Alcaraz sigue sin rival: rinde a Djokovic y ya está en la final del US Open
El murciano reproduce su gran tenis y pasa por encima del serbio que acaba fundido
Alcanza su segunda final del torneo en la que ya espera a su archienemigo Jannik Sinner
El tenis de Carlos Alcaraz vive en otra dimensión. Una a la que ya no le alcanza a Djokovic por más que se empeñe. Así lo dice la soberbia semifinal (6-4, 7-6, 6-2) que dibujó el murciano. Atrás queda ya el especial respeto que rendía Carlitos ante la figura de Novak, cuya jerarquía ahora cambia de lado en la pista. Lección de tenis, confianza y robustez para mantener todo bajo control ante un Djokovic que acabó fundido, superado por la energía del murciano. Alcaraz confirma que este deporte está en sus manos y en la de Sinner, a quien ya espera en la final del US Open.
El murciano se enfrentaba a más que un tenista. Lo hacía ante todo el aura que rodea al mito de 38 años que se empeña en llevar la contraria al tiempo. Ese que da caza de manera inexorable a todos. También corre más rápido que Djokovic, que fue viniéndose abajo a medida que el reloj sumaba minutos. Los campeones se marchan para dejar paso a otros campeones. Alcaraz le negó la inmortalidad del mismo modo que hizo Sinner en Roland Garros y Wimbledon. Ya no es dominador del tenis.
Le queda el carácter competitivo que le ha llevado hasta la gloria. No pudo arrebatar set a alguno a un Alcaraz al que por momentos se le vio nervioso. AL murciano todavía le impone algo la figura de Djokovic. «Ese aura que tiene influye. Es difícil mantenerlo al margen», asegura ya con el triunfo en el bolsillo. Cierto es que a su triunfo le faltó la serpentina de partidos anteriores, pero… ¿Quién se acuerda de ello en los partidos mastodónticos? Del subcampeón no se acuerda nadie. Pues eso.
Alcaraz fue Alcaraz en todo lo demás. Reprodujo sus buenas sensaciones con el servicio y la potencia con la derecha. Pero comenzó algo precipitado. Cometió más errores forzados de lo esperado y no logró imponer su ritmo. Aún así, le bastó con una rotura temprana para encarrilar una ventaja que no cedería y se convertiría en losa para un balcánico enérgico en el inicio de la segunda manga.
Dos juegos con su servicio y rotura para ensamblar un buen colchón (3-0). Enésima prueba de madurez para Alcaraz. Por escenario, magnitud del rival y circunstancias del partido. «Alegría», le decían desde el banquillo. Y ahí que volvió a la pista con una sonrisa y bom. Derecha por allí, ace por allá y de nuevo empate. Se construyó la victoria a través de la pérdida del excesivo respeto a Djokovic. Imprimió más ritmo, movió más a su rival y fue poco a poco mermando el cada vez más magullado físico del serbio.
El partido demandaba carácter y Alcaraz lo sacó, empujado por su equipo. «Eres una bestia», le arengaban después de aconsejarle. «Ve preparado para su servicio al cuerpo». Y de nuevo, derechazos para fundir a Djokovic y apuntarse la segunda manga en el tie-break. Hasta ahí llegó el serbio. Hasta ahí pudieron galopar sus piernas, que no es poco si uno observa la partida de nacimiento.
16 primaveras más en la del balcánico. Se notó. La tercera manga fue el reflejo cuando Alcaraz le quebró el servicio por una doble falta. Una losa muy pesada que no pudo levantar. Cerrará otro año en blanco, sin ganar ningún Grand Slam. El segundo consecutivo, aunque claro, el curso pasado tuvo el baño de oro en los Juegos. Su era ha terminado. La era del Big Three es historia, la mejor, pero historia.
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