José Mari Manzanares revienta Las Ventas con una faena de época
Las Ventas es la primera plaza del mundo. En aquella en la que todo matador de toros quiere triunfar, al menos, una vez en la vida. Una tarea que conlleva multitud de esfuerzos y dedicación, y que no todos llegan a lograr. Eso consiguió este miércoles José María Manzanares, en una tarde que hará historia.
Llegaba la corrida más importante de la Feria de San Isidro, la Corrida Extraordinaria de la Beneficencia. Una tarde que comenzó con una ovación al Rey Juan Carlos I, que acudió a ver a los diestros Sebastián Castella, Jose María Manzanares y López Simón, con toros de Victoriano del Río y toros de Cortés.
Las Ventas presentaba una entrada excepcional, se había colgado el cartel de «no hay billetes», en una tarde que acompañaba en lo climatológico, quitando algunas ráfagas de viento que llegaban a incordiar a la hora de la lidia.
Tras dos orejas con alguna que otra queja para el madrileño López Simón y dos faenas sin emoción del francés Castella, llegaba el turno de Manzanares, quien no tuvo suerte con su primer astado. El maestro alicantino no suele ser bien recibido por los tendidos del coso madrileño por su estilo a la hora de la lidia. Pero eso no significa que no lo lleve en las venas –su padre fue el gran José Mari Manzanares, uno de los grandes toreros de su generación– ni que no sepa de que va esto ni mucho menos.
Salía entonces ‘Dalia’, con sus 580 kg y un negro listón precioso. Brillaban sus hechuras y su forma de humillar, de categoría.
Toro y torero, unidos desde el principio
Empezó bien Manzanares con el capote, llevándolo bien y con calma con buenos capotazos que hizo a la plaza ilusionarse con este toro. El astado embestía y humillaba sobremanera. Comenzaba una relación que terminaría con final feliz. Tras la primera vara, Manzanares se atrevió con un quite por chicuelinas que culminó con una técnica excepcional, llegó la primera gran ovación.
Con un estilo templado y con muletazos bajos se llevó a ‘Dalia’ al centro del albero. Llegaron entonces las tandas de naturales. Unos naturales que bien se podrán enseñar en las escuelas taurinas por el mundo. Lo llevó por el pitón izquierdo a cámara lenta, casi parando el tiempo. La templanza y entrega del torero era como nunca.
Se sentía a gusto José Mari, estaba realizando una de las mejores tardes de su carrera, el Manzanares que todos queremos ver y que todos sabemos que tiene dentro. Y es que ‘Dalia’ embestía con emoción y fuerza. Un conjunto que iba a dejar huella. Toro y torero estaban hecho uno, tanto que por momentos el alicantino se llevó algún que otro susto.
Llegó el momento del estoque. Momento en el que se ve a los grandes. Manzanares tenía una faena histórica entre sus manos y no la dejó pasar. Con ese estilo que adquirió hace tiempo –el de matar recibiendo al toro y no al volapié– terminó la faena y esa plaza que en otras ocasiones le había pitado, estallaba en júbilo y, entera de pie, pedía las orejas para el diestro. Dos orejas que le dieron directamente, juntas. Incluso hubo una gran petición de rabo, aunque finalmente no se llegó a dar.
Una tarde histórica, «inolvidable» como aseguraba el propio diestro tras su increíble faena. No pudo expresarse ante los micrófonos un torero que volvió por sus fueros este miércoles y nos brindó la que puede ser la mejor faena de la Feria 2016. Una faena que pone los pelos de punta. Una tarde de emociones. Una tarde de toros.