Rubalcaba, el hombre que pactó con la Casa Real el silencio del PSOE en la abdicación de Juan Carlos I
Alfredo Pérez Rubalcaba ha sido la historia del PSOE. Y lo ha sido hasta el último momento. Porque, al margen de otras críticas, fue el hombre que negoció con la Casa Real la serenidad del PSOE en un momento especialmente delicado para España y para la Monarquía.
Rubalcaba fue el responsable de pactar y hacer cumplir el silencio del PSOE en la abdicación de Juan Carlos I y la entronización de Felipe VI. El encargado de evitar que el alma republicana de los socialistas saliese a relucir en pleno auge populista poniendo en peligro una de las instituciones clave de España. El que evitó en aquellas fechas, 2 de junio de 2014, un contagio de los socialistas hacia las corrientes antisistema de Podemos que hubiese podido ser letal para el esquema constitucional español.
Ese 2 de junio de hace cinco años, Juan Carlos I hizo entrega al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, del comunicado oficial de abdicación de la Corona de España. Rajoy no tardó en comparecer en la mañana de ese lunes ante los medios de comunicación para hacer pública la declaración institucional.
«Su majestad desea comunicar personalmente a todos los españoles a lo largo de esta mañana», explicaba el presidente del Gobierno, «su abdicación de la Corona de España».
«El mejor momento»
Y Rajoy añadía: «He encontrado al Rey convencido de que es el mejor momento para que pueda producirse con toda normalidad el cambio de Jefe de Estado y el traspaso de la Corona al Príncipe de Asturias».
El documento del Rey Juan Carlos dejaba claros más puntos clave: «A los efectos constitucionales procedentes, adjunto el escrito que leo, firmo y entrego al señor Presidente del Gobierno en este acto, mediante el cual le comunico mi decisión de abdicar la corona de España”.
Todo ello apoyado en el artículo 57.5 de la Constitución. «Las abdicaciones y renuncias y cualquier duda de hecho o de derecho que ocurra en el orden de sucesión a la Corona se resolverán por una ley orgánica», señala ese artículo.
La Constitución detalla el proceso: «La Corona de España es hereditaria en los sucesores de S.M. Don Juan Carlos I de Borbón, legítimo heredero de la dinastía histórica. La sucesión en el trono seguirá el orden regular de primogenitura y representación, siendo preferida siempre la línea anterior a las posteriores; en la misma línea, el grado más próximo al más remoto; en el mismo grado, el varón a la mujer, y en el mismo sexo, la persona de más edad a la de menos».
El riesgo
Pero todo ello exigía no sólo de un texto constitucional, que lo había, sino también de saber que se podría evitar que la abdicación se convirtiera en una ocasión para reabrir debates pasados y antisistema. Debates como los que enarbola Podemos cada cinco minutos hablando de la necesidad de sustituir la Monarquía, de pasar a una república y de cambiar el modelo institucional español y de Jefatura de Estado.
Porque ese mismo año -meses más tarde-, Artur Mas daba el primer golpe de Estado separatista el 9 de noviembre. Porque los mensajes populistas eran usados por los antisistema a todas horas para desestabilizar el edificio constitucional -el mismo que garantizaba el cumplimento de nuestras obligaciones y, por lo tanto, el respaldo de la UE para salir de la crisis-. Y porque los casos judiciales tocaban ya a familiares políticos del Rey Juan Carlos.
Y en todo ello, era necesario que el PSOE no sumara su gran maquinaria de opinión al derribo institucional, sino a la normalidad de la abdicación.
Las conversaciones se mantuvieron durante semanas y meses entre Rubalcaba y la Casa Real que liberaba en aquel momento Rafael Spottorno como jefe de la Casa Real.
Y ahí fue donde Rubalcaba jugó un papel clave en la izquierda española. Una izquierda que venía del guerracivilismo reabierto por Rodríguez Zapatero y que caminaba entre los últimos aldabonazos de la crisis económica agravada por ellos mismos y los mensajes populistas de un Podemos que venía de colarse con cinco eurodiputados en las muy recientes -25 de mayo de 2014- elecciones al Parlamento Europeo -celebradas sólo cinco meses después de fundarse oficialmente el partido morado-.
Pero un PSOE, el de entonces, que por orden de Rubalcaba, se alejó de la tentación antisistema para evitar un daño irreparable.