Religión del Antiguo Egipto: características y curiosidades
El Antiguo Egipto fue una de las civilizaciones más interesantes de la Antigüedad. Su historia abarca más de 3.500 años y nació a orillas del río Nilo. Fueron muchos los logros de los egipcios, entre ellos las técnicas de construcción, gracias a las cuales levantaron las pirámides, así como los modelos matemáticos y los avanzados procedimientos de producción agrícola. Es de especial interés conocer cómo era la religión del Antiguo Egipto, teniendo en cuenta que era politeísta.
Datos curiosos de la religión del Antiguo Egipto
La religión del Antiguo Egipto era politeísta, de manera que los egipcios creían en varios dioses. En los orígenes de la civilización, los dioses eran zoomorfos y tenían forma animal. A medida que fue pasando el tiempo, les atribuyeron características humanas. Tenían un papel trascendental en la vida de la sociedad, e incluso informaban a los faraones sobre las decisiones que debían tomar.
Uno de los dioses más importantes era Ra, representado por una cabeza de halcón junto a un disco solar. También se veneraba a Mut, considerado el origen de todo lo existente. Isis era la Reina de las diosas, considerada la diosa del nacimiento y de la maternidad.
El lugar de culto era el templo, que se consideraba el hogar de los dioses. El interior de los templos era muy parecido a un laberinto, con numerosos pasillos y estancias. La distribución era muy compleja, hasta el punto de que en la actualidad hay numerosos pasadizos que ni siquiera se sabe hacia dónde van.
La forma que tenían de adorar a sus dioses era a través de las ofrendas, que se realizaban en los templos. Aunque no era lo más común, en algunos casos las ofrendas incluían sacrificios tanto animales como humanos. Los amuletos también eran muy importantes, y se creía que otorgaban poderes y protección. Los egipcios estaban convencidos de que los amuletos podían atraer el dinero, el amor, la salud y el trabajo.
La momificación la realizaban los sacerdotes. Era un proceso muy complejo y delicado, que comenzaba con la extracción de los órganos vitales del cuerpo. Luego, se lavaba a conciencia y se envolvía con telas de algodón antes de colocarlo en la tumba. En la tumba también se ponía comida para que el alma tuviera de qué alimentarse en el viaje.
Una vez finalizada la momificación, tenía lugar el «juicio a los muertos», en el que se hacía un análisis en profundidad de todo lo que el difunto había hecho en vida.
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