Estratos sociales

Sabes que eres de clase media-baja cuando haces alguna de estas 3 cosas en los supermercados sin reparar en ello

Clase media-baja
Familias de clase media en un supermercado. Foto: ilustración propia.

Las compras en supermercados esconden dinámicas sociales que rara vez se analizan. Sin darnos cuenta, nuestras acciones pueden revelar aspectos de nuestro origen, educación o situación económica. La clase media-baja presenta ciertas conductas comunes que se repiten en estos entornos, reflejando hábitos adquiridos desde la necesidad de adaptarse a presupuestos.

Y es que cabe remarcar que la relación con el dinero, la percepción de la propiedad del espacio o la inmediatez en la gratificación se manifiestan con frecuencia en las compras semanales.

Las 3 costumbres típicas de la clase media-baja a la hora comprar en supermercados

Más allá de la etiqueta social, estas conductas que se dan en los supermercados son fruto de costumbres y del contexto en el que se creció. Observarlas permite entender cómo pequeños detalles cotidianos pueden diferenciar comportamientos entre distintos estratos sociales.

1. Bloquear los pasillos con el carrito mientras se mira o charla

Una de las acciones más comunes en supermercados de todo tipo es dejar el carrito en medio del pasillo mientras se compara precios o se habla por teléfono. Para quienes pertenecen a la clase media-baja, esto suele ser inconsciente.

Se trata de un hábito aprendido en entornos donde los espacios son más concurridos o donde «mantener tu lugar» es necesario para avanzar con comodidad. Desde la perspectiva de otros compradores, esta práctica puede interpretarse como falta de consideración.

En términos de psicología social, este gesto refleja un sesgo de territorialidad: se da la sensación de ocupar más espacio del necesario. Aunque no exista intención de molestar, quienes lo observan pueden percibirlo como descortés o poco atento a los demás.

Una forma sencilla de cambiar esta impresión es mover el carrito hacia un lateral mientras se revisan los productos.

2. Comentar o «criticar» los precios en voz alta

Hablar sobre los precios mientras se recorre el supermercado es habitual, especialmente entre familias de la clase media-baja. A menudo, los comentarios son fuertes o exagerados: «¡6 € por la mantequilla! ¡No pago eso!» Este tipo de reacción refleja un sesgo de prominencia, donde la atención se centra en el costo inmediato más que en la relación calidad-precio.

En comunidades con presupuestos ajustados, este hábito es frecuente y surge de la necesidad de optimizar los recursos. Sin embargo, en entornos con mayor poder adquisitivo, estas manifestaciones pueden ser interpretadas como un signo de estrés económico o como una actitud demasiado transaccional frente a la compra.

Una manera de suavizar esta conducta es hablar de los precios en voz baja o reservar los comentarios hasta después de pagar.

3. Probar alimentos o bebidas antes de pagar

Por último, otro gesto extendido entre la clase media-baja es consumir un producto antes de llegar a caja. Tomar una botella de agua, una pieza de fruta o un snack para los niños es algo que muchas familias consideran normal, sobre todo cuando se trata de compras largas o días de calor intenso.

Este comportamiento se relaciona con el sesgo de inmediatez: la gratificación inmediata se prioriza sobre la espera. En algunos casos, surge por practicidad, como calmar el hambre de los niños o evitar que los productos se echen a perder durante la compra.

No obstante, para otros compradores, especialmente en estratos más acomodados, esta práctica puede percibirse como falta de autocontrol o de respeto por la norma social de «primero se paga, luego se consume».

Una alternativa sencilla es llevar pequeños snacks desde casa, de modo que no sea necesario abrir productos antes de abonarlos.

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