El Athletic perjudica al PNV

PNV elecciones vascas

Hablen ustedes con paisanos, más o menos informados, de San Sebastián o Vitoria, y escucharán su enfado, «cabreo» me lo señalan así, por la simbiosis espectacular entre el Athletic victorioso en la Copa por penaltis, y el PNV que necesita apropiarse de causas populares para seguir en el machito de Ajuria Enea.

Los guipuzcoanos y alaveses de sentimiento nacionalista dicen cosas tan dolidas como éstas: «Es que parece que nosotros no existimos». O sea, la Real y el Glorioso, el Alavés. ¿Bastará este malestar muy detectable para que el 21 los presuntos ofendidos le nieguen el voto al PNV? No está nada claro. En este recorrido, que hace el cronista por la opinión de electores, se encuentra con la siguiente realidad: en el País Vasco se vive de maravilla y la mayoría del gentío no está efectivamente para sobresaltos. Este verano, en Santander, me confesaba un registrador vizcaíno: «¿Dónde nos va a ir mejor?, ¿dónde encontraremos liquidaciones tan pingües como las forales?».  Son arquetipos de una sociedad media alta a los que les horrorizan las aventuras y por eso terminan por acogerse al voto del PNV. Parece que este partido se ha dado cuenta, no obstante, de que su identificación absoluta con el Athletic no le repara simpatías en los otros dos territorios. Por eso, sólo la expresividad bastante ridícula de Andoni Ortúzar enfundándose una camiseta del Atheletic que retrataba aún más su perfil congestivo, ha sido durante este pasado fin de semana, la nota discordante en la prudencia con que el PNV, Urkullu y Pradales Gil, han expresado su vinculación con los chicos de Ibaigane. Urkullu, cierto que con la boca estrecha, pidió que no se pitara la Marcha Real, y Pradales no se movió de Portugalete donde vivió bien acompañado el triunfo de Valverde (cacereño de pro) y sus aguerridos muchachos.

Y es que el mercado de caza electoral está en un suspiro, o «en un aire», como le confiesa al cronista un periodista alavés. Pradales se ha olvidado de sus reivindicaciones estelares: el reconocimiento del País Vasco como nación, y la bilateralidad foral, y va por los caminos vascos prometiendo ferrocarriles de cercanías por doquier y una intervención de la cadena alimentaria para hacerla más asequible al público en general. ¿Qué decir de Bildu, portavoz universal ahora mismo de los derechos humanos? Otegi y su sosias Ochandiano saben que para engrosar en los próximos años ese parco resultado, sólo el 20% de la población vasca, que se siente nítidamente independentista, tiene que sentarse primero en los sillones del Gobierno de Vitoria, si no, nada que hacer. Sólo el PP parece dispuesto a denunciar las quiebras de la Administración nacionalista: pésimos resultados en la educación que retrata el informe PISA, subida generalizada de impuestos, una sanidad camino de la debacle total, lisis del músculo industrial… en fin, taras a las que hay que añadir la persistente enemiga de la Ertzaintza, una Policía del PNV que ya no es el sostén para el que fue concebida. Ardanza, muerto ya, se escandalizaría con lo que está sucediendo.

Y a todo esto, el candidato del PSOE, el peón albañil de Sánchez, de apellido Andueza o cosa así, contrata la afición por la mentira de su jefe, y proclama que no está por la amplia modificación del Estatuto de Guernica, ¡qué embuste!, ¡qué falta de memoria! En la Ponencia que durante años -escribo años- se ha desarrollado en el Parlamento autónomo para precisamente perpetrar un nuevo marco identitario, el PSOE ha estado siempre mucho más cerca de los propósitos de los nacionalistas, desde el PNV a Bildu, que de los del PP, representados curiosamente por cierto por un navarro, Jaime Ignacio del Burgo. Son estas cosas atrabiliarias que tiene la política del país. Andueza aspira a ser la muleta del PNV el 21, en la seguridad de que ese papel vicario le asegura a su mecenas Sánchez un ratito más en La Moncloa. Van Adueza y su PSOE de recogepelotas del PNV. Nada más.

Feijóo continua sus viajes, el último Guecho, por zonas confortables en la certeza de que la subida de un solo escaño más, de siete a ocho, le garantiza un acceso a las catalanas sin haber perdido fuelle. A veces da la impresión de que para el PP estas no son sus elecciones. Y es que el fundamento del definitivo desgaste de Sánchez, que muchos populares proclaman, se juega el 12 de mayo en Cataluña. Allí constataremos si tenemos todavía pesadilla para rato.

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