World Pride Madrid 2017

Dos millones de personas marchan con Orgullo en Madrid

Dos millones de personas marchan con Orgullo en Madrid
Colorido y celebración en la marcha del World Pride 2017 (Foto: Francisco Toledo)

Antes de que Madrid despertara de la siesta, miles de personas ya colonizaban sus calles vestidas con el arcoíris. Andaban de aquí para allá como un ejército en pie de fiesta, a la espera de que comenzara el desfile reivindicativo que unirá durante toda la tarde Atocha con Colón. Algunos portaban banderas y pancartas. Otros, bolsas repletas de botellas y vasos. En el Paseo del Prado, hasta la estatua de Diego Velázquez participaba del evento. Dos chicos meaban con prisa sobre su base mientras miraban a izquierda y derecha. El bueno de Diego oteaba en silencio el horizonte con expresión de Gioconda resignada, como diciendo: “¿Qué le vamos a hacer? Es día de esto”. 

A las 17.00 horas ya no había un solo hueco libre sobre el asfalto que circunda la Estación de Atocha. Hora punta en pleno sábado de verano. “En España se reivindica mejor cuando hay cachondeo a la vista… Cualquier otro día no vendría aquí a estas horas ni aunque me pagaran”, comentaba un señor de pelo blanco y hombros de leñador que vestía un escueto uniforme: camisa hawaiana, tanga negro y sandalias de espartano. Su amigo asentía entre risas y al asentir se le movía una pequeña coleta al estilo Danny DeVito en los años 80.

La madre de todas las fiestas ha estrechado las avenidas de la ciudad. En las zonas clave del desfile hay tan poco espacio entre las personas que el aliento es compartido. La afluencia de público ha reducido la inmensidad del Paseo del Prado a la categoría de callejón. Todo acompaña, incluso la tregua meteorológica. Madrid ha dejado de ser un horno durante las últimas jornadas. Los miles de visitantes que buscan días de vino y rosas disfrutan de un inicio del verano con temperaturas de primavera. El tiempo luce pero no aprieta. Los cuerpos semidesnudos se exhiben en la gran pasarela urbana sin el riesgo de caer víctimas de una lipotimia.

Colorido y celebración en la marcha del World Pride 2017.

El desfile ha arrancado tan puntual que no parecía España. 17.30 horas, políticos mediante. El evento internacional a favor de los derechos del colectivo LGTBI ha dejado de ser patrimonio exclusivo del barrio de Chueca. Ahora es un asunto de interés mundial, también un gran negocio: nombre en inglés y más medios acreditados que en una final de Champions. Antes de que las 52 carrozas del World Pride 2017 echaran a rodar, la glorieta de Carlos V estaba inundada por una masa ávida de música, roce, bebida y Orgullo. Un grupo de chicas jóvenes con muchas ganas y poca ropa cantaban a gritos: “¡¿A quién le importa lo que yo haga?! ¡¿A quén le importa lo que yo diga?!. Yo soy así, así seguiré, nunca cambiaréeeeeee….”. Un clásico de Fangoria que es a estas fiestas lo que Paquito el chocolatero a las verbenas de pueblo.

La masa que rebosa la arteria principal de Madrid es heterogénea: disfrazados, teñidos, tatuados  desnudos, semidesnudos… Incluso, a las puertas de una cadena de comida rápida, un señor con camisa y corbata miraba el espectáculo con cara de lunes por la mañana, como si no fuera con él. Dos chicas con gafas se besaban a su lado y, junto a ellas, otro hombre con edad para ser padre las miraba con la boca abierta, igual que si estuviera presenciando el advenimiento de la Santísima Trinidad. Subida a un semáforo, una adolescente aplaudía el beso al tiempo que las chicas sonreían con sus bocas entrelazadas. A René Magritte le hubiera gustado pintar eso.

“Marica tú…”

En unos amplificadores atronaba un viejo tema de Los Morancos: “Marica ¿quién? Marica tú/ Marica yo, Marica jojo…”. Hay quien bebía agua. Hay quien se la echaba por encima. Pero, en la mayoría de los casos, los minis de tinto con Coca-Cola se han adueñado de las gargantas. El calimocho de toda la vida vuelve a ser trending. El inicio del desfile ha convertido la Estación de Atocha en el centro neurálgico del botellón en España. Con tantas bolsas en el suelo parecía un mar de plástico.

Cada uno saltaba y bailaba en el centímetro cuadrado que le había tocado en suerte. Al paso de los vehículos, la gente buscaba y señalaba las caras conocidas. “Ése no es… Sí hombre, ¿cómo se llama? El político ese… Ah, no, no es…”, comentaba un chico a sus amigos mientras se preparaba una copa. Las formaciones políticas no han desaprovechado la oportunidad de echar simiente al campo. El desfile reivindica los derechos por la igualdad sexual pero también es un granero de votos con las puertas abiertas de par en par.

Desde ahora, y hasta que la madrugada ceda ante el día, la vida de Madrid se resume en la calle. Primero el desfile, que durará hasta la medianoche. Después, el centro de la ciudad a modo de catarsis: Gran Vía, Chueca y Tribunal. Gays, lésbianas, bisexuales, transexuales y heterosexuales. Todos son Madrid y de Madrid. Ya sea en inglés, francés, alemán, griego o español, la juerga se come las calles para poner sobre el escaparte mediático la lucha contra la discriminación.

Mientras las piernas aguanten y el bolsillo resista, no habrá descanso en la ciudad. Al menos, hasta el próximo lunes. Madrid, como la vida misma, siempre está a medio camino entre el amor y el sexo. Entre la reivindicación y el espectáculo. Urbe de la compostura y también de los excesos. Madrid diverso. Reivindicación, visibilidad y derechos. Negocio y Orgullo. Madrid, de la tolerancia al cielo. Capital abierta al mundo… Y con un fin de semana por delante para vivirlo cada uno a su aire.

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