Guerra comercial

Las principales instituciones económicas se muestran pesimistas de cara al final de la guerra comercial

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Donald Trump y Xi Jinping (Foto: Getty)

En las últimas declaraciones emitidas por el Presidente Donald Trump, las negociaciones entre China y Estados Unidos parecen ir encaminadas por el lado del acuerdo comercial. Un acuerdo parcial en el que Estados Unidos y China pondrían fin a la guerra comercial que ya no solo ocupa las portadas de los principales diarios económicos, así como la propia opinión pública, sino que ya está incidiendo con fuerza en el deterioro económico que vive la economía mundial, inmersa en una tortuosa desaceleración económica.

Sin embargo, de acuerdo con las últimas reuniones entre ambos mandatarios, las relaciones entre China y Estados Unidos, en vilo ante un posible acuerdo, han tenido un pésimo desenlace. Mientras las reuniones se programaban con el fin de negociar una posible tregua comercial, todas y cada una de ellas han acabado de la misma forma que las empezaron; con una guerra comercial más sacudida y unas relaciones más deterioradas que antes de celebrarse dichas reuniones. Es decir, la improductividad de las reuniones y esos cantos de sirena están impactando cada vez menos en una percepción escéptica sobre la posible tregua comercial.

El conflicto arancelario, que ya pasará a los anales de la historia, sigue persistiendo. A la vez, lo hace en un escenario en el que la economía, pendiente de finalizar un ciclo expansivo de crecimientos prolongados, sigue moderándose; previendo crecimientos bastante más moderados de lo esperado. Declaraciones a las que se les suma las emitidas por unos organismos que, en relación con la guerra comercial y una muy posible postergación de la tregua, avisan continuamente del grave impacto de la guerra en la economía y en las exportaciones.

La economía mundial está caminando hacia una desaceleración sincronizada

De acuerdo con las declaraciones emitidas por la nueva directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), tras la salida de Christine Lagarde para su postulación a presidir el Banco Central Europeo (BCE), la economía mundial está caminando hacia una desaceleración sincronizada. Desaceleración sincronizada por el sencillo hecho de que las tasas reales de crecimiento en las economías continúan sus revisiones a la baja en las previsiones, así como los continuos malos resultados que presentan los indicadores macroeconómicos a nivel global. Indicadores que muestran esta realidad de la que hablamos.

El último ha sido el indicador sintético que confecciona la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). De acuerdo con el indicador CLI, el cual recoge una serie de variables macro para confeccionar una lectura lo más aproximada posible de la evolución de los crecimientos de cada economía; junto a Alemania y España, Estados Unidos sigue mostrando un comportamiento bastante más pesimista de lo esperado, pues pese a buenos resultados en indicadores como los de los subsidios de empleo, la economía sigue moderándose gradualmente.

De acuerdo con el último informe realizado por la Organización Mundial del Comercio (WTO), las previsiones para el comercio mundial también han sufrido rebajas en las últimas lecturas. Rebajas que prevén una moderación más abrupta de lo esperado para las previsiones del comercio global en los próximos meses. Unas previsiones que ponen de manifiesto el fuerte impacto de una guerra comercial en unas transacciones que no solo representan una gran parte del PIB, sino que aportan un gran agregado al crecimiento económico. Concretamente, el 57% del PIB mundial, que es generado por estas transacciones comerciales entre los países.

En relación con las declaraciones emitidas por el Fondo Monetario Internacional, estamos ante un problema de gran envergadura. Y es que, en un entorno como el vigente, la guerra comercial es un auténtico agravante para la economía. Un agravante que está provocando un daño innecesario en muchas economías que, como Alemania, están perdiendo gran actividad económica debido a la fuerte caída que ha experimentado la demanda externa en los últimos meses. Pérdidas irreparables que, de acuerdo con las estimaciones, podrían llegar a representar cerca del 0,8% del PIB.

Pérdidas cercanas a los 700 millones de euros que no solo hacen saltar las alarmas, sino que lastran el propio crecimiento del PIB Mundial

Pérdidas cercanas a los 700 millones de euros que no solo hacen saltar las alarmas, sino que lastran el propio crecimiento del PIB Mundial, el cual ha sido revisado a la baja en numerosas ocasiones, en los últimos meses, en relación con el mayor deterioro que ha ido experimentando la economía global y, por así decirlo, el escenario comercial y las relaciones bilaterales. Unas relaciones que podrían solucionarse con la voluntad política suficiente, pero que, por motivo de intereses económicos contrapuestos, siguen bloqueando uno de los principales motores de crecimiento de la economía en estos últimos 10 años.

Un motor de crecimiento que ha ido creciendo a ritmos exponenciales durante los últimos años y de forma ininterrumpida, pero que, dado el escenario que comentamos, desde la propia WTO ya se ha avisado de una reducción en el mismo, así como una mayor moderación de los crecimientos ante un escenario muy complicado para la transacción y el libre comercio. Una situación que, por muy pesada que se nos haga, sigue siendo una anomalía que, por la prolongación de la misma, la estamos llegando a considerar como la nueva normalidad política y lo ético en un escenario como este.

En definitiva, estamos ante uno de los fenómenos que, junto al Brexit, siguen dañando nuestra economía. Estamos, como decía, ante el final de un puro ciclo expansivo de la economía, los crecimientos se moderan, la economía se desacelera, la política sigue mal y lo último que necesita la economía mundial son agregados de incertidumbre que solo disparan la desconfianza de los empresarios, la paralización de la actividad económica y la inversión, así como la creación de nuevas fuentes de actividad económica ante un entorno inestable e inseguro, sin fechas comprometedoras.

La situación se presenta más complicada de lo habitual, pues las negociaciones entre China y Estados Unidos, pese a las declaraciones de Trump, resultan difícilmente creíbles por los distintos organismos. Tal es el grado de escepticismo que ni la propia Reserva Federal confía en un acuerdo en el corto plazo, dadas las discrepancias entre Estados Unidos y China y la polarización de sus opiniones, en las que ninguno pretende ceder. Sea como sea, una solución a la guerra comercial es necesaria, pues la economía necesita volver a su estado normal; aunque lo que me preocupa, en un escenario donde todo es anómalo, la nueva anomalía es el crecimiento y la estabilidad comercial.

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