Jorge Dezcallar: «Hay cosas que sé y que me llevaré a la tumba»
'Operación Falsa Bandera: Del Kremlin a Tinduf' es la nueva novela del diplomático y ex director del CNI

Jorge Dezcallar (Palma, 1945) quiso ser diplomático desde que escuchaba las historias de su tío, el embajador Guillermo Nadal. Dezcallar fue, desde 1971, director general para África y Oriente Medio y embajador ante la Santa Sede, Estados Unidos y Marruecos. Un bagaje que, en España, sirve de poco, constata desde su retiro: «Una vez jubilado te quedas al margen de todo. Ni siquiera preguntan ‘oye, ¿tú cómo harías esto?’».
Jorge Dezcallar fue, de 2001 a 2004, el primer civil al frente del Centro Nacional de Inteligencia en el convulso periodo de la guerra de Irak, las tensiones con Marruecos, el atentado de Casablanca, Perejil o el 11M. Ha tenido, por tanto, una visión de la realidad distinta a la del común de los mortales. A veces, incluso, a su pesar: «Hay cosas que te enteras y que no desearías haberte enterado. Hay cosas que sé y que me llevaré a la tumba».
Dezcallar se refugia, así, en la ficción de nuevo, ahora con ‘Operación Falsa Bandera: Del Kremlin a Tinduf’. Y saca, de nuevo, a escena a Asís García, un «espía accidental» al que «le va la marcha» incluso estando ya retirado y al que acude el CNI para saber para qué se están viendo en Madrid un miembro de la embajada de Rusia, recién llegado a España, y uno del Frente Polisario.
«Todos somos producto de nuestro pasado y vivencias», dice Jorge Dezcallar. «Yo no hubiera escrito este libro sin las mías como diplomático y director del CNI. Me permitieron ver cómo se hacen las cosas por dentro», señala. «Con ello, tomo un trasfondo tan real como la guerra de Ucrania y la rivalidad en el Magreb y monto una historia completamente ficticia pero que podría suceder», advierte.
Asís García, el protagonista de su primera novela, vuelve a serlo ahora: «La ficción es fascinante. Asís se me mete en la novela sin haberlo previsto cuando empecé a escribirla. Es un pintilla, hijo de funcionario del consulado de España en Siria, con sus chanchullos, estudiante desastroso, que acaba en la Legión… Un vividor que sienta la cabeza con la dignidad precisa en un momento decisivo de su vida que lo salva. Eso fue en la primera novela. Ahora está retirado en Mallorca [como el autor], pero el CNI le busca porque tiene el perfil ideal para una gestión concreta. Asís es un aventurero. Se lo piden y, como le va la marcha, acepta». «¿A usted le va la marcha todavía?», preguntamos a Dezcallar. Contesta: «Sí. No puedo evitarlo».
Jorge Dezcallar reconoce que «cuando se trata de espionaje casi nunca es como parece. Si es como parece es porque fracasa». Pero también que hay «mucha fantasía» en torno a los espías. Habla con devoción de los que ha conocido: «Es una gente muy vocacional, dedicada, profesional, con vidas difíciles, aisladas incluso, o solitarias. Es duro. No pueden hablar de su trabajo. Tienden a hacer vida entre ellos. Y tienen con un altísimo sentido del Estado y del patriotismo. Un trabajo sin fines de semana, sábados, domingos o vacaciones».
Ucrania
La trama discurre con el trasfondo de la guerra de Ucrania y la lucha por la hegemonía en el Magreb entre Marruecos y Argelia, escenarios alejados geográficamente pero más ligados de lo que parecen desde una visión estratégica global. Jorge Dezcallar prevé una guerra larga en Ucrania: «Aún no hay condiciones para que las partes se sienten a negociar e inclinadas a hacer concesiones. Mientras los dos piensen que pueden ganar es muy difícil». Y advierte: «Sigue existiendo el riesgo de que pueda desbordarse por un error, como el inicio de la I Guerra Mundial que nadie quería. ¿Y si un día se escapa un misil ruso desde el Mar Negro más allá de Ucrania?».
