Sánchez se come el turrón en Moncloa por última vez
De tres o cuatro años a esta parte un par de preguntas, que vienen a ser la misma, forman parte ya de mi vida callejera por Madrid y el resto de España. Como si yo fuera una suerte de Rappel, Octavio Aceves o la Bruja Lola. Ciudadanos de toda condición me sueltan a bocajarro día sí, día también:
—¿Cuándo cae el sátrapa?—.
—¿Cuánto más va a durar esta pesadilla?—.
El término «pesadilla» es el más empleado por Juan y Juana Español cada vez que se dirigen a mí en esos maravillosos asaltos callejeros en busca de un selfie o de un consuelo ante una autocracia que nunca debió de haber sido pero que, en cualquier caso, se prolonga mucho más de la cuenta. Hay quienes, incluso, dan por hecho que el obseso del Falcon permanecerá en Moncloa in saecula saeculorum, como si constituyera una maldición de ésas que te persiguen de por vida, como si la longevidad del sanchismo se fuera a prolongar esos 1.000 años que pronosticaba Satanás Hitler para el nazismo.
También están los que consideran que el marido de la cuatro veces presunta corrupta Begoña Gómez sobrevivirá infinitamente más de lo que el sentido común, la ética y la legalidad permiten vaticinar. Y lo achacan al pardillismo de una oposición a la que se le puede y se le debe exigir al menos la misma contundencia que exhibió en ese tardofelipismo en el que las corruptelas eran también el pan nuestro de cada día. Los debates a cara de perro de Aznar con González, del infausto Rodrigo Rato con Carlos Solchaga y Joaquín Almunia y de Francisco Álvarez-Cascos con Narcís Serra están muy lejos en contundencia de los que hoy día enfrentan a Feijóo y Abascal con Pedro Sánchez y de los que mantienen Cuca Gamarra y Pepa Millán con María Jesús Montero. El único que recuerda al mejor PP de la historia, el de José María Aznar de la oposición y el de su primer mandato, es Miguel Tellado.
Pedro Sánchez es un estajanovista, un tramposo nivel dios, un individuo carente del más mínimo escrúpulo, un mentiroso compulsivo
La gran coincidencia entre la quinta legislatura, la 1993-1996, y la actual, la decimoquinta, es la corrupción en cantidades industriales. Entonces y ahora los socialistas practicaban el latrocinio como si no hubiera un mañana. La sustancial diferencia es que Felipe jamás puso en cuestión las reglas de juego, luchaba ferozmente contra ETA, no pactaba con el diablo y detestaba a ese lobo con piel de cordero llamado Julio Anguita. La antítesis de un Pedro Sánchez que ha descojonado el Estado y se ha aliado con los jefes de la banda terrorista, con quienes protagonizaron ese acto sedicioso que fue el 1-O y con los neocomunistas de Yolanda Díaz e Íñigo Errejón. Que, por cierto, ahora parece que Íñigo Errejón nunca existió.
Tampoco se puede infravalorar a un enemigo, Pedro Sánchez, que es un estajanovista, un tramposo nivel dios, un individuo carente del más mínimo escrúpulo, un mentiroso compulsivo, además de un ADN dotado de un sobrenatural instinto asesino, de una humildad que le lleva a rodearse de gente más lista y mejor preparada que él y que conoce como nadie las técnicas modernas de propaganda.
No es que yo sea un optimista patológico, que también, pero creo que tiro de purito realismo cuando vaticino que la huida hacia adelante de Pedro Sánchez está tocando a su fin. Ganó pese a perder las elecciones, gobernó de chiripa y atesora 121 diputados, prácticamente la tercera parte del hemiciclo. La cuasiclónica legislatura 93-96 duró algo más de dos años y medio, con el elemental contraste de que Felipe González tenía 159 diputados detrás y Pedro Sánchez tan sólo 121.
El dios del presidente del Gobierno es Carles Puigdemont, que lo mismo que le dio la vida se la puede quitar cuando le venga en gana
Se puede gobernar contra todos un poco de tiempo, bastante tiempo, pero indiscutiblemente no todo el tiempo. Resulta tan obvio que me da un poco de vergüenza subrayarlo, no vaya a ser que me comparen con ese Abundio que es Patxi López. Lo único cierto es que, tal y como enfaticé el domingo pasado en esta misma columna, el dios del presidente del Gobierno es Carles Puigdemont, que lo mismo que le dio la vida se la puede quitar cuando le venga en gana.
