La alternativa de Mariano no puede ser Pablo

La alternativa de Mariano no puede ser Pablo

Nada más hacer historia el 21 de mayo de 1981 al convertirse en el primer socialista en ocupar El Elíseo, François Mitterrand ideó una fórmula mágica a modo de cordón sanitario para impedir la llegada de su odiado Jacques Chirac al poder. “Qu’est-ce que je fais? [¿Qué hago?]”, se preguntaba compulsivamente cual letanía el hombre que aterrizó en el Elíseo con la friolera de 65 años y que no murió en esos aposentos por escasos 10 meses. Tras devanarse los sesos en compañía de sus incondicionales Pierre Mauroy y el eterno Laurent Fabius, resolvieron que lo más indicado era dar cuerda a la cometa de un pijo locoide de extrema derecha y antiguo terrorista de la OAS que andaba por ahí dando tumbos desde que en 1972 fundara un partido llamado Frente Nacional. Hablo, obviamente, de Jean-Marie Le Pen. El pendenciero que exhibe un ojo de cristal al haber perdido el natural en una pelea de bar.

El monstruíto fue tomando cuerpo sin prisa pero sin pausa. Al punto que en 1986, el pijo de Saint-Cloud se hizo mayor entrando en la Asamblea Nacional. Hoy día, 30 años después, el monstruo es una suerte de Argentinosaurus (el dinosario más grande de la historia) que puede ganar las elecciones presidenciales de 2017 como quien no quiere la cosa. Eso sí: por hija interpuesta, Marine, ya que él está retirado de la primera línea. Lo que le faltaba a una Europa que está demodé, que bastante tiene con el Brexit, y que jamás superaría que uno de los dos grandes esté presidido por una Marine Le Pen xenófoba, racista y abiertamente partidaria de pasarse por el arco del triunfo los dictámenes económicos del triángulo Bruselas-Francfort-Berlín.

A Podemos no lo ha creado Rajoy ni tampoco Susana Díaz para cargarse a Sánchez. Y tampoco un Albert Rivera que en el Pleno de Investidura ha sido el único que, junto a ese excepcional parlamentario que es Rafael Hernando, ha puesto los puntos sobre las íes a un partido de extrema izquierda que llevaría a la ruina a este país y multiplicaría por dos, tres o n el número de parados. Todo ello por no hablar del retroceso de libertades civiles y constitucionales que padeceríamos. Pero sí es cierto que algunos han pasado de la tentación al pecado de hacer protagonista a Pablo Iglesias para inutilizar al Partido Socialista en general y al lacrimógeno Pedro Sánchez muy en particular. El divide y vencerás de toda la vida. El de los griegos, Julio César, Napoleón o del Imperio Británico en sus colonias también funciona en la España constitucional.

A Mariano Rajoy le ha venido de perlas que Podemos haya pasado de la nada al casi todo (Dios quiera, si existe, que nunca llegue al todo). ¿Cómo es posible que unos okupas de tres al cuarto, profesores de quinta en la Complu, hayan obrado el milagro de convertirse en tercera fuerza política y tengan a tiro de piedra (y nunca mejor dicho) al segundo? ¿Son unos genios? Pues, hombre, viendo al macarra de Pablemos, al zoquete de Monedero o a la resabiada de Bescansa es menester colegir que no. ¿Acaso la Facultad de Políticas de Somosaguas es una suerte de Harvard o Yale en versión patria que concentra tanto talento junto como cualquiera de las grandes  universidades de la Ivy League? La respuesta es nuevamente un perogrullesco “NO”.

Ni el encorvado, ni el sinvergüenza fiscal, ni la multimillonaria gallega son Steve Jobs, Mark Zuckerberg o Sheryl Sandberg en versión política. Los tres pasaron por las aulas pero las aulas no pasaron por ellos. Un politólogo de medio pelo jamás hubiera proclamado que hubo “un reférendum de autodeterminación en Andalucía en la Transición”, que la bandera carlista de Borgoña es “la de los gudaris”, que la Ley Electoral es de 1977 (la vigente data de 1985) y que una de las auditoras más famosas del mundo (Pricewaterhouse Coopers) se llama “House Water Watch Cooper”

¿Hubieran llegado donde han llegado sin la colaboración de una misteriosa fuerza a modo de ese dios de las barbas blancas que mueve los hilos del mundo como si los terrícolas fuéramos marionetas? No hace falta ser un clon de Einstein ni poseer el coeficiente intelectual de los genios (180) para adivinar que NO, que seguirían instalados en la irrelevancia y que en todo caso gozarían de los veintipocos diputados que acumuló Julio Anguita en la época de la pinza con Aznar.

