¿Podemos reeditar el ‘Federal Art Project’ de Roosevelt que salvó la cultura durante la Gran Depresión?

¿Podemos reeditar el ‘Federal Art Project’ de Roosevelt que salvó la cultura durante la Gran Depresión?
El artista Jackson Pollock @Getty
María Villardón

Las galerías de arte y los teatros se han sumido en la oscuridad, los artistas plásticos han enmudecido en sus talleres entre piezas que, quizá, jamás se vendan, las salas de cine están limpias de palomitas por la ausencia de público y los diseñadores gráficos han guardado sus lápices a medida que les llegan los mails de cancelaciones de eventos, su principal cliente. Ha aparecido un cisne negro, un golpe inesperado. La industria cultural de nuestro país representa el 3,5% del PIB, según datos del Ministerio de Cultura, emplea a más de 700.000 personas y, además, nos hace mejorar y buscar respuestas que creíamos sin resolver a través del arte y los clásicos, si nos atenemos a las premisas del filosofo italiano Nuccio Ordine.

Los verdaderos poetas saben bien que la poesía sólo puede cultivarse lejos del cálculo y la prisa”, escribe el transalpino. Encierran altas dosis de pasión y romanticismo las reflexiones de Ordine, es cierto, pero tampoco yerra al afirmar que “sólo el saber puede desafiar una vez más las leyes del mercado. Puedo poner en común con los otros mis conocimientos sin empobrecerme. Todo puede comprarse, es cierto, pero no el conocimiento. Ni siquiera un cheque en blanco nos permitirá adquirir mecánicamente lo que sólo puede ser fruto de un esfuerzo individual”.

El momento que vivimos es un claro ejemplo de oxímoron. Es la cultura la que nos está salvando de la locura durante el confinamiento por el coronavirus, mientras se adormece en una previsible muerte por la falta de ingresos. Es el instante en el que se está dando la mayor difusión de la creación artística al mismo tiempo que un virus desconocido la apuñala.

«Algunos años alcanzan la fama por encima de los demás»

“Algunos años alcanzan fama muy por encima de los demás, y 1929 fue uno de esos años”, así reza el inicio del libro que John Kenneth Galbraith, ‘The Great Crash 1929’. La misma aseveración podríamos usar para hablar de 2020, tanto en presente como en futuro, porque la crisis sanitaria del coronavirus dejará, previsiblemente, nuestra sociedad y nuestra economía magulladas. Demasiadas pérdidas en tan poco tiempo.

En 1929 EEUU quebró. La recesión económica arrasó con toda riqueza y provocó una reducción del empleo del 25% sólo un año más tarde. Insostenible. El comercio internacional cayó alrededor de un 65%, las exportaciones se frenaron y las políticas de industria elevaron los precios hasta el punto de convertir cualquier producto básico en prohibitivo. El republicano Herbert Hoover no resistió en la Casa Blanca y en 1933 perdió las elecciones vencido por una terrible crisis económica y por Franklin D. Roosevelt.

El nacimiento del ‘Federal Art Project’ de Roosevelt (1935-1943)

El demócrata enderezó la economía con lo que se conoció con ‘New Deal –o ‘Nuevo Pacto’–, un paquete de medidas inspiradas en el economista inglés John Maynard Keynes, quien defendía una intervención del Estado algo mayor en los tiempos de crisis para reactivar la economía, aunque hubiera un aumento del déficit. Entre las muchas iniciativas de este ‘Nuevo Pacto’ de Roosevelt, destaca una por encima del resto, no porque las demás carecieran de importancia, sino por la rara naturaleza de la misma: el ‘Federal Art Project’ (1935-1943).

Poster "Federal Art Project Exhibition of Paintings" @Getty
Poster «Federal Art Project Exhibition of Paintings» @Getty

El arte, la artesanía y, en definitiva, la cultura de EEUU no se quedó fuera de las políticas económicas de Roosevelt, sino que contribuyó a que la creación, independientemente de su disciplina, no se paralizara en tiempos de crisis. Alrededor de 5.000 artistas de todo el país se adhirieron al plan, seguían trabajando más o menos como hasta el momento de la crisis, pero recibían del Estado unos 24 dólares semanales (500 dólares de hoy, aproximadamente) para que sus obras de arte se convirtieran en bienes públicos que decorasen edificios oficiales y espacios públicos.

De alguna manera, claro, el Estado se había convertido en una especie de mecenas, aunque también había grandes familias como los Guggenheim o los Rockefeller que impulsarían el arte y la arquitectura de EEUU, aunque sería más bien tras la II Guerra Mundial cuando Europa, arrasada y empobrecida completamente, pierda todo protagonismo cultural.

La mayor parte de los artistas que habían protagonizado la explosión de las vanguardias históricas en el Viejo Continente habían emigrado al país estadounidense. Un nuevo escenario en el que, una vez más, los surrealistas liderados por Marcel Duchamp y Peggy Guggenheim –“Todo lo que sé de arte me lo enseñó Duchamp”, decía la mecenas– tendrían nuevamente un papel fundamental en Nueva York.

