Ángela Rodríguez ‘Pam’ y las locas del Ministerio de Igualdad

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La secretaria de Estado de Igualdad y contra la Violencia de Género, Ángela Rodríguez Pam, no habla nunca de su padre, mientras que, por el contrario, a su madre la menciona muy frecuentemente en sus redes sociales, siempre con admiración y cariño. Cuenta Pam que cuando era pequeña, su madre estudiaba Derecho, mientras ella esperaba «pacientemente a que terminase de estudiar, antes de irse a trabajar, agarrada a su pierna debajo de la mesa» y añade que recuerda «todos esos momentos preciosos en los que una sólo imagina su vida como la vida de su madre, porque ahí se acaba su mundo». De su padre no parece querer recordar nada.

Existen dos conceptos que, estando relacionados, no significan lo mismo. Por un lado, tenemos la androfobia, que expresa un trastorno de la personalidad que expresa un miedo desproporcionado e irracional a los hombres. Por otra parte, existe la misandria, que es un término que hace referencia al odio y resentimiento hacia los hombres. Miedo y odio. El origen de ambos trastornos se encuentra con frecuencia en la infancia. El abandono, el abuso y la falta de afecto en la niña la deja herida y si no se recibe ayuda profesional, el trauma se consolida en la mujer adulta.

Ángela Rodríguez Pam se define en sus redes sociales como feminista y bisexual, o sea, que se siente atraída sexual y románticamente tanto por hombres como por mujeres. En la Fiesta del Orgullo se presenta diciendo: «Aquí estamos las transfeministas. Bolleras con pene, bolleras con vagina». A los no iniciados hay que explicarles que las transfeministas son una secta entre las feministas de extrema izquierda, que integra en la lucha feminista a los colectivos trans; tanto a los que desean asistencia médica para cambiar de un sexo a otro, denominados transexuales, como a los transgénero que no desean someterse a ningún cambio fisiológico, pero sí que se modifique su sexo legal y socialmente. Adicionalmente, las transfeministas como Pam también incluyen en su concepto del feminismo a las personas no binarias o genderqueer, a las que se autodefinen como pertenecientes a un tercer género, a los agénero, de género fluido, etc.

Toda una amalgama diversa y con intereses tan contrapuestos que la feminista socialista Carmen Calvo, presidenta de la Comisión de Igualdad del Congreso de los Diputados, ha dicho que ellas no comparten que el feminismo tenga que «cargar» con las reivindicaciones del colectivo LGTBI: «También podríamos elegir ir de la mano con los que diseñan tractores o pintan fachadas», dando a entender que, en su criterio, esos colectivos tienen intereses no coincidentes con los de las mujeres.

Pero volvamos a Pam a la que ya tenemos autodefinida como transfeminista y bisexual, de la que no sabemos nada de su padre, mientras que sólo parece recordar con cariño a su madre y a la que con frecuencia escuchamos expresar su miedo y odio hacia los hombres, que aparentemente le viene desde su infancia. Escribe en Twitter: «La violencia no sólo es que sea machista (heteropatriarcal) muchas veces, es que es fundamentalmente masculina. Poco quemamos efectivamente» (sic). A Pam le encantaría poder quemar a los hombres.

En este contexto tenemos que entender sus últimas declaraciones en las que se ha mostrado preocupada porque las mujeres jóvenes aseguren que su práctica sexual más habitual es la penetración y no la masturbación. Dice que «pedir el placer para las mujeres también es hacer política, hay que garantizarlo». Añade que «me han llamado, y me encanta, secretaria de Estado del gustirrinín. Ojalá poder hacer que todas las personas de este país sientan placer. Quiero hablar de eso». Y muestra una imagen del vibrador Satisfyer junto al texto «this machine kills fascists» (este aparato mata fascistas). En el vídeo en el que se partía de risa comentando la excarcelación de violadores, Ángela Rodríguez Pam se autodefinió como una de «las locas del Ministerio de Igualdad». Ante esa confesión de parte, poco más se puede añadir.

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