Dezcallar no se apunta al carro de quienes disculpan a Putin desde Occidente, pero sí trata de ampliar la visión: «Es el fin de un orden geopolítico que viene de la II Guerra Mundial, adoptado tras la Guerra Fría y con el que Rusia no está de acuerdo. Y no sólo Rusia. Los chinos dicen lo mismo: aquí hay un reparto del mundo que se hizo en el año 45 y que a mí no me conviene. La India no está en el Consejo de Seguridad de la ONU y tiene 1.400 millones de habitantes y bombas nucleares. ¿Por qué está Francia y no la India? Ellos no están de acuerdo con que Estados Unidos controle el Fondo Monetario Internacional o con que Italia tenga tantos votos como China en el Banco Mundial. Este es el gran problema del mundo actual. Las nuevas potencias no están de acuerdo con las normas que lo rigen. La invasión de Ucrania es parte de ese problema».
Jorge Dezcallar constata que el mundo es hoy «muy diferente al del año 45 cuando se creó la ONU». Y lo expresa así: «Hoy sería imposible adoptar por consenso la Declaración Universal de Derechos Humanos, como en el 48. No habría acuerdo. Los valores occidentales son cada vez más minoritarios en un mundo donde la población crece con otras tradiciones culturales».
Rusia, Putin y Wagner
Con todo, Jorge Dezcallar apunta en Ucrania al «factor nacionalista y de la Iglesia ortodoxa en Rusia» con un Putin que convirtió -señala- la «democracia imperfecta de Gorbachov o Yeltsin en una dictadura perfecta, que es lo que siempre ha sido Rusia con el comunismo o con los zares».
Para Dezcallar tardaremos en saber lo que ha pasado con los Wagner y Yevgeny Prigozhin: «Ha sido muy raro. No debió de encontrar los apoyos que pensaba y todo lo demás ha sido disfrazarlo. Debió de haber un acuerdo con mucho dinero por medio». Para Dezcallar, lo ocurrido muestra debilidad y compara la Rusia de Putin con China: «El gran elemento de legitimidad del Partido Comunista Chino es que ha sacado a 800 millones de chinos de la pobreza y eso le hace popular. La baza de Putin era dar estabilidad a un régimen y dar seguridad a los que están haciendo negocios a su alrededor porque él lo permite y siempre que estén a su disposición. De repente han visto que esa piedra angular es débil y que un grupo mafioso creado por él se le ha rebelado».
Wagner es, además, la punta de lanza del Kremlin en lugares vitales del África subsahariana y central donde se juega el control de minas estratégicas y el flujo de la inmigración a Europa: «Son muy útiles porque son muy expeditivos y sin escrúpulos. Ellos entraron disfrazados en Crimea. ¿Cómo va a hacer Putin que desaparezcan o se integren, pero que sigan operando en el exterior?».
Sánchez, Marruecos y el Sahara
El otro eje de la novela es el Magreb. Jorge Dezcallar no entiende el cambio de postura de Pedro Sánchez respecto al Sahara: «La diplomacia española tuvo la inteligencia durante años de desarrollar una relación con Marruecos en la que resultara, cada vez, más caro y complicado crear tensiones. Somos el primer socio comercial de Marruecos, pese a los celos de Francia. Y nos colocamos bajo el paraguas de la ONU. Ahí estábamos cómodos sin vernos afectados por las tensiones entre Marruecos y Argelia. Pero llega Trump y le pide a Marruecos normalizar relaciones con Israel y Marruecos le pide, a cambio, apoyo para hacerse con el Sahara. Entonces, empezaron a presionar a España». En este marco, con Joe Biden ya en la Casa Blanca, Sánchez cambia de postura sin consultar con nadie (ni su gobierno ni el Congreso) y toma partido por Marruecos.
Para Jorge Dezcallar, «España ha mostrado debilidad y cuando Marruecos percibe debilidad siempre hay problemas a medio plazo». Mirando a Argelia, aparte del roto en el gas, lo resume así: «Unos empresarios andaluces me decían el otro día que no venden en Argelia ni un bolígrafo que ponga ‘made in Spain’». Dezcallar afirma: «El Gobierno no ha explicado aún por qué nos ha situado con Marruecos fuera del paraguas de la ONU». Y se hace la misma pregunta que todos: «¿Qué hemos ganado cambiando de postura? Nadie lo ha explicado».