El bono electoral joven
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Nada tiene que ver que sean los nacidos en el año de la primera victoria electoral del PSOE de Rodríguez Zapatero, aunque algunos lo hayan pensado por la vitola de caudillismo que están empezando a tomar todos estos asuntos. Los jóvenes premiados con los 400 euros del bono cultural del gobierno de Pedro Sánchez por el solo hecho de cumplir 18 años en este 2022 (un total de 438.387, según el INE), lo han sido porque serán, simplemente, nuevos votantes de cara a las citas electorales del año próximo.
Ya en el momento del anuncio de la puesta en marcha del Bono Cultural Joven, en octubre de 2021, el PSOE y Unidas Podemos habían perdido un millón de votos entre los votantes de 18 y 35 años desde las elecciones generales de 2019 (“El Mundo”, 9 de octubre de 2021).
Si alguien albergaba dudas sobre el electoralismo de este cheque cultural, ahí tiene al ministro del ramo Iceta haciendo suyo en las redes sociales un titular de este tenor: “¿Tienes 18 años? Además de votar, puedes disfrutar los 400 euros del Bono Cultural Joven”. Más explícito fue el cómic de las Juventudes Socialistas de Aragón que ya en 2019, al hacerse eco de la medida, animaba a los jóvenes a conseguir el bono votando al PSOE “que es a quien se le ha ocurrido la idea”.
Cheque cultural que es, además, un desmentido en toda regla al marchamo igualitario que dice ostentar el gobierno de Sánchez y que le ha llevado recientemente a una más de sus ya histriónicas andanadas contra Ayuso por las becas de bachillerato. Sin requisito alguno de renta, sin tener en cuenta tampoco la situación familiar respecto a empleo o vivienda, el socialismo reparte más de una séptima parte del presupuesto de Cultura para 2022 solamente entre el 1% de la población española por pura coincidencia natal y electoral.
Este festival de desigualdad radical logra que apenas 438.000 jóvenes perciban cada uno 400 euros del gasto cultural del gobierno en 2022, lo que significa 366 euros más que cada uno de los 41,5 millones de españoles restantes, el 99% de la población, a los que corresponden 34 euros de gasto cultural per cápita.
El sentido electoralista de la medida viene remarcado también por la encuesta del propio CIS de junio-julio de 2021 sobre la situación de la infancia y juventud ante la pandemia de la COVID-19. Dicho estudio arrojaba datos muy ilustrativos sobre la opinión de los encuestados acerca de las medidas que deberían tomar las administraciones públicas para apoyar a los jóvenes. Ya lo habrá adivinado el lector: ninguna de esas medidas era la de facilitarles 400 euros para el “consumo” de cultura. Las principales eran ayudas para encontrar empleo, mejora de las condiciones laborales, ayudas para los estudios y para el emprendimiento y promover viviendas sociales.
Sorprende que el gobierno no quiera atenuar el tufo electoralista de la medida, sino todo lo contrario. Le habría sido más fácil insistir en que es una medida ya existente en Italia desde 2016 (500 euros anuales a los jóvenes de 18 años) o en Francia desde 2021 (300 euros durante dos años también para jóvenes de la misma edad). E incluso remachar que es un positivo doble estímulo, tanto a la dinamización del sector cultural como al hábito de consumo cultural por parte de los jóvenes, si bien en España es difícil encontrar una administración que no ofrezca programación escénica o musical asequible para los bolsillos de los jóvenes o incluso sin necesidad de pagar entrada, además de oferta museística con descuentos o bibliotecas sin necesidad de ellos.
Sin embargo, al reforzar el sentido clientelista de la medida parece que Sánchez sólo busca que surta los efectos esperados, es decir, rentabilidad electoral directa, lo que es mucho más que un alarde de poder caciquil. Como lo es que se jacte de hacer frente a esa y otras facturas clientelares gracias al aumento de la recaudación fiscal por efecto de la desembridada inflación. Es decir, presumiendo de que parte de esos 400 euros los acoquinan vía impuestos los padres de los jóvenes agraciados y también los que no lo son.
Aquí viene como un clavo la anécdota que se cuenta del conde de Romanones al enterarse de que su rival Antonio Maura había ofrecido tres pesetas por voto a los electores de su circunscripción, cuando el conde pagaba dos. Romanones prometió entonces que daría un duro a quien le trajera las tres pesetas de Maura y le diera su voto a él, con lo que volvió a ganar. De ahí la expresión “dar un duro por tres pesetas”, que se confirma definitivamente con la prevista recaudación por IVA de videojuegos, conciertos, teatro, cine o libros de parte de los 210 millones de euros que desembolsará el gobierno de Sánchez para el cheque cultural de los futuros electores primerizos.
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