El primer match-ball al que se ha de enfrentar Sánchez es el que le ha planteado el grupo parlamentario de Junts, que tiene del personaje el mismo inempeorable concepto que la absolutísima mayoría de los españoles. Lo consideran una mezcla de tunante y trilero. Sangran por la herida: de los 30 compromisos que alcanzó con ellos tan sólo ha cumplido seis o, lo que es lo mismo, un 20%. Con la particularidad de que en ese 80% de tocomocho se encuentra una Ley de Amnistía que ha resultado papel mojado para Puigdemont y otros 400 afectados. «Para este viaje no hacían falta semejantes alforjas», se lamentan incesantemente los separatistas.
Harto de los embustes de Pedro Sánchez, su verdadera némesis, Carles Puigdemont, le ha exigido que se someta a una cuestión de confianza. De ahí la proposición no de ley de Miriam Nogueras para que se tramite esta condición sin la cual está cantado el «colorín, colorado» con el que amenazan desde hace meses. Tal y como avanzó OKDIARIO anteayer, si siguen mareando la perdiz con esta petición, irán un pasito más allá solicitando elecciones anticipadas. Y si les continúan chuleando que nadie dude de que las posibilidades de una moción de censura se dispararán exponencialmente. Quien a hierro mata, querido Pedro, a hierro muere. A este respecto conviene no olvidar que PP y Junts van camino de una luna de miel cuyo destino está escrito en las estrellas. Y de Presupuestos, ni hablamos, y sin Presupuestos la legislatura es una entelequia.
La mangancia cerca al Partido Socialista y al Gobierno de España a norte, sur, este y oeste. Trinque 360º
Si más pronto que tarde a Sánchez no lo mata Puigdemont, les tocará el turno a los jueces en lo que constituye una auténtica carrera por que se imponga el bien. La mangancia cerca al Partido Socialista y al Gobierno de España a norte, sur, este y oeste. Trinque 360º. La mujer del presidente está tetraimputada, lo cual hace prácticamente inevitable su procesamiento; el hermanísimo David Azagra suma ya cinco presuntos delitos y correrá la misma suerte que su cuñada; la proverbial mano derecha del presidente, José Luis Ábalos, está acusado de cuatro; y su cuate Koldo García acumula la misma cifra. Para que nada falte, Víctor de Aldama ha apuntado con el dedo acusador, y en muchos casos probatorio, al número 2 de facto del PSOE, Santos Cerdán, al ministro Torres, al jefe de gabinete de María Jesús Montero, Carlos Moreno, y, por supuestísimo, a Ábalos y Koldo García, que visto lo visto en los medios sanchistas cualquiera diría que jamás militaron en el PSOE. Todos ellos más que presuntos sobrecogedores de un empresario al que extorsionaron a modo y manera.
Por no hablar de los whatsapps que demuestran más allá de toda duda razonable que Aldama era el ministro número 23 del Gobierno Sánchez y el vicecesecretario general del Partido Socialista. Su colegueo con Francina Armengol, las fotos con el mismísimo presidente, sus visitas a Ferraz en noches electorales, su presencia como invitado VIP en actos de partido y el trasiego de mascarillas con la ex presidenta balear, con Marlaska y con Ángel Víctor Torres cierran el círculo. De momento, porque esto no ha hecho más que empezar.
La marea de lodo se tragará a Pedro Sánchez y no precisamente por ministros o ‘apparatchik’ interpuestos
Si cualquiera de estos marrones no acaba con el autócrata, que tiene toda la pinta que sí, que no se preocupen los demócratas españoles. La marea de lodo se tragará a Pedro Sánchez y no precisamente por ministros o apparatchik interpuestos. La UCO tiene ya en sus manos pruebas incontrovertibles que le implican en corruptelas por acción u omisión. Esto no es opinión sino más bien información. Que nadie se equivoque: este escándalo no lleva el nombre de Begoña Gómez, David Azagra, Santos Cerdán, Ábalos, Armengol, Koldo García, Marlaska o Ángel Víctor Torres. Estamos ante el CASO PEDRO SÁNCHEZ, sí, con mayúsculas. Brinden por el fin del sanchismo. Tengo tan claro que es la última vez que se come el turrón en Moncloa como que tampoco vacacionará el próximo verano en la Residencia Real de La Mareta. Dios nos ha apretado pero no nos ahogará.
PD: el fin del sanchismo antes del verano tendrá un efecto benéfico añadido: ¡Almeida tendrá que pagarse la angulada que me he apostado con él!