Cristiano y Neymar, cracks irreemplazables

Cristiano y Neymar, cracks irreemplazables

Como diría Juanma Rodríguez, cuando parecía que Cristiano se iba a ir por ahí, Neymar se va por allá. La realidad le ha hecho un doble boquete al Barça. El portugués se aferra al Madrid y el brasileño se pira a París. Desde que Piqué vaticinó: “Neymar se queda”, supimos que el paulista ya no era culé. ¿Qué tal si algún buen samaritano le regala a Gerard una litrona de “Fairy ultra” para que le saque brillo imperial a su bola mágica? El chico dará la talla con Shakira, pero como adivinador, o aprendiz de brujo, da el gatillazo.

Arbeloa, campeón mundial, pone firme y quiebra la condición del narciso blaugrana cada vez que calumnia e injuria a los madridistas, obligándole a tragarse bulbos y bulos. Álvaro sabe muy bien que la fuga de los genios culés —Maradona, Romario, Ronaldhino, Figo, Ronaldo, Laudrup, Ibrahimovic y ahora, Neymar— sólo es culpa de quienes manejaban por entonces la rueda del porvenir, hoy en manos de los diabólicos Messi y Piqué. Con un pelele como Bartomeu de presidente, cualquier imposición de los embaucadores actuales hará temblar el Camp Nou. Como así ha sido, afortunadamente.

200 ó 300 M de € no solucionan una pérdida de talento. Cracks de la talla de Cristiano o Neymar son irreemplazables. Ni Mbappé, ni Dybala, ni Dembelé, ni las santas madres que les parieron, jamás de los jamases, podrán ocupar sus plazas. El talento es insustituible, más aún si se trata de cracks que han demostrado que son únicos. Ya sólo nos cabe dar la enhorabuena al Real Madrid Club de Fútbol por retener a CR7 en sus filas y dar nuestro más alegre y muy cachondo pésame al Fútbol Club Barcelona por haberse quedado sin Ney.

Ahora sí que podemos gritar que empieza un nuevo ciclo, glorioso para los blancos y de color ceniza púrpura para los de las esteladas. ¡Viva Cris y el hijo que espera con Georgina! ¡Y a Ney, que le vaya de cine en París!, y que se pase por la Brasserie Lipp, en pleno Boulevard Saint Germain, que lleva el nombre de su nuevo equipo y es el café donde Víctor Hugo escribió sus mejores crónicas.

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