Pactos de la Moncloa: el juguete roto de Sánchez del que 50 días después del anuncio ya nadie se acuerda

La gran propuesta de Sánchez para la reconstrucción del país ha caído en saco roto por su incapacidad de dialogar y llegar a acuerdos con socios y oposición

mascarilla interiores
Pedro Sánchez, en el Congreso.
Joan Guirado

Era 4 de abril. Aquel día, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, proponía recuperar el consenso de ‘los Pactos de La Moncloa’ que facilitaron la transición española para hacer frente a la crisis del coronavirus. Pocos día antes, una mayoría abrumadora del Congreso de los Diputados le daba apoyo para aprobar la prórroga del estado de alarma. Una imagen inédita, la de todo el arco parlamentario prácticamente en color verde, en la legislatura más fragmentada y tensionada.

Lejos quedan aquellos ‘Pactos de La Moncloa’ que Sánchez propugnaba a bombo y platillo. Para llegar a ello hace falta voluntad de diálogo, negociación y acuerdos. Hoy no hay nada de eso, según denuncian los grupos de la oposición. Los pactos que se acaban suscribiendo son fruto de la improvisación, las prisas y la rectificación del que quiere llegar a la luna pero no tiene escalera.

La mayoría progresista que le renovó en el cargo el pasado mes de enero hoy es tan frágil que ya se ha agrietado. ERC y Compromís, lo que representan catorce votos de inmenso valor, ya dejaron a la estacada a la coalición de Gobierno en la votación del pasado miércoles. El Ejecutivo se tuvo que apoyar en el centro derecha de Ciudadanos y el PNV mientras pactaba con Bildu (cuya abstención no era necesaria) una derogación íntegra de la reforma laboral que acabó siendo un engaño a los abertzales, a la patronal y entre los propios socios del Gobierno. 

Con poco más de los 155 votos seguros que suma la coalición, Sánchez no se puede plantear ninguna gran reforma. En Moncloa dudan de que incluso puedan alcanzar la mayoría suficiente para aprobar los Presupuestos Generales de 2021. La última vez que lo intentaron, en 2019, acabamos en las urnas por partida doble. Con una mesa de reconstrucción que ha acabado siendo una comisión parlamentaria de fiscalización del Gobierno, el Gabinete no dispone de ningún instrumento más allá del Consejo de Ministros y los Reales Decretos para acometer grandes transformaciones. El consenso parlamentario y con los agentes sociales es casi nulo.

Lo que en su anuncio de principios de abril era para Pedro Sánchez un marco de reconstrucción, que le permitiría pasar a la historia como un líder que alcanzó un gran consenso, hoy no es más que el sueño roto de un presidente que se cogió de la mano de los revolucionarios, que decía que no le dejarían dormir tranquilo, y que se pasa las noches en vilo a merced de los chantajes de otros. La reconstrucción es ahora supervivencia, y la resistencia es ansiedad.

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