«Así, nadie lo va a entender»: la respuesta de Ábalos a Sánchez tras comunicarle su cese
Hasta el sábado por la mañana José Luis Ábalos contaba con seguir como ministro de España hasta el final del mandato. La duda era si seguiría en el complejo Ministerio de Transportes, Agenda Urbana y Movilidad o si, por el contrario, el presidente Pedro Sánchez le otorgaría el control de otra cartera menos absorbente y que le permitiera disponer de más tiempo.
A fin de cuentas, Ábalos ha dedicado los últimos siete años de su vida a la primera línea política. Más de media década entregado en cuerpo y alma a hacer de Sánchez el líder que es hoy. Y a salvarle la papeleta en los momentos más delicados. Hasta que no ha necesitado más de él. Y de forma unilateral lo ha despojado de todo el poder, sin aviso previo. Se lo comunicó el sábado por la mañana como a Pedro Duque o Arancha González Laya, dos ministros como Ábalos pero con una relación personal muy distinta. Y a los que no les debe nada.
El ex ministro de Transportes y ex secretario de Organización del PSOE tenía un mínimo conocimiento de los planes que Sánchez tenía en la cabeza. Incluso el número tres del partido, antes de que se ejecutaran los cambios, dio a conocer a los territorios de los nuevos ministros que habría cambios y que afectarían a cargos de sus federaciones. Pero de su cese no supo nada hasta minutos antes de que se filtrase a los medios de comunicación.
Él le había pedido al presidente un cambio de destino para estar más tranquilo. En esa petición pesaban motivos personales de peso. Y el jefe del Ejecutivo tomó buena nota de ello mandándolo a casa hasta el próximo pleno del Congreso, en el que volverá a su escaño como diputado raso por Valencia. De momento no lo deja. Es el compromiso que tiene con los votantes.
Lo que sí ha dejado es la responsabilidad orgánica que tenía en el PSOE. Entre otras funciones, la de coordinar el 40 congreso que se celebrará en su ciudad, Valencia, entre el 15 y el 17 de octubre. Pedro Sánchez pretendía que, tras cesarle como ministro, continuase como secretario de Organización hasta octubre, momento a partir del cual también iba a prescindir de él en el partido. Así se lo trasladó a Ábalos, a pregunta de este, en la breve conversación que mantuvieron el sábado. La reacción del ex ministro fue sorpresiva: «Así, nadie lo va a entender».
Y aunque se cogió unos días antes de decidir si abandonaba su cargo en el PSOE, por responsabilidad, tenía claro que después de haber ganado la moción de censura, haber logrado la investidura con ERC, varias campañas electorales y la gestión de la pandemia, no iba a ser una víctima más de la larga lista de cadáveres de Sánchez.
Con frialdad, el presidente del Gobierno prescindió de los servicios del hombre que le ha acompañado desde que asaltó la secretaria general por sorpresa en 2014. Primero desde la fontanería de Ferraz, poniendo paz a un partido dividido y ordenando una organización con muchas almas. Y luego desde el Gobierno, al frente de un Ministerio muy importante para mantener el poder territorial y desde el que ha dado la cara por todas las crisis que se han originado. Sin las funciones de portavoz del partido, que recaen en un desaparecido alcalde de Valladolid Óscar Puente -el del ‘yatazo’-, Ábalos ha sido el encargado de defender los pactos con Podemos, con Bildu o los indultos, no siempre bien recibidos en las filas de su partido.
Dos días después de conocer su salida del Gobierno, el lunes, traspasaba la cartera a la nueva titular de Transportes, Agenda Urbana y Movilidad, la catalana Raquel Sánchez Jiménez, prácticamente en la intimidad. Él, que en anteriores ocasiones había acudido a arropar a todos sus compañeros que entraban o salían, se fue casi solo. Únicamente dos ex ministros, Salvador Illa -por sus proximidad a la nueva ministra y también a Ábalos- y su predecesor Pepe Blanco, asistieron a su traspaso de poderes. Ni Adriana Lastra ni Santos Cerdán se pasaron a saludarle.