Al Madrid se le atascó la guillotina
Salía el Madrid al Parque de los Príncipes más mermado que Robin Hood sin su arco y con un equipo plagado de meritorios. Casemiro, Jesé o Lucas Vázquez se veían ante el partido más importante de su vida. Era un equipo joven y veloz, sin experiencia pero con ímpetu y dispuesto a tirarse de la Torre Eiffel si su entrenador se lo pedía.
Los muchachos de Rafa salieron a jugar sin complejos, empujados por una camiseta que en la Liga de Campeones se agranda. Una pared entre el Bicho Cristiano y el Bichito Jesé a los dos minutos se convirtió en un pase de la muerte interruptus que despejó no sin apuros la defensa del PSG. Era el primer aviso de que el Madrid, juegue quien juegue, siempre es el Madrid. Y en la Champions, más.
Tres córners seguidos concedidos por el Madrid dieron vidilla a los parisinos. En los tiempos de Iker, a muchos madridistas se les hubieran puesto de corbata, pero con Keylor es otra cosa. Bueno, y con un Di María que los botó tan cortos como si fuera un infantil.
No se arrugó el Madrid, que dominaba el centro del campo con un Casemiro que tiene fútbol y pelotas a partes iguales. Una galopada del brasileño provocó la primera amarilla para Matuidi y la ocasión para que Cristiano estrellara una falta más contra la barrera.
Benítez, el valiente
Benítez había decidido quitarse el sambenito de defensivo convirtiendo a su equipo en un acordeón de presión alta. Ramos y Varane empujaban la línea de cuatro al centro del campo y obligaban al PSG a jugar en 30 metros. El Madrid era un equipo corto, pero muy adelantado, que no dejaba huecos a Verrati ni a Matuidi para conectar con los tres de arriba. Un planteamiento valiente, vive Dios. Un señor planteamiento.
Blanc estaba sorprendido por el atrevimiento del Madrid y sus jugadores, bloqueados, la perdían una y otra vez ante la presión de los centrocampistas y los delanteros blancos. El riesgo que asumía Benítez era que cualquier desajuste con la línea tan adelantada podía convertirse en un mano a mano para Ibra o Cavani.
No traducía el Madrid su dominio en ocasiones, más allá de alguna incursión de Isco o de un tiro cruzado de Kroos a los 20 minutos que se marchó a la izquierda de Trapp. El PSG era las intenciones de Di María, un jugador a una pierna izquierda pegado, y nada más. Pero Marcelo conocía sus vías de escape y le mantenía a raya. Ibrahimovic se pavoneaba por el césped luciendo palmito y coleta, invisible a sus compañeros, haciéndose el sueco. Un estático Cavani parecía un delantero de futbolín pero con greñas.
A los 25, un agilísimo Trapp le sacó con los pies un mano a mano a Jesé que pudo haber sido el primero del Madrid. El canario se movía por todo el frente del ataque buscando las espaldas de Aurier y Maxwell, más retratados que el tesorero de Artur Mas.
Diez minutos después la tuvo Cristiano de cabeza en un remate acrobático que desvió a córner Trapp. Marcelo había puesto la rosquita tras recibir un pase majestuoso de Casemiro, que estaba trazando diagonales en plan Schuster. En el córner, otra vez remate de Ronaldo y otra vez parada del meta alemán. El Madrid era orden sin la pelota y concierto con ella. Sólo le faltaba afilar la cuchilla del remate para guillotinar al PSG.
Los de Benítez se merecían el gol como el Príncipe Carlos se merece la corona de Inglaterra: desesperadamente. Un barullo en el área parisina generado por la anarquía de Marcelo a punto estuvo de acabar en gol, pero la puntera de Jesé llegó una décima tarde. Luego Trapp, el mejor del PSG, sacó otro disparo envenenado de Casemiro.
El partido, partido
Al descanso se fue el Madrid como ganador moral del partido, pero con el empate a cero en el electrónico. En el segundo tiempo el PSG salió tocando a rebato y a Cavani se le fue por poco un remate dentro del área.
Se estiró el Madrid y una falta de Cristiano (2 de 90) estuvo a punto de convertirse en gol si Ibra no hubiera metido la coleta para desviar la pelota a córner. Partido estaba el partido, con más espacios que la grada del Coliseum cuando juega el Getafe. Lucas Vázquez tuvo la suya con una volea alta a la salida de un córner.
Crecía con los minutos la figura de Verratti, un jugón que corre el riesgo de estancarse si continúa mucho tiempo en esa máquina de apagar estrellas que es el PSG. También se vio de refilón a Ibra, que cabalgó las espaldas de Ramos para cabecear alto. Y un poco a Di María, en una de sus clásicas maniobras hacia dentro que tocó en Marcelo y acabó en las manos de Keylor.
Movía su multimillonario banquillo Blanc y daba entrada a Lucas Moura y Pastore, dos chicos que llegaron al PSG como fichajes de relumbrón y ahora andan perdidos en la profundidad de una plantilla insondable. Se iban Di María y Cavani con más pena que gloria. Contraatacaba Benítez sacando a Modric por un Isco fundido de tanto regate y tanta viguería.
Una contra al toque de corneta lanzada por Modric y continuada después por Jesé y Marcelo la finalizó Cristiano con un disparo dentro del área que se marchó fuera. El gol rondaba por las dos áreas como un jubilado por unas obras.
Rizzoli le perdonó la roja a su compatriota Verrati. Blanc se dio cuenta y le cambió para no quedarse con diez. Pasaba el tiempo y a los dos equipos les empezaba a molar el empate, aunque el Madrid acumulaba córners como M.A. Barracus collares. El PSG lo intentaba con más pudor que convicción, pero Varane y Ramos eran señores del feudo del área.
Se murió el partido con un par de sustos: una salida de Keylor, siempre con un ojo abierto, para despejar con el pie y un despeje de Danilo que conjuró lo que pudo haber sido un postrero e inmerecido gol del PSG.