Sea como fuere, lo cierto es que en los debates parlamentarios se observa más rollito de la cuenta entre algunos populares e Iglesias. La fortaleza de Podemos ha sido una inesperada buena noticia para el Partido Popular porque a la vez ha representando el principio de la grave enfermedad que  desangra al Partido Socialista. Mariano Rajoy ha hecho de la realidad, virtud. Lo cual nada tiene que objetar. Porque el maquiavelismo también hace ganar elecciones. O te permite mantenerte en el poder. Esta semana ha otorgado a Pablo Iglesias el protagonismo de jefe de la oposición por acción u omisión. Digo omisión, y digo bien, porque el PSOE ni estaba de verdad ni se le esperaba. Era una colección de muertos vivientes. Pero que ni Mariano, ni los suyos, ni ningún demócrata olvide que si esta banda toca pelo ellos serán los primeros a por los que irán. O los segundos después de algunos que tendremos que salir pingando rumbo a Miami.

No estamos hablando de gente pacífica o normal. No. Estamos hablando de un Pablo Iglesias que se alegra de que pateen o le peguen un ladrillazo en la cabeza a un policía en una manifestación, que pide perdón “por no salir a partir la cara a los fachas” con los que debate en la tele, que ha participado en mítines a favor de ETA y al que la Guardia Civil tildó en un informe de “enlace de Herrira [la asociación de los presos etarras] en Madrid”. De un Monedero que siempre afirma: “Cuando no sepamos qué hacer, preguntémonos qué haría el presidente Chávez”. Un Chávez que encarcelaba a los opositores, mataba a tiros a los manifestantes de la oposición en la calle y se hizo milmillonario robando a un pueblo que no tiene para comer. De un Monedero que justificó el terrorismo de ETA por “la represión del Estado”. De una Carolina Bescansa que se va por los cerros de Úbeda cuando le piden que condene el encarcelamiento de 80 disidentes en Venezuela o las atrocidades de Maduro. Vamos, que si éstos son demócratas, yo soy virgen, cura o presidente de los Estados Unidos de América.

Partido Popular, Ciudadanos, medios de comunicación y sociedad civil en general deben acometer un ejercicio de responsabilidad y poner en su sitio a los podemitas. Convertir en normal lo anormal, vendernos una realidad que no es, vestir de padres de la democracia a los que quieren cargársela y otorgar el marchamo de la corrección política a unos sujetos que quieren incinerar el Pacto de la Transición y el mejor periodo en 500 años de historia es un despropósito supino. Al patriota granadino (sí, de las Islas Granadinas) Pablo Iglesias hay que tratarlo con justicia. Y la justicia más elemental sentencia que es un tipo con incontrovertibles tics autoritarios. Amén de un mentiroso compulsivo, característica por cierto que en nada le diferencia del resto de la cúpula morada. Éstos están tan acostumbrados al embuste que no le dicen la verdad ni al médico.

La receta para que esta banda deje de ser alternativa es sencillita. Hasta Espinar la entendería. Es un cóctel en el que hay que meter menos recortes y menos corrupción, más PSOE y más imparcialidad. Sí, imparcialidad. Porque esta gente tiene bula papal. Se le ocurre al bueno de Mariano Rajoy o al gran Albert Rivera soltar que “en esta Cámara hay muchos potenciales delincuentes” y se tendrían que ir a vivir a la Estación Espacial Internacional como muy cerca o a Marte cuando EEUU decida viajar al planeta rojo. Al de la coleta le salió gratis. Los ciudadanos, la gente corriente, estamos hartos de que nos tomen por gilipollas.

Es alarmante que el PSOE fuera un solo partido hace un mes y ahora, proceso de investidura mediante, sean no menos de cuatro. Me explico: por un lado está el PSOE auténtico, el legal, el de la gestora. Por otro, el PSC. Por el de más allá, los pedristas. Y por el de acullá el PSIB (la federación balear), liderado por la más independentista y catalanista que socialdemócrata Francina Armengol. Y quizá cinco si contamos al Partido Socialista de Euskadi. No le arriendo la ganancia al que tenga que reamalgamar este puzzle. Pero o lo consigue o el espacio de la izquierda quedará expedito para las hordas podemitas. Y España se alejará de las grandes naciones europeas en las que el partido se juega entre una gran formación de centroderecha liberal y otra socialdemócrata. Es el caso de Alemania, Francia, Reino Unido y los países escandinavos. Aunque en estos últimos y en las galias las tornas están cambiando: la extrema derecha empieza a horadar el sólido sistema bipartidista.

Crucemos los dedos para que esto último no pase aquí con la extrema izquierda como segunda en liza, porque si es segunda algún día puede ser primera. Y que recen los que crean para que tampoco sea algún día el árbitro del partido. Entre tanto, que el PSOE se ponga las pilas, que la militancia tenga meridianamente claro que con Sánchez van directitos al subsuelo y no a la luna y que tome las riendas de una vez alguien con el carisma y el talento suficientes para resucitar esa vocación mayoritaria, transversal y centrada que le dio 202 diputados a Felipe González. Susana, por ejemplo. Y al PP y a Ciudadanos les rogaría que dejen de hacer prota a nuestro castizo Le Pen. A nuestro Trump de extrema izquierda. Que estas armas las carga Satanás. Y Satanás no suele fallar a la hora de hacer el mal.

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