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La leyenda inagotable de España

La leyenda inagotable de España
La leyenda inagotable de España
Guillermo Sáez

La selección española peleará por su oro más inesperado en la final del Eurobasket contra Francia. Con toda la afición en contra y un Dennis Schroder imparable (30 puntos), España volvió a agigantar su leyenda y se llevó una emocionante semifinal con el liderazgo anotador de Lorenzo Brown (29) y una fe inquebrantable en sus posibilidades. Otra medalla asegurada para un equipo legendario. Pasan los jugadores. La gloria permanece.

A Sergio Scariolo ya va tocando ponerle unas cuantas estatuas en los polideportivos españoles. Con Rudy Fernández como único superviviente de la mejor generación de la historia del baloncesto nacional, ha vuelto a construir un equipo ganador. Los puntos para callar bocas de Brown o el paso adelante que se esperaba de los hermanos Hernangómez lo explican, pero también la fe de jugadores como el propio capitán, Alberto Díaz o Usman Garuba que están convirtiendo la defensa en un arte. Un equipo con mayúsculas.

España salió a la semifinal bien entonada, dispuesta para afrontar el chaparrón de la afición alemana y guiada un día más por Willy Hernangómez. El primer cuarto fue un intercambio de golpes entre el pívot de los Pelicans y Schroder que resultó nulo, ya que ambos se fueron a 9 puntos. El alemán ya no bajó el pie del acelerador en toda la noche.

Tras el buen arranque germano, una canasta de Brown puso a España por primera vez arriba en el marcador (9-8) y esa fue la tónica durante casi toda la primera parte. No le pesaba la inexperiencia al joven grupo de Scariolo y la irrupción de Darío Brizuela incluso le permitía estirarse levemente en el marcador (27-21). Igual que pasó ante Finlandia, un triple inverosímil de un rival, en este caso de Maodo Lo a la pata coja y desde 10 metros, ajustaba el marcador sobre la bocina.

El inicio del segundo parcial vio los mejores minutos de España. Rudy entró en el partido igual que lo acabó en cuartos de final, con dos triples seguidos y un parcial de 6-0 que alargaron la máxima hasta rozar la decena (24-33). Todo eso ocurría con Schroder en el banquillo. Gordon Herbert llamó rápidamente a su estrella.

De su mano, Alemania provocó un cortocircuito crítico en España. Fue un huracán tan breve como intenso, apenas 80 segundos en los que Alemania entró en combustión y le dio la vuelta al partido con un parcial de 14-0. El instigador fue un imparable Schroder y el ejecutor fue Andreas Obst, exjugador del Obradoiro que embocó tres triples casi seguidos. Alemania ganaba el descanso con 5 puntos de renta (46-51).

Brown acepta el reto

Schroder amenazó con romper la semifinal al inicio del tercer cuarto (46-55), pero en ese momento entró en juego la extraña, pero efectiva, pareja que forman Alberto Díaz y Lorenzo Brown. Entre los dos bases se apañaron para frenar al jugador de la NBA y multiplicarse también en ataque durante unos minutos muy inspirados. Labraron un parcial de 15-2 que volvía llenar de esperanza a su equipo (61-57). Hasta Willy anotó un inverosímil triple sobre la bocina.

Pero Schroder es mucho Schroder y los aficionados alemanes también empujaban lo suyo. Las penetraciones del base destrozaban una y otra vez a la defensa española, impotente para frenar a un jugador iluminado, y el mal momento se extendió al ataque con un atasco importante. En una semifinal convertida en un intercambio de dentelladas, Alemania volvía a morder con mucha fuerza la yugular española. El parcial, calcado al de la primera parte: 14-0. Alemania volvía a acercarse a su ansiada final (61-71).

Pero España no había llegado hasta aquí para hundirse al primer golpe importante. Volvió a apretar las tuercas en defensa, con taponazo de Garuba a Schroder incluido, y a Brown no le intimidaba el duelo de bases. Igual que ante Lituania, se erigía en líder y sus compañeros le cedían todos los balones calientes. De su mano, otro enorme manotazo al partido y la selección por delante en el ecuador del último cuarto. Y como la cosa iba de parciales, pues un 13-0 (83-77).

En la recta final del partido se estancaron los dos ataques, lógico con tanto en juego, pero el reloj corría a favor de España, que entró en los dos últimos minutos manteniendo el +6 (86-80). Empezó la batalla final, la de los nervios contra el anfitrión. La de mantener las muñecas firmes desde el tiro libre cuando allá en el horizonte ya se ve el brillo de las medallas. Esa también se ganó. España se clasificó para la décima final europea de su historia y, probablemente, las más meritoria e inesperadas de todas.

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