Opinión

De acabar con Defensa a ‘señor de la guerra’

  • Graciano Palomo
  • Periodista y escritor con más de 40 años de experiencia. Especializado en la Transición y el centro derecha español. Fui jefe de Información Política en la agencia EFE. Escribo sobre política nacional

Corría el 4 de octubre del 2014 y Sánchez, recién llegado a la Secretaría General del PSOE, dice al diario El Mundo: «Sobra el Ministerio de Defensa». María Dolores de Cospedal, ministra del ramo y entonces secretaria general del PP, contesta diciendo que este tío ha perdido el juicio para decir semejante barbaridad. Acto seguido, fuentes del PSOE desmienten que Sánchez esté pensando en cerrar Defensa.

Sin embargo, el 3 de julio de 2015 fuentes del entorno sanchista insisten en que la intención del nuevo líder del PSOE es liquidar el Ministerio de Defensa al entender que no servía nada más que para gastar dinero, «dinero que puede dedicarse a la lucha contra la pobreza y a combatir la violencia de género».

Han pasado diez años de aquellas manifestaciones en las que ya apuntaba formas el yerno de Sabiniano Gómez Serrano (el empresario de las saunas gays y otros negociejos al hilo de la pública MUFACE). Es más, las peores previsiones realizadas por los mejores conocedores del personaje se han cumplido. Entonces, Pedro Sánchez se presentaba como un bisoño ignorante que desconocía por completo cualquier secreto acerca del Estado (en el fondo, el Estado le importaba un pimiento morrón y le sigue importando lo mismo) y que todo en él aterrorizaba a Alfredo Pérez Rubalcaba, que le había calaó a tiempo.

Pronto conocimos que no era el autor de la tesis doctoral en economía que había firmado; que presumía de conquistador mujeriego; que ni era socialista, ni liberal, ni comunista. Luego se supo que la corrupción no sólo le importaba un carajo, sino que chapoteaba con fruición en ella. Finalmente, España entera descubrió que albergaba alma de sátrapa tirando a enfermo y que si se desprendía del poder (que utilizaba para beneficio propio y de sus amiguetes) quedaba más desnudo que la ética de Ábalos. También pudo descubrirse que el marido de la presuntamente corrupta Begoña Gómez tenía una predilección por Franco que en nada desmerece la pasión demostrada por el dictador por los grandes próceres del franquismo.

Ha pasado una década desde aquello. Las peores predicciones de los que alertaron sobre un «tipo sin alma», algo tocado de ala, se han cumplido. Ahora, el mismo muchacho derrochón y mentiroso en grado sumo, rodeado de detritus amarillo, tiene que bailar el agua a los militares, subirles el sueldo y gastar miles de millones en armas que no tiene.

Alguien dijo con acierto: ¡Disfruten lo votado!