmente cómo mi antiguo amigo, un socialista de Madrid, ahora endulzado eléctricamente, calificó así a Isabel Díaz Ayuso cuando sólo era un proyecto de líder: “Es una niña bien que tiene poco recorrido”. Tampoco tenía carisma la chiquilla. Ahora, con Mañueco, que dice lo que piensa y sólo promete lo que puede cumplir, el problema es que no tiene carisma. Dónde va a compararse con ese Tudanca gris como la niebla de Pucela o con la antigua consejera de Sanidad de la región, la doctora universal Carolina Casado, que cerró todas las hostelerías provinciales, las llenó de deudas o directamente las arruinó. ¡Ella sí que era el carisma andante! Esto del carisma es francamente indigesto. Fíjense que es la virtud que manipulan sectas religiosas como El Yunque, para justificar que todo el que no es de su obediencia debe ser eliminado. Así que cuidado con el carisma que huele peor que Pablo Iglesias.

Regreso al principio de esta crónica: en un país decente y neutral (que no persiga a sus habitantes, vamos) los impuestos serían el gran asunto de una competencia electoral, de una campaña digna. En España no, la clave es el dichoso carisma. Mañueco no lo tiene, es un soseras y no posee dones retóricos apreciables. Egea, su vicepresidente hasta hace un mes, sí lo posee, además es médico y eso lo cura todo. De Tudanca ya hemos hablado. A Garzón mejor ignorarle cuando viaje a Zamora o a Soria no vaya a ser que empeñe en estabular las vacas por decreto. Y Díaz, cuando acuda a una empresa ganadera, mejor que recupere su ropa de andariega santiagueña porque la que luce  ahora es de mocita pija de Serrano. ¿El carisma? ¡Qué don natural más engañoso! Sin él ganaron Angela Merkel y aquí incluso Zapatero, un botarate que se ha quedado en 1934, cuando su abuelo combatió a las órdenes de Franco en la Revolución de Asturias. Sin nos hubiéramos descuidado con él ya estaríamos en la UCI de la economía mundial, igual que su admirado dictador, sangriento sujeto, Nicolás Maduro.

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