Tus alimentos podrían estar contaminados y no lo sabías: estos son los envases que tienen la culpa


En los últimos años, el tema de los microplásticos ha ganado relevancia en el debate ambiental y de salud pública. Si bien muchos hemos escuchado acerca de la contaminación por plásticos en océanos, ríos y suelos, una reciente investigación ha revelado un aspecto mucho más cercano y preocupante: los envases plásticos que utilizamos a diario para conservar, transportar y calentar nuestros alimentos pueden hacer que estos estén contaminados. Este hallazgo pone en evidencia que, durante el uso cotidiano de estos recipientes, pequeñas partículas plásticas, conocidas como micro y nanoplásticos, se desprenden y terminan en nuestra comida y bebida.
Éstas diminutas partículas no sólo están presentes por defectos en la fabricación o contaminación ambiental, sino que se generan con acciones tan simples como abrir una botella, calentar la comida en el microondas o incluso al lavar y manipular los envases. Esto es especialmente alarmante porque la exposición constante a microplásticos y nanoplásticos representa un riesgo sanitario que apenas comienza a entenderse, debido a que pueden llegar a órganos vitales, desencadenando posibles problemas de salud que incluyen enfermedades cardiovasculares y alteraciones hormonales.
¡Cuidado con los alimentos contaminados!
Los microplásticos se definen como fragmentos de polímeros plásticos con un tamaño inferior a cinco milímetros, mientras que los nanoplásticos son aún más pequeños, con dimensiones por debajo de un micrómetro. La diferencia de tamaño no es trivial: estas partículas ultrafinas tienen la capacidad de atravesar las barreras naturales de nuestro cuerpo, ingresando en el sistema digestivo y respiratorio, y posteriormente distribuyéndose a través del torrente sanguíneo hacia distintos órganos. Investigaciones recientes han detectado estas partículas en lugares tan sensibles como el tejido cerebral, los pulmones, la placenta e incluso en la leche materna.
Un estudio publicado en marzo de 2024 estableció una conexión directa entre la presencia de microplásticos en las arterias y un mayor riesgo de sufrir infartos, accidentes cerebrovasculares y mortalidad en los años siguientes. Además, se han identificado más de 3.600 sustancias químicas vinculadas a los envases plásticos y al procesamiento de alimentos que terminan en el cuerpo humano. De estas, 79 están asociadas a enfermedades graves como el cáncer, desórdenes hormonales y problemas en la reproducción, subrayando la gravedad de la contaminación que ingerimos a diario.
¿Dónde se encuentran?
Este estudio pionero ha encontrado microplásticos en una gran variedad de alimentos y bebidas que forman parte de nuestra dieta habitual. Entre los productos analizados, destacan el agua mineral embotellada, en la que se detectaron hasta 240.000 partículas plásticas por litro, así como el té en bolsitas, pescados enlatados, arroz, sal de mesa, refrescos, comidas para llevar y alimentos ultraprocesados.
Éste último grupo es especialmente preocupante, ya que durante su fabricación se utiliza más maquinaria y hay un contacto más constante con envases plásticos en diferentes etapas del proceso. Esta interacción aumenta la probabilidad de que los alimentos estén contaminados con microplásticos.
Pero la problemática no termina con la simple presencia de plástico. El estudio también subraya que las condiciones a las que se someten estos envases durante su uso diario aceleran la liberación de micro y nanoplásticos. Entre los factores que contribuyen a esta liberación se encuentran el calor (ya sea al calentar alimentos en el microondas o al lavar utensilios plásticos en el lavavajillas), la exposición directa a la luz solar, los lavados repetidos, especialmente en utensilios fabricados con materiales como la melamina, y la fricción mecánica causada al abrir o cerrar envases y tapones.
Frente a esta realidad, es importante tomar medidas para reducir la exposición a microplásticos. Aunque es difícil eliminarlos por completo, algunas precauciones prácticas pueden ayudar a minimizar el riesgo. Por ejemplo, usar envases de vidrio o acero inoxidable en lugar de plástico, evitar calentar alimentos en recipientes plásticos, no lavar utensilios plásticos en lavavajillas y evitar plásticos con código de reciclaje número tres, debido a que suelen contener ftalatos, sustancias químicas nocivas para la salud.
Además, optar por bolsas reutilizables, tazas térmicas y cubiertos personales es una forma sencilla de disminuir el uso de plásticos desechables y limitar así la cantidad de alimentos contaminados que ingerimos.
Más allá de lo obvio, el verdadero valor de este estudio radica en el rigor científico con que se ha documentado la cantidad exacta de partículas liberadas durante el uso habitual de los envases plásticos, así como en la demostración de cómo estas partículas llegan a nuestro organismo. Hasta ahora, la mayoría de las investigaciones se habían enfocado en el impacto ambiental del plástico, pero esta nueva evidencia aporta datos fundamentales para que las políticas públicas y las regulaciones se orienten hacia la protección efectiva de la salud.
Además, la detección de nanoplásticos en alimentos contaminados y su posible vinculación con enfermedades cardiovasculares abre un nuevo campo para la investigación médica y la prevención. Esto evidencia que el problema del plástico en nuestra vida diaria, a través de los alimentos que consumimos, es mucho más profundo y urgente de lo que habíamos imaginado.
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