Bolita, bolita, bolita…

Bolita, bolita, bolita… Como los trileros en Lavapiés, han venido de Bruselas explicando las ayudas («rescate», que dirían si gobernase otro) y otra vez, -bolita, bolita, bolita-, volverán a distraernos de los últimos datos de paro de la EPA del segundo trimestre de 2020.
Ya el primer trimestre terminó con casi 300.000 desocupados más, y un millón más se ha sumado a aquellos en el segundo trimestre, sin tener en cuenta, además, los cientos de miles de trabajadores acogidos a ERTES. Así las cosas, me hago cinco preguntas que, aunque parezca increíble, terminan invitando al optimismo. Aquí van:
1ª ¿Puede un país aguantar esto? Hoy solo quedan 14 millones de asalariados y autónomos en activo. Los otros 33 millones de españoles (pensionistas, menores, incapacitados, trabajadores en ERTE o los casi 3 millones de funcionarios) viven del Estado o de aquellos 12 millones.
La alta dependencia del Estado (vía salarios o subvenciones) solo conduce a la pobreza, aunque quizá sea eso lo que quieren algunos de los miembros del Gobierno, tardanos aprendices del fracasado comunismo: nada de actividad privada, viva la planificación económica.
2ª ¿Sabe el gobierno como funciona el mundo? No solo es el trabajo el que desaparece, también el dinero se va. La temida subida de impuestos y el populismo ahuyentan la inversión. Muestra de ello es que se han ido de España 27.100 millones hasta abril (casi 40 veces más que en el mismo periodo de 2019) y se han multiplicado por cinco el cierre de las SICAVs en el primer trimestre.
Los sueños redistributivos y los discursos contra los bancos, la CocaCola o contra Amancio Ortega engatusan a aprendices encamisados con el Che, pero los pagan las clases medias y trabajadoras.
3ª ¿Hay dos Españas, laboralmente hablando? La destrucción de empleo se queda, como ya sabemos, en el sector privado. Así, el 98% de los nuevos desocupados en este semestre lo han sido en el sector privado. Si nos fijamos en el último año la diferencia aun es más sorprendente: mientras el empleo ha bajado en 1.229.100 en el privado, en el sector público se ha incrementado en 31.500 personas en el sector público.
Conviene recordar esto cuando puede ser necesaria una congelación salarial de los funcionarios, pues solemos olvidar que la nómina tiene otros componentes además de la cuantía monetaria. Uno de esos componente –quizá el más importante- es la seguridad en el empleo. Si a esta seguridad se le pudiera asignar un valor monetario este crecería en épocas de destrucción de empleo, lo que compensa cualquier congelación salarial. Dicho de otro modo, ¿no cederían muchos asalariados del sector privado parte de su retribución a cambio de la seguridad total de permanencia? Así pues, aunque la remuneración, aparentemente, se reduzca o congele (por la reducción de la cuantía monetaria), la remuneración total (que incluye el alto valor que tiene un puesto fijo en épocas de destrucción de empleo) habrá crecido.
4ª ¿Bastará con propaganda? Sánchez no puede encargar a Tezanos que haga la EPA, ni mirar a otro lado mientras los ministros le aplauden como a Peret. Tampoco puede seguir culpando a la pandemia de sus reveses. El COVID podrá ser causa agravante del problema, pero, de elegir las soluciones, el responsable es el Gobierno.
La propaganda quizá haga olvidar el origen (político) de las tres causas de que en España la propagación del virus fuese mayor (no cerrar fronteras a tiempo, renegar de las mascarillas y permitir el 8M); pero la propaganda no maquillará la crisis económica.
5ª ¿Y entonces, qué? ¿Hay razones para el optimismo? Seguir apretando al sector privado, más impuestos y cronificar el gasto público no parece la mejor solución para reactivar la actividad económica. Sánchez sabe que tendrá que acometer reformas fiscales, en la función pública, en las pensiones o en el mercado de trabajo. Y aquí viene el optimismo: las acometerá.
Con una Unión Europea que vigila y que puede cerrar el grifo, con un socio de gobierno ocupado en salir de las cloacas, con un entorno mediático que no vocifera cuando es la izquierda la que reforma y, lo que es más importante, por su propio interés, Sánchez acometerá las reformas.
Por suerte, Sánchez se parece más al panadero de Adam Smith que busca su propio interés que al socialista que se presenta en los mítines. Y su único interés es dormir en la Moncloa. Sea por lo que sea, bienvenidas sean las reformas.