El color del que deberías pintar las paredes de tu salón si tus muebles son de madera, según una interiorista
La apuesta por tonos neutros es segura cuando se trata de muebles de madera
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Elegir el color de las paredes no es tan fácil como parece. Puede que pensemos que es sólo tenemos que ir a la tienda, mirar una carta de colores y elegir el color que más nos guste. Pero en el salón, que es donde más vida hacemos (ya sea viendo la tele, recibiendo visitas o simplemente descansando), el color de las paredes es lo que marca el ambiente. Y claro, si además tienes muebles de madera, la elección se complica ya que dependiendo del tono elegido puedes acabar con un salón moderno o con mucho encanto, o todo lo contrario.
La madera ya tiene presencia por sí sola. Da calidez, aporta textura, hace que el espacio no sea plano. El problema es que no todos los tonos de pared le hacen justicia. A veces, un color mal elegido la apaga y convierte el salón en un sitio oscuro o más pequeño de lo que es en realidad. Por eso los interioristas suelen insistir en lo mismo: antes de pintar, conviene pararse un momento y pensar qué combinación funciona mejor a las paredes del salón. Y lo bueno es que no tenemos una sola respuesta. Todo depende de la luz que entra, del tono de los muebles y del efecto que quieras conseguir en casa. Los neutros funcionan casi siempre, pero también hay colores más atrevidos que, usados con medida, quedan de maravilla. La clave es equilibrar, que los muebles sigan siendo protagonistas y que las paredes acompañen en lugar de competir con ellos.
De qué color pintar las paredes de tu salón si tus muebles son de madera
Según los interioristas, para acertar con los colores de las paredes del salón, los tonos neutros son la primera opción a tener en cuenta. Y entre estos, el blanco es el comodín por excelencia. Da luz, hace que el salón parezca más grande y, de paso, deja que la madera se lleve todo el protagonismo. Ahora bien, el blanco puro puede resultar algo frío en ciertas casas. Por eso, los expertos aconsejan versiones más cálidas, como el blanco roto, el marfil o incluso un tono hueso. Con ellos se consigue claridad, pero sin esa sensación impersonal que a veces recuerda a un hospital.
El beige y los tonos arena van en la misma dirección. Encajan muy bien con maderas claras porque refuerzan esa idea de armonía y de ambiente relajado. El gris suave, en cambio, es la apuesta moderna. Lleva años usándose en decoración y funciona tanto con maderas oscuras como con tonos más claros.
Cuando quieres añadir un poco de color
Si los tonos mencionados te parecen poco, o deseas algo más de color, los profesionales del interiorismo aconsejan elegir tonos suaves como los verdes claros o los azules pasteles, dado que ninguno de los dos compite con la madera, sino que la resaltan con un contraste ligero y agradable. Un verde agua, por ejemplo, aporta frescura y nos transporta a la naturaleza, mientras que un azul claro transmite calma y amplitud, perfecto si lo que se busca es un espacio de descanso.
Además, estos colores tienen otra ventaja: se adaptan fácilmente. Son perfectos para las paredes de los salones, pero también para las de comedores o dormitorios. No recargan, no cansan, y al mismo tiempo evitan que el espacio quede demasiado plano. Por eso los interioristas los consideran versátiles, aptos tanto para un estilo clásico como para uno más contemporáneo.
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Qué colores conviene evitar
La tentación de optar por un tono fuerte en todas las paredes puede ser un error, sobre todo si se busca un estilo atrevido. De hecho, los interioristas advierten que los colores oscuros o saturados tienden a apagar la madera y a reducir visualmente el espacio. Pintar el salón entero en granate, azul marino o verde intenso puede hacer que el ambiente se sienta cerrado y pesado, especialmente si no entra demasiada luz natural.
Pero eso no significa que haya que renunciar del todo a ellos. De hecho, se pueden utilizar en una sola pared para crear un punto focal o en detalles decorativos como cojines, alfombras o cuadros. La clave está en que la base siga siendo clara, de modo que el equilibrio no se pierda y la madera conserve su protagonismo.
El truco definitivo: mira la veta de la madera
Para acabar los interioristas siempre dan un consejo que resulta el más eficaz de todos. Tiene que ver con fijarse en el color y la veta que tienen los muebles antes de decidir el tono de las paredes para el salón. Los expertos explican que cuando la madera es oscura, es mejor decantarse por colores claros que aporten aire y que el salón se sienta recargado. En cambio, con maderas claras como el roble o el abedul, hay más margen para arriesgar un poco: tonos cálidos como los arenas más intensos o incluso grises suaves pueden funcionar sin problema.
Al final, se trata de observar y equilibrar. No hay una norma única, pero sí un sentido común que ayuda a que todo encaje. Lo importante es que la madera destaque y el color acompañe, sin competir, y haciendo que el salón se vea acogedor y armonioso.
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