Más de 100 centros de arte y más de 200.000 obras creadas

A través de este programa de arte público, financiado bajo la Ley de Socorro de Emergencia de 1935, se abrieron alrededor de 100 centros de arte en los que no había distinción formalista entre arte abstracto o figurativo y donde se crearon más de 200.000 piezas. Además, también se desarrollo el ‘Index of American Desing’, un estudio sin parangón y muy detallado de toda la cultura norteamericana. Especial impacto tuvo, por cierto, el ‘Proyecto de Artesanía de Milwanki’ (1935), ya que empleó a unas 900 personas y la mayor parte de ella eran desempleados de larga duración, mujeres y personas con discapacidad.

Lucile Lloyd pintando un mural en el California State Building de Los Ángeles @Getty

Del ‘Federal Art Project’ se beneficiaron artistas que más tarde alcanzarían una gran fama, no sólo entre la crítica, sino también en el mercado del arte: la ‘Escuela de Nueva York’. Mark Rothko, Jackson Pollock, Diego Rivera –esposo de Frida Kahlo–, Willem de Kooning o Lee Krasner fueron algunos de los nombres que se pusieron en la ‘nómina artística’ de Roosevelt.

Ahora, en 2020, nos enfrentamos a una pandemia desconocida que ha paralizado el país y sume a la economía en un mar de incertidumbres, como ocurriera con el ‘Crash del 29’ o la ‘Gran Crisis de 2008’. Las grandes casas de análisis, como Goldman Sachs, augura una caída del PIB de más del 9%, así como una caída del empleo, aunque otros, prefieren ser más cautos en sus previsiones y señalan que el tiempo de duración del frenazo del consumo y la actividad empresarial será fundamental para poder emitir un juicio económico más certero

Tras el decreto de estado de alarma, el Gobierno anunció un paquete de medidas que movilizarían un total de 200.000 millones de euros, aunque no se especificaba cómo se haría el reparto por sectores. Es decir, todo para todos, sin un orden o concierto financiero. Los artistas y los promotores de cultura son autónomos o pymes, sin más especificación, que se enfrentan a una alta carga fiscal. Las transacciones de arte, sin ir más lejos, están gravadas con el 21%, un aspecto que hace que el sector sea poco competitivo, pero esto es otro debate.

Reeditar el plan de rescate de la cultura americano

Con los antecedentes del ‘New Deal’, así como el ejemplo de Alemania o Francia, que ya han anunciado un plan específico de financiación para los agentes de la cultura del país. El Ejecutivo del Elíseo ha procurado un primer paquete de medidas que alcanza los 22 millones de euros que se van a dividir entre la música, las artes escénicas, los libros y las artes visuales. Por su parte, la ministra de Cultura de Angela Merkel, Monika Grütters, ha anunciado una línea de liquidez ilimitada tanto para teatros como pymes y profesionales afectados por el cierre de la actividad.

Con este escenario y estos precedentes, la pregunta si, teniendo en cuenta la dimensión que ha alcanzado en España la cultura y la difusión artística durante el confinamiento, así como el peso que tiene en el PIB nacional, cabría la posibilidad o sería el momento de emular el ‘Federal Art Project’ de Roosevelt porque, de no echar el salvavidas, la industria cultural podría reducirse en 3.000 millones de euros, según cálculos de las principales asociaciones culturales.

Se han paralizado 90 rodajes causando pérdidas de entre 150 y 200 millones de euros, según la Asociación Estatal del Cine. El sector del libro calcula que perderá alrededor de 1.000 millones de euros, un tercio de su facturación; mientras que, según los números de la Federación de la Música, con la cancelación de conciertos y festivales habrá unas pérdidas de casi 670 millones de euros sólo entre marzo y septiembre. Por ello, desde la industria cultural piden que haya medidas ad hoc para uno de los sectores más vulnerables durante las crisis económicas, pero también más necesarios que nunca.

La corriente a favor del ‘Federal art Project’ ya ha comenzado

En EEUU ya se ha iniciado una corriente, encabezada por William S. Smith, editor de ‘Art in America Magazine’ que pide al Gobierno estadounidense un plan que salve la cultura ante la caída de la filantropía privada. “No podemos creer que el sistema de filantropía privada en el que se ha basado el mundo del arte demostrará más resistencia”, apunta Smith. Recuerda, además, que un plan cultural como el de los años 30 –donde el arte se incorpora a la sociedad– sería una “alternativa a un mercado en crisis” y tendría un impacto positivo a corto plazo porque se mantendría el empleo a los artistas y sería una buena oportunidad para un nuevo “florecimiento cultural”.

Es posible que muchos de ustedes piensen que en un país sumido en un bache económico tan fuerte como este no haga falta emular un proyecto que impulsó la economía tras la quiebra financiera de 1929, que un libro o un museo no hace nada por nosotros o que una obra de arte no es nada esencial en nuestras vidas. Es cierto, pero piensen un poco más y visualicen esta cuarentena sin libros, música, documentales o revistas. Ahora más que nunca, y ha quedado demostrado, no es un lujo, es un básico.

@MaríaVillardón

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