Restaurantes de Madrid

El restaurante de Madrid que fue la casa de Cervantes: tiene un Sol Repsol y el rabo de toro es espectacular

restaurante Madrid
Foto: Casa Alberto.
Blanca Espada

En el corazón del Barrio de las Letras, una de las zonas con más historia y vida cultural de Madrid, se encuentra un restaurante que es todo un clásico en la ciudad, no sólo por la calidad de su producto, sino porque además, parece haber detenido el tiempo. Sus deliciosas recetas aún se cocinan como antaño, pero además su edificio en sí, es una antigua vivienda del siglo XVII que albergó al mismísimo Miguel de Cervantes. El aroma a guiso casero y las paredes repletas de historia convierten este local en mucho más que un sitio para comer: es un rincón en el que la memoria de la ciudad sigue latiendo con fuerza.

Casa Alberto, fundada en 1827, es mucho más que una taberna centenaria. Es un testimonio vivo del Madrid más castizo, ese que mezcla literatura, gastronomía, vino y tradición en una misma mesa. Su fachada roja, inconfundible, nos remite a la época en la que (según explica la leyenda) los colores eran guía para quienes no sabían leer, y el rojo significaba lo que muchos buscaban: un sitio donde beber, conversar y comer bien. Lo curioso es que, a casi 200 años de su apertura, ese mismo espíritu se mantiene intacto. De hecho hoy, esta taberna que se niega a modernizar su alma cuenta con un Sol Repsol, un libro que recoge su historia y un menú que homenajea lo mejor de la cocina madrileña. ¿Y lo mejor? Lo tienes todo al alcance de la mano, en pleno centro de Madrid.

El restaurante de Madrid que fue la casa de Cervantes

La primera impresión es visual: una fachada de color rojo intenso que destaca entre las otras del barrio. Por lo visto, no es sólo algo estético, es historia pura. Se dice que en el siglo XVII, cuando la mayoría de los madrileños no sabía leer, era habitual pintar las tabernas de rojo para que todos pudieran identificarlas como el lugar en el que se servía vino. Casa Alberto mantiene ese color como un guiño al pasado y homenaje a esa historia.

Al traspasar el umbral, uno siente que entra en otro tiempo. La barra de estaño, los azulejos, las fotografías antiguas y los recuerdos taurinos y literarios hablan por sí solos. No hace falta que nadie te lo cuente: el lugar tiene alma, y se nota. Además, una discreta placa del Ayuntamiento recuerda que Cervantes escribió allí parte de la segunda parte del Quijote, Los trabajos de Persiles y Segismunda y El viaje al Parnaso. Cada rincón, cada detalle, susurra algo del pasado.

Una cocina que no pasa de moda

El verdadero corazón de Casa Alberto está en su cocina. Aquí no hay florituras ni experimentos: hay tradición. Platos que han sobrevivido al paso del tiempo gracias a su autenticidad, como los callos a la madrileña, los caracoles guisados, las manitas rellenas de rabo estofado o el cocido completo de los jueves, que sigue sirviéndose a la vieja usanza por 20 euros.

Pero si hay una estrella indiscutible en la carta es el rabo de toro estofado. Jugoso, tierno, cocinado a fuego lento hasta que la carne se deshace sola con el tenedor. Un plato que resume lo que es Casa Alberto: sabor profundo, mimo en la elaboración y respeto absoluto por la receta original. Es de esos guisos que ya no se cocinan en casa, y que aquí, en cambio, se mantienen con la dignidad que merecen. Y por si fuera poco, el vermut de la casa (servido con su tapa correspondiente) es otra experiencia obligada.

De taberna de barrio a templo gastronómico

Casa Alberto forma parte de la Asociación de Tabernas y Restaurantes Centenarios de Madrid, y no es para menos. Lleva casi 200 años sirviendo comida, vino y hospitalidad. Su historia ha pasado de mano en mano, desde los fundadores segovianos que la abrieron en el siglo XIX hasta Alfonso Delgado, actual propietario, que lleva más de tres décadas al frente del negocio. Fue él quien, en los años 80, tomó el testigo cuando el local se quedó sin herederos.

Delgado ha sabido mantener la esencia sin dejar de lado el reconocimiento: en 2015, la Guía Repsol le otorgó un Sol, y el local pasó a ocupar un lugar destacado en la gastronomía madrileña. Pero más allá de los premios, lo que distingue a Casa Alberto es su capacidad para ser a la vez un lugar de paso para turistas y un refugio para madrileños que buscan los sabores de siempre.

Una experiencia que va más allá del plato

Comer en Casa Alberto no es sólo saciar el apetito. Es vivir una experiencia cultural, histórica y emocional. El menú, aunque rotundo y tradicional, también guarda pequeños tesoros inesperados: croquetas de calamar en su tinta, revuelto de bacalao con patatas paja, carrillera con puré de patata, puerros gratinados con queso de cabra.Todo servido con mimo y con una presentación que respeta la esencia de lo casero.

Y cuando llega el momento del postre, la cosa no decae. La torrija con helado de vainilla es un clásico reconfortante, pero la pannacotta con salsa de frambuesas no se queda atrás. Dulces finales para una comida que no necesita trucos: solo producto, oficio y cariño.

Aunque el local no acepta reservas para la zona de barra, sí se puede reservar mesa en el restaurante. Eso sí: conviene llegar con tiempo y paciencia, porque la espera merece la pena.

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