Ser Padres

Lo dice Álvaro Bilbao: las 5 preguntas que le tienes que hacer a tu hijo antes de que te arrepientas

Álvaro Bilbao 5 preguntas
Blanca Espada

Hay padres que, cuando sus hijos crecen, sienten que ya no los conocen del todo. Se ha perdido en cierto modo, la conexión y hasta la comunicación con aquel niño hablador que nos explicaba sin problema, su día en el colegio. Pero ahora ya no explica nada, y cuando se le pregunta es posible que no conteste o que lo haga de malas formas. Es normal. Es una fase por la que muchos pasan durante la pubertad y adolescencia. Sin embargo, como padres debemos tener ciertas frases o preguntas listas para hacer en el momento adecuado. 5 preguntas como las que plantea el psicólogo Álvaro Bilbao.

A partir de los 12 años, los niños empiezan a buscar su propio espacio, su identidad, y eso a veces deja a los padres sin saber qué hacer. Comienza a haber cierta distancia y es posible que no sepamos qué piensan, qué sienten o qué les preocupa a nuestros hijo y puede que surja cierta frustración ante situaciones que no sabemos como resolver. Por eso el psicólogo Álvaro Bilbao, especializado en neuropsicología y educación, propone algo sencillo pero muy potente: hacerles 5 preguntas que pueden cambiar esa distancia por una conexión más real. No hace falta un gran discurso, sólo estar dispuestos a escuchar con el corazón. No son preguntas para saber más sobre nuestros hijos ni para corregirles. Son para escuchar de verdad. Para entender lo que sienten, sin juzgar, sin interrumpir, y sin que ellos lo vean como una oportunidad para que les demos un consejo. Porque a veces lo único que quieren es eso: que sus padres los escuchen. Que alguien se interese por lo que pasa dentro, no sólo por las notas o la hora de llegada a casa. Y de este modo, Bilbao nos enseña que mediante estas preguntas puede comenzar el cambio.

¿Hay algo que te gustaría que hiciéramos más como familia?

La primera de las 5 preguntas que propone Álvaro Bilbao es una de las más reveladoras. Cada familia tiene su ritmo, pero los hijos también necesitan sentirse parte de ese ritmo. A veces no lo dicen, pero lo sienten. Tal vez lo que más desean es comer juntos sin móviles, hacer una escapada o simplemente tener un rato de risas al final del día. Esta pregunta ayuda a que sepan que su voz también cuenta, que son parte del equipo familiar.

¿Hay algo que hago que te asusta o te hace sentir mal?

Es una de esas preguntas que cuesta hacer, pero que puede cambiar mucho. Según explica Bilbao, cuando un padre se atreve a preguntar esto, le está enseñando a su hijo algo importante: que puede hablar de lo que le duele. Que no tiene que guardárselo dentro. Que el amor también se demuestra escuchando lo que no queremos oír. Y a veces, detrás de esa respuesta, se esconde algo tan simple como un tono, una mirada o una palabra mal entendida.

¿Qué debería hacer más contigo como padre o madre?

Esta es una pregunta que desmonta el piloto automático. Los padres suelen pensar que lo están haciendo bien, pero pocas veces se detienen a preguntar qué necesita su hijo de verdad. Tal vez pida más tiempo juntos, más abrazos o simplemente que le mires cuando te habla. Al final, no se trata de grandes gestos, sino de esos detalles que hacen que el vínculo siga vivo.

¿Hay algo que te dé vergüenza contarme pero que te gustaría que supiera?

Aquí es donde la confianza se pone a prueba. Esta pregunta puede parecer pequeña, pero abre una puerta enorme. Les permite saber que no pasa nada por sentirse vulnerables, que pueden confiar en sus padres incluso cuando no saben cómo explicar algo. Bilbao recuerda que no hay que reaccionar con sorpresa ni enfado, solo escuchar. Es el momento de demostrar que estás ahí, sin condiciones.

¿Qué te hace sentir más feliz últimamente?

Es la última, y quizá la más bonita. Cerrar la conversación con algo positivo ayuda a equilibrar el diálogo. Saber qué les hace felices, qué disfrutan o con quién se sienten bien te enseña mucho más de lo que imaginas. A veces es algo tan simple como una canción, un amigo o un paseo. Pero cuando lo cuentan, se abren. Y ahí está la conexión. En esa sonrisa que aparece sin querer, en ese “gracias” que no hace falta decir.

Lo que propone Álvaro Bilbao no son sólo preguntas, sino una forma distinta de comunicarse o de volver a conectar con los niños. De que podamos estar presentes sin invadir y sobre todo, de escuchar a los niños, sin la necesidad de que aprendan una lección o de que queramos corregirles. Y es que aunque los hijos crecen, es más que evidente que siguen necesitando saber que sus padres siguen ahí, sin juzgarles. Y de hecho, si se sienten escuchados y la confianza vuelve a surgir.

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