Y ahora, además, la pertinaz sequía
¡Pues claro que España es un país seco! Por eso los romanos levantaron acueductos y extendieron canalizaciones, por eso en el Medievo se excavaban pozos y se construían aljibes y por eso en los últimos siglos se construyeron pantanos para asegurar el abastecimiento de agua, la atención de la demanda industrial y el desarrollo de los regadíos.
Lo que ocurre es que un gobernante no puede estar lamentando permanentemente las limitaciones y la falta de recursos de su territorio, añorando lo que necesita y no tiene, en vez de buscar la manera más eficiente y efectiva de procurárselo. Y, más o menos, lo primero es lo que hemos estado haciendo en los últimos 50 años.
Durante la Restauración borbónica del siglo XIX y la dictadura de Primo de Rivera en el XX se realizaron numerosas obras de prospección y canalización para abastecimiento de las grandes ciudades españolas. En la década de los cincuenta del pasado siglo se inició la construcción de embalses por toda la geografía, añadiendo además a su utilidad la generación eléctrica; más en concreto, y a modo de ejemplo, en el año 1952 se ponía en marcha el Plan Badajoz, en 1966 se iniciaron las obras del Acueducto Tajo-Segura (único gran trasvase que sigue funcionando) y en 1972 se inauguró la presa del Atazar, que aseguraba el suministro de agua potable para Madrid hasta el siglo XXI. ¡Pues ya! Se quiera o no reconocer, ningún gran embalse u obra hidráulica ha sido puesta en marcha en los últimos 30 años; con excepción de La Serena, que amplió la presa de Zujar, todos los embalses con capacidad superior a 1000 hectómetros cúbicos son anteriores a 1980.
Las necesidades de agua, tanto potable como para otros usos, se han multiplicado como consecuencia del incremento de población, del aumento de los cultivos intensivos o de la oferta turística; a esa demanda se ha dado respuesta con actuaciones tácticas, apurando, cuando no esquilmando, los viejos reservorios y sin abordar obras hidráulicas estructurales. Y eso que se han dispuesto de ingentes cantidades de fondos europeos, que precisamente estaban para ese tipo de inversiones. Es verdad que el progresismo patrio se declaró enemigo acérrimo de esas intervenciones y lo demostró cargándose el Plan Hidrológico Nacional de 2001, pero también lo es que la derecha, más allá del referido Plan, tampoco se ha prodigado en su impulso. Así, por ejemplo, se ha dado muy poca continuidad a los planes de desalación que se iniciaron en 2004; había que haber evitado que se quedaran en ese parche de Rodríguez Zapatero que en la actualidad está infrautilizado, mal mantenido e insuficientemente conectado, cuando, con las tecnologías ya existentes, la desalación está llamada a ser un recurso imprescindible en el abastecimiento de agua para casi todos los usos.
En fin, entre la izquierda con su ecologismo trasnochado y la derecha con su complejo y falta de visión estadista, o entre la administración central ideologizada e incapaz y los egoísmos y localismos paletos de las administraciones periféricas, se continúa discutiendo si son galgos o podencos y, a cada poco, vemos que las escasas precipitaciones y las menguadas reservas nos conducen a las fauces de las restricciones.
Como en otros tantos temas, pensar que el actual gobierno pueda hacer algún movimiento en la dirección adecuada es una entelequia. Como solo tocan en clave ideológica y de supervivencia, es inimaginable que, aunque divaguen en los planes 2030, 2050 o los que se les ocurra, se aborden realmente obras y proyectos estructurales que, además, solo dan frutos a medio o largo plazo e implican ejecuciones molestas y a veces incomprensibles para los ciudadanos. Pero eso sí, harán exhibición de aquello en lo que son verdaderos especialistas: su capacidad de propaganda y de manipulación. Poco falta para que celebren un Consejo de Ministros específico para vendernos el peine de nuevas y urgentes medidas y para meter la mano en el bolsillo de algunos por usos que ellos consideren propios de los señores que fuman puros. También nos dirán que Sánchez, en su natural empatía, ha optado por pasar el mes de vacaciones en Lanzarote por ser uno de los lugares más secos de España; y que, para imbuirse en el problema y sufrirlo personalmente, solo bebe agua desalada, ha restringido las duchas y ha mandado vaciar las numerosas piscinas del complejo de La Mareta.
Ya teníamos con el cambio climático el coco malo que se nos viene, con Díaz Ayuso y Vox la conspiración fascista y con Putin el complot internacional. ¡Solo nos faltaba la pertinaz sequía!