¡La España de la nueva casta!

“Believe you can and you’re halfway there”. Cree que puedes y ya estarás a medio camino. Theodore Roosevelt, 1909.
Nada engaña más a la gente que la verdad, ¿recuerdan el 2016? Ese año en el que tras la victoria populista de Alexis Tsipras en Grecia y del temido BREXIT en UK, Donald Trump daba el campanazo que terminó denominándose “trumpazo”. Definitivamente el apocalipsis financiero no llegó ni de la mano del tapering, ni tampoco de la mano de Trump. ¿Quién nos iba a decir que el crash más bestial de las Bolsas sería consecuencia de un virus que se ha impuesto para cambiar por siempre nuestra vida? Pues bien, una vez más la historia se escribe dándonos una lección vital, demostrando que más allá de la imperiosa necesidad del ser humano de tratar de predecir los hechos, lo desconocido y lo imprevisible siempre marcará el desarrollo de la humanidad.
Esta es la peor generación de los últimos 75 años, ¡sí! podríamos lamentarnos, pero no es mi estilo lamerme las heridas y lo cierto es que ser hijos de la ingente burbuja financiera de 2007 no nos excluye de ser los privilegiados protagonistas de la gran transformación social del siglo XXI. Vivimos una era de grandes cambios, y a la ya archiconocida ‘revolución tech’ se le une la revolución social. La gran sintonía entre la comunidad científica médica y la capacidad global de dar respuestas en clara concordancia son un ejemplo inequívoco de ello. ¿Acaso habría sido posible este rápido intercambio de conocimientos sin internet?; ¿qué habría pasado en un mundo confinado sin la posibilidad de que algunos nos lleváramos el trabajo a casa?; ¿habríamos soportado el confinamiento social sin secuelas psicológicas de no tener redes sociales?
Personalmente me siento orgullosa de ser parte protagonista de un suceso que probablemente cambiará la historia por civilizaciones, pasando de la edad contemporánea a la era digital. Como economista liberal me complace la capacidad que tiene el ser humano de dar solución a los problemas cuando está incentivado. Sin embargo, aquello que logra la innovación lo destruye la corrupción.
El poder es coercitivo y corruptivo en esencia, y está creado para satisfacerse y retroalimentarse a sí mismo en todas sus variantes. Aquella hipocresía capaz de denominar casta a sus deseos más primarios, se convierte hoy en la necesidad de dar más volumen a la forma de Estado en contra de nuestras libertades.
Nos enfrentamos a titulares mediáticos que anuncian un claro despropósito informativo, tales como que la economía española presenta un trimestre récord en cuanto a la recuperación del PIB, a unos absurdos presupuestos generales que van en contra de la corriente europea y conducen a subir impuestos, y a terminar de asfixiar aquello que nos ha llevado a la era digital.
El Estado ha optado por la política del miedo, ¡que previsible! ¿cómo? haciendo uso del vicio del poder para decretar el Estado de alarma 6 meses más. Una medida innecesaria y aplaudida por la exagerada cantidad de “ismos” que condicionan con intereses ideológicamente fanáticos las decisiones sobre los recursos de todos. Comprar votos mediante subvenciones es un serio problema a futuro, puesto que cuando se terminen los fondos europeos el tejido empresarial se habrá ahogado del todo, y el país estará más que gravemente endeudado.
Obviamente todo ello terminará en privatizaciones, recortes y más impuestos. La inoperancia es un problema indemne a la mediocridad, y España desafortunadamente se ha convertido en un país mediocre. Transmutada en la peor nación en cuanto a datos sanitarios y económicos, me resulta francamente penosa la nula capacidad de autocrítica que poseen nuestros dirigentes como consecuencia del fanatismo ideológico de los manidos nacionalismos y comunismos varios.
Theodore Roosevelt defendía férreamente que el mero hecho de creer te acerca notablemente al éxito, y siento decirlo; hoy nadie cree en España. Incluso Nadia Calviño reconoce que “la recuperación parte de que los inversores confíen nuevamente en España”. ¿Pero cómo van a confiar en un país que tergiversa constantemente las obviedades? La realidad es que la subida de impuestos que plantea el gobierno de España se sujeta formalmente sobre un incremento a las rentas altas.
Traducido significan 500 millones de euros sobre un agujero de 150.000 millones de euros. ¿Acaso se han saltado la clase de matemáticas I?, ¿o seguimos tirando de demagogia barata, tratando a todos los españoles de absolutos analfabetos?
España se ha convertido en un país que no ofrece a día de hoy ningún tipo de seguridad jurídica, que nos trata a los empresarios de delincuentes, que sube los impuestos a los autónomos y que no da ningún tipo de apoyo a aquellas personas que fruto de su propia motivación y esfuerzo, tratan de hacer algo productivo con sus vidas. Aquellos que defendían a España de la casta, han resultado ser la peor de las castas. La cultura del panem et circenses, si no montas dos caballos a la vez no trabajas en el circo, circo que preparado para intentar gustar a todos, ha acabado por no gustarle a nadie.