Armengol: mentiras, flan y patetismo

Armengol mentiras

He conocido a todos los presidentes/as del Congreso de los Diputados desde la restauración democrática. Lo de Armengol es caso aparte. Viene de donde viene y su situación político-ética es insostenible como tercera autoridad del Estado.

Desde mi modesto punto de vista, cometió un error de libro al salir cuitada, como un flan, incapaz de articular una frase y un argumento con fuste, a exculparse y cargar contra la oposición que tiene no sólo el derecho, sino la obligación, de exigirle explicaciones por su implicación clarísima en la koldocloaca.

Armengol es uno de esos productos políticos típicos del sanchismo. Tras perder el favor de sus paisanos de Baleares fue ascendida a la tercera magistratura de la nación española (algo que tampoco le debe quedar muy claro) y que, a todas luces, le queda muy, muy grande. Ahora, tras conocerse sus trapacerías en el Govern balear se aferra a la potestas que ofrece presidir el Congreso, pero carente en todo punto de auctoritas. Si prosigue por ese camino, su vida política será un calvario y, al final, tendrá que irse como gata escaldada.

Su comparecencia para explicar lo que todo el mundo sabe fue de las que hacen época. No contestó a lo mollar y que todo el mundo presume: fue convencida por Ábalos (al que tiene pavor) para que firmara la compra de mascarillas con el Koldo corrupto y de marras; fue engañada como una párvula.

Su nerviosismo, su escaso dominio del idioma y su falta de respuestas a lo que ya conoce el común arrojó un patetismo hasta el punto de dar pena. Y España no se merece una presidenta del Congreso de los Diputados que da pena. Es muy probable, por las informaciones que emanan de los juzgados, que sea llamada a declarar por el juez instructor y, entonces, tendrá que dimitir con deshonor.

¿No será mejor para la todavía señora presidenta poner fin a su calvario? Y, de paso, explicar los sucedidos escándalos que le adornan. Desde lo de las menores tuteladas a los procesos económicos de su pareja, si, en efecto, existieran o existiesen como indican informaciones periodísticas. ¡Pobre señora!

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