El plan de Puigdemont: forzar su investidura y la de otros golpistas hasta provocar elecciones antes de verano

Carles Puigdemont
Carles Puigdemont, ex presidente de la Generalitat de Cataluña. (Foto: AFP)
Carlos Cuesta

El plan de Carles Puigdemont y el de JxCAT pasa por forzar su investidura, provocar la inhabilitación judicial de este trámite, e ir filtrando supuestas candidaturas imposibles hasta lograr unas nuevas elecciones entre mayo y junio.

Puigdemont y sus asesores más directos saben perfectamente que el Gobierno tumbará la convocatoria del Pleno de Investidura para elegir al fugado ex presidente. Pero cuentan con la publicidad que todo ello irá dando al propio Puigdemont y con la campaña victimista que ello facilitará a los separatistas de JxCAT.

No sólo cuentan con ello. Sin también con una lista de nombres con los que podrán ir jugando para ir dando la sensación de que el Gobierno no permite que el “resultado democrático de las elecciones del 21-D” se materialice en el Gobierno de la Generalitat.

Para ello han elaborado ya un listado de posibles nombres a filtrar como supuestos candidatos ficticios que podrían ocupar una presidencia “de paja” siempre plegada, por supuesto, “al presidente legítimo”, que, según su versión, siempre sería Puigdemont.

En esa lista figura un preso -Jordi Sànchez, presidente de la Asamblea Nacional Catalana durante todo el golpe y en los años previos-, un imputado que se ha librado de estar preso tras pagar la fianza -Jordi Turull- y hasta un periodista -Eduard Pujol, ex director de RAC1 y portavoz de la campaña de JxCAT y número 8 en sus listas-. Todo ello, por supuesto, bajo la consigna de que el único presidente legítimo sería Puigdemont y, por lo tanto, el resto serían meros transmisores de sus órdenes desde su escondite en Bruselas.

Un esquema dantesco que, obviamente, contará con el rechazo de la Justicia y el Gobierno y que, por lo tanto, provocaría un clima de protagonismo de JxCAT en los medios hasta que no quedase más remedio que convocar elecciones de nuevo.

El presidente del Parlamento catalán, Roger Torrent, ha propuesto ya que el debate de investidura se celebre el próximo martes 30 de enero. Eso significa que en dos días debería celebrarse la segunda sesión en caso de no lograr mayoría absoluta. Pero, por el camino, mediará una inhabilitación del acto por parte de la Justicia, al tratarse de un pleno diseñado para investir a un prófugo de los tribunales.

A partir de ahí los tiempos dependerán de las encuestas de JxCAT, auténtico dominador de la agenda de esta partida. Porque, en caso de necesitar más tiempo para ir ganando peso en las encuestas y provocar un mayor descenso de la ERC de un Junqueras que permanece en prisión, Puigdemont cuenta con ir filtrando los nombres de sus “hombres de paja”.

Así, podría ir observando el agotamiento de los constitucionalistas y el olvido de ERC y la CUP hasta decidir con un máximo de dos meses desde el primer pleno -más los 54 días posteriores desde la convocatoria de elecciones- el momento perfecto para dejar establecida la fecha de unas nuevas elecciones en las que elevar aún más su dominio del escenario.

Por el camino, el protagonismo inicial de ERC se iría diluyendo: Junqueras no puede actuar desde prisión y Marta Rovira es evidentemente una mala candidata -todo ello sin contar con que las investigaciones judiciales podrían acabar provocándole incluso una entrada en prisión porque aparece en la mayoría de las reuniones clave-.

Y la gobernabilidad de Mariano Rajoy se iría complicando: PNV ya ha planteado sus reparos a pactar con el PP cualquier medida en el Parlamento mientras no se haya retirada el 155 de Cataluña -cosa que no ocurrirá mientras no haya Govern constituido- y no se haya “normalizado” la situación. Según los nacionalistas vascos, el panorama descrito en absoluto cumpliría esas condiciones. Es decir, que de facto, se produciría un parón en la capacidad legislativa del PP.

Con ese escenario, el PP tendrá que temer a un Ciudadanos que, según los cálculos debatidos ya en las reuniones internas de JxCAT, ocupará mejor ese espectro de descontento al tener las manos libres por poder decir lo que quiera sin tener que responder por ello en ningún gobierno.

Un escenario que se completa con que, la mayor debilidad de ERC permitiría a JxCAT forzar -en caso de verlo conveniente- una lista única de pura dominación frente a los republicanos, diluyéndolos y elevando el liderazgo de Puigdemont.

Un resumen: un plan diabólico pero trazado al milímetro para mantener durante un largo tiempo a Cataluña bajo el influjo de los separatistas, el ataque permanente a la imagen de España en el exterior y el cansancio de los contantes constitucionalistas en caso de no cortar la estrategia de alguien que no está tan loco como afirman algunos.

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