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GP DE CHINA 2016

Imparable Rosberg, Sainz en los puntos y McLaren vuelve a la nada

Fue un parpadeo, un rápido destello de los que cantaría Izal. Los inicios siempre son el recuerdo de la Fórmula 1 más imprevisible, como el comportamiento de un jefe: nunca sabes por donde puede salir. El embragar es un arte que Red Bull accionó con mayor destreza que el resto. Nico Rosberg vio pasar el monoplaza de Daniel Ricciardo con la impotencia de no poder agarrarle como a un delantero que es más rápido que tú. Daniil Kvyat se coló también a los Ferrari provocando un cataclismo en la primera curva.

Vettel vio aparecer la mancha de Kvyat a su derecha y pegó un volantazo como el que se encuentra un fantasma. La temeraria maniobra convirtió la curva en S en Kapital a las 4 de la mañana: juntos y revueltos. Lewis Hamilton también chocaba con la fibra de carbono de un rival, y tanto él como Kimi pasaron por boxes a cambiar el alerón delantero, rezando por un madrugador Safety.

Sus súplicas serían escuchadas mientras que Carlos Sainz volaba hasta la quinta posición. Empujaba como un poseso, con el Toro Rosso disfrazado de Ferrari, buscando a los Force India que corrían en tercera y cuarta posición. Todo empezaba a encontrar un cauce lógico y meridianamente tranquilo hasta que Ricciardo pinchó por restos de fibra de carbono que habían quedado esparcidos en la batalla inicial.

Salió el Safety Car provocando el delirio en boxes… y resucitando a Kimi y Lewis. Todos acudieron al pit lane con más ganas de guerra que Gimli en El Señor de los Anillos. Vettel cargaba el hacha sin miedo y se comió a dos monoplazas en la entrada a los pits. La esquizofrenia se apoderó del asfalto que parecía pagar el precio de una carrera de alcohólicos anónimos: todos deseaban el champán más que nunca. Fernando Alonso pasaba de hacer pit stop y se quedó en pista en tercera posición a ver si rascaba algo. Una imagen inédita y extraña con un McLaren que, desgraciadamente, iba a sufrir.

El MP4-31 parecía que se había desperezado con una olla de callos encima: todos los que venían por detrás le quitaban el Chandon de la publicidad. Fernando optó por entrar a poner medios y aguantar hasta el final. Que sea lo que Dios quiera. Button se daba de codazos con todos en la quinta plaza. El top 10 era un objetivo necesario; el top 5, un ilusionismo imposible. Pensar en ello es todavía presuntuoso para McLaren-Honda.

En Mercedes se liaron con las cuentas e hicieron pasar dos veces consecutivas por el box a Lewis Hamilton con el Safety fuera: tres paradas en total. Pero le habían dado alas al ángel caído y Nico Rosberg se ponía nervioso en la distancia. El 44 iba adelantando con la facilidad que le proporciona su flecha de plata: tenía recargas suficiente para pensar en el podio. La carrera era como observar a la Kardashian: mirases donde mirases, había algo interesante que ver.

La situación de carrera no daba lugar a levantarse a por un café o refrigerio. Pensar en analizar todo lo que sucedía con frialdad era un ejercicio imposible hasta para el más experto. La Fórmula 1 nos estaba regalando esa prueba por la que sigue mereciendo levantarse a las 7 de la mañana para ver girar a las mejores manos del planeta. Era la excepción que confirma la regla. Ese teléfono chino del que salen bien 1 de 10: si no es defectuoso es una bendición.

Rosberg, sobrado; el espectáculo va detrás

Nico Rosberg seguía con una mano fuera del monoplaza, con Kvyat ‘amenazante’ en la lejanía. Vettel era tercero, Ricciardo, cuarto y Carlos Sainz, en una de esas tardes que huelen a certificación de talento, quinto. Los Ferrari querían irse arriba y más arriba como canta el tema de Coldplay. Vettel fardaba de motor y ponía en ridículo la tecnología suiza (francesa) de Tag Heuer. Descuartizaba a Kvyat en pista, en un deja vú para el podio, y pisaba la sala de espera de la gloria. 

Massa, Hamilton y Ricciardo se enzarzaban en una guerrilla fatídica por la cuarta plaza. Ricciardo pasaba a Lewis evidenciando la poderosa aerodinámica del Red Bull: se agarra al asfalto mejor que una señorona a la barra del tren en hora punta. Quedaban 11 vueltas y la carrera seguía provocando esguinces cerebrales. Kimi llegaba por detrás amenazando a Lewis y Massa mientras que el Red Bull de marchaba en solitario como un ciclista que lanza su ataque en L’ Alpe D’ Huez. Hamilton intentaba pasar desesperadamente a Felipe, éste no se dejaba, y la mancha roja de Raikkonen aprovechaba la contienda para meterle mano a Lewis: cuando se quiso dar cuenta ya había desnudado a los dos.

Button, entre tanto, marcaba una pusilánime vuelta rápida patrocinada por sus gomas nuevas. La carrera de los McLaren-Honda era una crema agria caducada: difícil de digerir. Prometieron tanto en el corralito del sábado, que la decepción y caída provocó más dolor. Aquejaron una grave falta de ritmo y ni siquiera se colaron en los puntos: Fernando Alonso, duodécimo; Button, décimotercero. Tras 56 giros todo seguía como había empezado para ellos. La escalera hacia el paraíso sigue balanceándose y no encuentran la manera de ascender.

Verstappen pasaba a Sainz tras un soplo desde el muro que le instruía en dejar por delante a su compañero. Carlos obedeció para acto seguido golpear la puerta de Toro Rosso, Red Bull y el propio Verstappen, rodando 4 décimas más rápido que él con el medio. La octava posición era el premio de consolación para los niños. Un galardón que se iba a llevar Max con Carlos pegado a él como en una romería. Otro capítulo más en una rivalidad curiosa que sigue acrecentando.

Nico Rosberg volvió a torcer el gesto de Lewis Hamilton que se quedó mirando su Mercedes como un jubilado una obra. El alemán pegaba puñetazos a la cámara conocedor que la dinámica negativa del pasado ha cambiado. Ahora es más fuerte, más consistente, más rápido. Daniil Kvyat volvía a pisar un podio que no iba a ser del todo dulce: Vettel se dedicó a reprocharle su actitud en la primera curva. La bronca parecía de postureo, como los siempre medidos gestos de Sebastian para ganarse a una afición ferrarista que siempre le odió.  Un discurso demagógico para justificar su toque con Kimi. Un enfado innecesario con Daniil que no llevaba suelto para pagarlo. La felicidad era Rosberg con su gorra llena de 75 de 75 puntos posibles. La de Lewis sigue casi vacía en una temporada que huele diferente. El cambio es posible. El cambio es Nico Rosberg.