Grifols: todo el mundo lo sabía pero nadie decía nada
La gravísima crisis bursátil sufrida por Grifols esta semana por el informe de Gotham City que le acusa de falsear sus cuentas ha dado pie a un curioso fenómeno muy español: resulta que todo el mundo lo sabía y nadie decía nada. Una vez más, han quedado en evidencia la CNMV, los auditores y las agencias de rating, que no han detectado ni uno de los muchos fraudes contables que ha habido en España, y también perjudica aún más a nuestra reputación como país serio y fiable.
«Lo de Grifols recuerda a pequeña escala la gran crisis financiera. Todo el mundo sabía lo que estaba pasando, pero todo el mundo pensaba que ellos eran los únicos que lo sabían y los demás no, y hacían como que no pasaba nada. Hasta que llegó alguien y dijo: «Aquí hay colillas, alguien ha fumado». Y todo se vino abajo. Ese alguien ha sido Gotham esta vez», explica gráficamente un ejecutivo bancario.
Vaya por delante que aquí no tenemos nada a favor ni en contra de Grifols, ni sabemos si las acusaciones de Gotham son ciertas o no… como le pasa a la mayoría del mercado, que, en todo caso, no se fía, y por eso se sale del valor (el dinero es miedoso).
Grifols es una de las pocas empresas punteras del sector sanitario que tenemos en España, multinacional con presencia en 30 países. Pero también es verdad que arrastra serios problemas de ingresos y de deuda -OKDIARIO alertó de ello ya en julio de 2022 y volvió a hacerlo en noviembre- y ahora está en duda toda su contabilidad.
Claro que Gotham es un especulador, como todo el mundo que opera en los mercado, y en su caso lo hace con posiciones bajistas. Es decir, le interesa hacer caer a los valores para ganar dinero. Y no lo oculta. Pero ojo, esta gente no lanza ataques gratuitos, sino que hace unas investigaciones muy serias que le llevan varios meses, y suele asesorarse por abogados y expertos locales del país de la empresa de que se trate. A veces se pasan de frenada, pero también destapan estafas como la de Gowex. Por eso, el mercado le concede credibilidad.
«No descubre nada nuevo»
Pero volviendo al asunto de esta columna, tras publicarse el estudio de Gotham City, empiezan a salir analistas y expertos a decir que «no descubre nada nuevo», que «todo era conocido», que «no hay ninguna ilegalidad», etc. Entonces, ¿por qué el valor se ha derrumbado casi un 40% esta semana, incluyendo el rebote del 12% del miércoles? Si todo era sabido, ya debería estar contemplado en el precio, como dicen ellos. Pues no debía de estarlo, visto lo visto. Hacía falta que alguien dijera que aquí han fumado para que los demás, que veían las colillas, cayeran en la cuenta.
Mención especial merece Bankinter, cuyo broker suele ser de los más serios de España. Pero esta vez, dice que “el razonamiento del informe de Gotham City no aporta nada nuevo que no supiéramos, como que el apalancamiento es el principal hándicap de Grifols” y que ellos tampoco se creían su ratio de endeudamiento… y aun así, mantenía una recomendación de neutral sobre el valor, no de venta.
Y para rizar el rizo, suelta que reducen esa recomendación «hasta Vender de forma táctica debido al inevitable impacto sobre la cotización de la nota de Gotham City y el daño reputacional causado”. O sea, que sus clientes vendan cuando ya se han comido una caída de más del 25%. No está mal.
Lo de la CNMV
Pero hay mucho más que criticar en otros lados. El más evidente es la CNMV, la policía de la Bolsa. Este organismo no ha pillado jamás un fraude ni una irregularidad con ningún partido político en el Gobierno, pese a que se supone que está para eso. Y hay ejemplos a patadas: el citado Gowex, Pescanova, Abengoa, Bankia, Banco Popular, Martinsa Fadesa, etc.
Nunca actúa hasta que estalla el escándalo, y esta vez no ha sido una excepción: su actual presidente, Rodrigo Buenaventura, ha abierto una investigación sobre lo ocurrido en Grifols y ha dado 10 días a la empresa para que envíe aclaraciones.
A buenas horas. Si hacen falta ahora aclaraciones a las cuentas de Grifols (y no sólo del último año, por cierto), es que también hacían falta cuando las presentaron. ¿Por qué no se las pidió entonces? Pues porque, o no las revisó, o simplemente las miró por encima y no le llamaron la atención cosas tan chocantes como la forma de calcular la deuda y el Ebitda (beneficio bruto de explotación) o las opacas e inextricables relaciones entre Grifols y Scranton, el holding de la familia fundadora. Relaciones que la empresa no aclaró en la conferencia de analistas que mantuvo el miércoles, y por eso el valor volvió a desplomarse.
KPMG y Moody’s
En el caso de Grifols, KPMG tampoco encontró nunca nada raro en 2022. Ahora bien, en 2021 le obligó a reformular las cuentas.
Capítulo aparte merecen también los auditores y las agencias de rating. Ambos tienen un conflicto de interés irresoluble, puesto que cobran de la empresa que analizan y, por tanto, les interesa llevarse bien con ella para que no les cambien por un competidor. Pero, aunque así sea, la obligación de los auditores es detectar cosas que no cuadran -lo que se llama red flags-, pedir más información sobre ellas y, si la compañía no se la da, poner salvedades o no firmar las cuentas.
La excusa de los auditores, que reiteran en párrafos y párrafos de disclaimer, es que sólo analizan la información que la empresa les proporciona y que no pueden detectar cosas que no aparecen ahí. Entonces, ¿para qué sirve una auditoría si no puede garantizar a los inversores que lo que cuentan las compañías es verdad?
Y las agencias de rating, Moody’s en este caso, tampoco han detectado nunca ningún fraude contable. Quedaron totalmente en ridículo cuando se hundieron los productos tóxicos en que empaquetaban las hipotecas subprime los bancos de EEUU: no dijeron ni pío hasta que se destapó el escándalo, y entonces bajaron de golpe su calificación de AAA (la máxima) a bono basura sin pasar por la casilla de salida. Pero ahí siguen, cobrando y gozando de un prestigio incomprensible.
Fallo sistémico
Por tanto, lo grave de Grifols no es la situación de la empresa, cuyo futuro está por ver (aunque la desconfianza se ha instalado en inversores, acreedores, proveedores y clientes, y eso es muy difícil de gestionar). Lo grave es que evidencia, una vez más, el fallo total del sistema. Y también afecta a la reputación de la marca España, ya bastante maltrecha por la inseguridad jurídica y las políticas antiempresa del Gobierno.
«Sería desastroso que se produjera un fallo en el proceso de elaboración, control y difusión de información que sirve de base para la adopción de decisiones de inversion», sostiene un veterano del mundo económico español. Pues es justo lo que ha pasado.